José Guerra
El debate en Venezuela está encendido acerca de si debe dolarizar la economía. Abundan las opiniones más diversas y también las más absurdas. Según algunos, el bolívar seguirá siendo la moneda nacional, otros más osados han planteado un frente en defensa del bolívar, el mismo que ha perdido más de 90% de su valor desde que comenzó la reconversión monetaria en 2008. Recuerdo haber leído a un economista serio como Guillermo Ortega plantear la necesidad de dolarizar la economía, casi dos años atrás. Hoy esa tesis que implica adoptar al dólar está ganando cada vez más adeptos, conforme se desploma el valor del bolívar con el aumento de la inflación.
Lo que está sucediendo en Venezuela es lo típico de aquellas monedas que son despreciadas por quienes la reciben, al perder su atributo de medio para conservar el valor de los bienes y pasan a ser sustituidas por otras monedas. Con una tasa de inflación fuera de control debido a una mezcla de políticas fiscales y monetarias que promueven el alza de precios, muy pocos optan por mantener la moneda nacional y se refugian en el dólar, el euro o adquieren activos fijos, como casas, apartamentos, entre otros bienes.
Lo cierto es que hay varias formas en que una economía pueda dolarizarse. Una de ellas es cuando se hace explícitamente, es decir cuando se retira la moneda de curso legal y se impone el dólar, con lo cual todos los precios de los bienes y los salarios pasan a denominarse en esa unidad monetaria. Así lo hizo Ecuador en medio de una severa crisis económica y una inflación galopante que acabó con el hasta entonces sucre, la moneda de Ecuador. Fue un proceso traumático pero se logró estabilizar la economía. La otra forma de dolarizar una economía es en los hechos, como viene sucediendo en Venezuela, donde poco a poco pero de forma sostenida una parte de los precios se tasan en dólares, con la autorización del gobierno, por acción u omisión.
Así, los pasajes aéreos se venden en dólares, los vehículos en el mercado secundario, que es el verdadero mercado para este bien, se cotizan en dólares, los apartamentos en determinadas zonas de capitales de estados se transan en dólares lo mismo que los alquileres. El gobierno puede declarar, gritar y amenazar con encarcelar a quienes hagan esas operaciones con la divisa estadounidense, pero no podrá evitarlas de continuar la actual y desquiciada política económica que está pulverizando al bolívar.
Ese proceso de sustitución monetaria sucede cuando la moneda local cae vencida por la inflación y la gente que aprende de economía sin estudiarla, opta por proteger su patrimonio adquiriendo dólares en lugar de mantener unos bolívares con los cuales compra cada vez menos bienes. Pero el frenesí venezolano por salir de los bolívares lo más pronto que sea posible llega hasta la compra, ya no de productos de línea blanca, sino también de alimentos que son almacenados en las despensas de las casas ante el temor de que en el futuro inmediato aumente la escasez o que los precios suban significativamente como ha venido sucediendo.
Todos recordamos cuando en 2007 y 2008 el gobierno con una campaña publicitaria millonaria nos vendió un bolívar fuerte, una economía fuerte y un país fuerte. Me tocó advertir que esa política no daría los resultados esperados y lamentablemente el tiempo me dio la razón. El bolívar fuerte se volvió polvo cósmico.
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