ANTONIO COVA MADURO | EL UNIVERSAL
miércoles 2 de noviembre de 2011 12:00 AM
Ésa, ésa y ninguna otra es la pregunta que los venezolanos tenemos que hacernos cada día que nos acerca más al momento esperado: el 7 de Octubre de 2012, primer domingo de Octubre y día de la Virgen del Rosario. Por suerte será en una semana totalmente laboral, que todavía no ha sido invadida por gaitas ni villancicos, ni la gente andará contando los escasos churupos del evanescente aguinaldo.
Que para ese momento cantidad de gente habrá recibido más de un "anticipo" de su esperado aguinaldo, no tengo la menor duda, pero ya será un típico caso de "Tarde piaste, pollito". Para entonces, nada podrán hacer para torcer la voluntad de una abrumadora mayoría de venezolanos de llevar a cabo dos tareas vitales, y sublimes al mismo tiempo.
La primera tarea: concurrir a votar, sin importar colas ni molestias. Deberemos hacer lo mismo que aquella joven negra en una inmóvil cola en una zona lluviosa y fría del noreste de Estados Unidos para elegir a Obama, que cuando el periodista le preguntó, micrófono en mano, si pensaba seguir llevando frío y lluvia, contestó con gran firmeza y resolución, "¡aquí estaré por todo el tiempo que haga falta!". Pero en la medida de lo posible, no concurrir solos, sino llevando a alguien con nosotros.
La segunda tarea, sin vacilar votar por el candidato que hayamos escogido en las elecciones primarias, incluso si no fuese el que nos entusiasmó, ni por el que trabajamos y con quien tanto llegamos a identificarnos. Eso supone, por supuesto, asumir un voto disciplinado.
No debemos perder de vista que nuestra gran tarea es desbaratar la pesadilla que padecemos. No estamos, pues, en un certamen de belleza ni acudiremos a escoger al venezolano más simpático ni al más típico, sino a aquél que pudo reunir a su alrededor el mayor consenso.
El candidato de la Unidad, en efecto, debe concurrir a las elecciones del 7 de Octubre con una inmensa multitud tras él, de modo que tenga el valor necesario para defender una victoria que tanto nos ha costado y por la que llevamos ya 13 años de impaciencia febril.
El candidato de la Unidad debe sentir que no es más que el representante destacado de un país que por fin siente ya lograda su liberación y que, por lo tanto, no toleraría verse defraudado. Pero, además, ese glorioso 7 de Octubre no será otra cosa que la culminación del fatigoso ascenso al Pico Bolívar y ya para ese momento no habrá quien detenga a la marea liberadora.
Para entonces hasta los militares sentirán los vientos de la libertad. Ya no serán más los "soldados de Chávez", sino los "soldados al servicio de su país; de nadie más". Ya el poder cubano no podrá atemorizarlos porque, ante la inminencia de la derrota ya Raúl Castro habrá puesto su gente a buen resguardo.
En estos once meses que tenemos por delante deberemos vencer, del modo más racional posible, los múltiples temores que nos asaltarán. El primero es obvio que ya el propio CNE lo ha disipado: sí, habrá elecciones y serán el 7 de Octubre.
Pero hay otros que tomará tiempo disiparlos. ¿Permitirá Chávez que lo derrotemos? A ello responderemos con otra pregunta: ¿Y cómo, efectivamente, podrá impedirlo? Si logramos vencerle -que lo difícil parecería ser lo contrario- Chávez y su gente ¿lo reconocerían? A lo que parece obvio responder: ante la evidencia abrumadora y con el planeta de testigo, ¿correrían ese riesgo? Y los militares -los únicos que pueden materializar la negativa de Chávez- ¿aceptarían ser obligados a hacer de verdugos y transformarse en un "ejército de ocupación" de su propio país?
Otros temores tienen que ver con nosotros. En efecto, ante la reiterada acusación de apáticos e indiferentes que de continuo nos infligimos, ¿seremos capaces de pelear por lo que con tanto esfuerzo logramos? Allí -de eso no tengo la menor duda- Chávez nos será de enorme ayuda. Verlo trastabillar ante el descalabro sufrido y quedarse inermes sabiendo que de hacerlo cometeríamos harakiri, nos dará un valor inimaginado hasta entonces.
La semana siguiente al 7 de Octubre puede ser desgastadora. ¿Seremos capaces de mantenernos de pie por el tiempo que haga falta? ¿Seremos, llegado el caso, los sirios del Caribe, imitadores de quienes viernes tras viernes salen en oleadas a desafiar a un régimen obstinadamente criminal? La respuesta a esto no puede ser confirmada sino llegado el momento; pero una cosa sí sé, que los venezolanos ante una bofetada de semejante magnitud responderán como los fundadores de la Patria, listos para cualquier Campaña Admirable.
