Pensaba dedicarle mi columna de
esta semana a la grata tarea de expresar mi regocijo porque a Leonardo Padura,
estupendo narrador cubano, cronista de lo que Mauricio Vicent llama “la Cuba
negra y no oficial”, acaban de concederle el Premio Princesa de Asturias de las
Letras correspondiente a este año. Sin embargo, la rueda de prensa ofrecida el
jueves por Felipe González al regresar a Madrid para dar cuenta de su visita a
Caracas me hizo cambiar bruscamente de parecer. Sencillamente la estética le
cedía su espacio a la ética.
“Venezuela es el reino de la
arbitrariedad –sostuvo González con firmeza categórica ante numerosos
representantes de la prensa española e internacional– y el presidente Maduro
lleva al país hacia la destrucción. Él es el responsable de la catástrofe en
términos de crisis social y económica y en términos de libertades básicas”.
González vio frustrada su
intención de asesorar a los abogados de Leopoldo López y Antonio Ledezma en
materia de derechos humanos por inadmisible decisión autoritaria del régimen,
pero las 48 horas que estuvo entre nosotros le bastaron para llevarse una
visión desoladora del desierto al que 16 años de revolución llamada bolivariana
nos han condenado sin piedad. Una denuncia rotunda, que producirá un notable
impacto en la conciencia europea y latinoamericana, pues sus palabras son una
advertencia: la libertad está a punto de perderse en Venezuela.
Una posición similar a la de
González en materia de derechos humanos y democracia la expresó ese mismo
jueves Enrique Peña Nieto desde Bruselas, en el marco de la Cumbre Celac-Unión
Europea, a la que Maduro, por razones que solo él y sus asesores conocen, se
negó a asistir. “Debemos hacer esfuerzos –afirmó el presidente mexicano
refiriéndose a las naciones latinoamericanas, caribeñas y europeas allí
presentes– para que en Venezuela haya pleno respeto al Estado de Derecho y a la
democracia”. Una clara denuncia de que en Venezuela no se respeta el Estado de
Derecho ni las reglas de la democracia.
Esta es la verdad de la que no puede
defenderse Maduro, excepto amordazando a los medios de comunicación con la
finalidad de imponer una absoluta hegemonía comunicacional, ingrediente
esencial de la deriva totalitaria del régimen.
Precisamente en la edición
de El País del mismo jueves en que González y Peña Nieto
formularon sus denuncias a los cuatro vientos, Juan Cruz, director adjunto de
ese periódico, reproduce una conversación que sostuvo con Padura en julio del
año pasado en Madrid. Por supuesto, ambos amigos hablan de literatura y de las
novelas de Padura, pero también, y ese es el punto que vale la pena destacar
aquí, también hablan del ejercicio del periodismo y de la falta de libertad de
prensa en Cuba.
“Cuba –dice Padura, y sus
palabras, aunque no aluden a Venezuela, hacen sonar todas nuestras alarmas– es
un país con el mismo modelo que todos los países socialistas. La prensa oficial
(toda la prensa cubana y en la actualidad casi toda la venezolana) responde al
Estado… Para los cubanos, la falta de un periodismo con la profundidad y la
responsabilidad que debió haber tenido siempre ha perjudicado la educación en
el debate, la controversia y el ejercicio de la opinión… Cuando (en Cuba y
también en Venezuela) se practica el debate hoy en día, por lo general se hace
desde el ataque, no desde el diálogo”.
Con estas observaciones de
González, Peña Nieto y Padura coincide plenamente Provea al dar testimonio de
la situación venezolana en su informe anual de este año. En sus páginas se
denuncia que en Venezuela “todo disidente es visto como un conspirador y, por
lo tanto, como un enemigo del Estado.”
Mucho me temo que, dentro de
poco, quienes no seamos ellos, aunque inocentes, eso seremos. Conspiradores y
enemigos del Estado. Hacia allá vamos.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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