Que para ese momento cantidad de gente habrá recibido más de un "anticipo" de su esperado aguinaldo, no tengo la menor duda, pero ya será un típico caso de "Tarde piaste, pollito". Para entonces, nada podrán hacer para torcer la voluntad de una abrumadora mayoría de venezolanos de llevar a cabo dos tareas vitales, y sublimes al mismo tiempo.
La primera tarea: concurrir a votar, sin importar colas ni molestias. Deberemos hacer lo mismo que aquella joven negra en una inmóvil cola en una zona lluviosa y fría del noreste de Estados Unidos para elegir a Obama, que cuando el periodista le preguntó, micrófono en mano, si pensaba seguir llevando frío y lluvia, contestó con gran firmeza y resolución, "¡aquí estaré por todo el tiempo que haga falta!". Pero en la medida de lo posible, no concurrir solos, sino llevando a alguien con nosotros.
La segunda tarea, sin vacilar votar por el candidato que hayamos escogido en las elecciones primarias, incluso si no fuese el que nos entusiasmó, ni por el que trabajamos y con quien tanto llegamos a identificarnos. Eso supone, por supuesto, asumir un voto disciplinado.
No debemos perder de vista que nuestra gran tarea es desbaratar la pesadilla que padecemos. No estamos, pues, en un certamen de belleza ni acudiremos a escoger al venezolano más simpático ni al más típico, sino a aquél que pudo reunir a su alrededor el mayor consenso.
El candidato de la Unidad, en efecto, debe concurrir a las elecciones del 7 de Octubre con una inmensa multitud tras él, de modo que tenga el valor necesario para defender una victoria que tanto nos ha costado y por la que llevamos ya 13 años de impaciencia febril.
El candidato de la Unidad debe sentir que no es más que el representante destacado de un país que por fin siente ya lograda su liberación y que, por lo tanto, no toleraría verse defraudado. Pero, además, ese glorioso 7 de Octubre no será otra cosa que la culminación del fatigoso ascenso al Pico Bolívar y ya para ese momento no habrá quien detenga a la marea liberadora.
Para entonces hasta los militares sentirán los vientos de la libertad. Ya no serán más los "soldados de Chávez", sino los "soldados al servicio de su país; de nadie más". Ya el poder cubano no podrá atemorizarlos porque, ante la inminencia de la derrota ya Raúl Castro habrá puesto su gente a buen resguardo.
En estos once meses que tenemos por delante deberemos vencer, del modo más racional posible, los múltiples temores que nos asaltarán. El primero es obvio que ya el propio CNE lo ha disipado: sí, habrá elecciones y serán el 7 de Octubre.
Pero hay otros que tomará tiempo disiparlos. ¿Permitirá Chávez que lo derrotemos? A ello responderemos con otra pregunta: ¿Y cómo, efectivamente, podrá impedirlo? Si logramos vencerle -que lo difícil parecería ser lo contrario- Chávez y su gente ¿lo reconocerían? A lo que parece obvio responder: ante la evidencia abrumadora y con el planeta de testigo, ¿correrían ese riesgo? Y los militares -los únicos que pueden materializar la negativa de Chávez- ¿aceptarían ser obligados a hacer de verdugos y transformarse en un "ejército de ocupación" de su propio país?
Otros temores tienen que ver con nosotros. En efecto, ante la reiterada acusación de apáticos e indiferentes que de continuo nos infligimos, ¿seremos capaces de pelear por lo que con tanto esfuerzo logramos? Allí -de eso no tengo la menor duda- Chávez nos será de enorme ayuda. Verlo trastabillar ante el descalabro sufrido y quedarse inermes sabiendo que de hacerlo cometeríamos harakiri, nos dará un valor inimaginado hasta entonces.
La semana siguiente al 7 de Octubre puede ser desgastadora. ¿Seremos capaces de mantenernos de pie por el tiempo que haga falta? ¿Seremos, llegado el caso, los sirios del Caribe, imitadores de quienes viernes tras viernes salen en oleadas a desafiar a un régimen obstinadamente criminal? La respuesta a esto no puede ser confirmada sino llegado el momento; pero una cosa sí sé, que los venezolanos ante una bofetada de semejante magnitud responderán como los fundadores de la Patria, listos para cualquier Campaña Admirable.
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