FERMÍN
LARES
En las
empresas en las que sus dirigentes tienen un sentido corporativo de sus
operaciones, la comunicación tiene un carácter estratégico, tanto para dentro,
hacia el personal, como para fuera, hacia su entorno. La comunicación se asume
como una función de alto nivel, no solo de la boca para fuera –porque todo el
mundo, en todas las actividades humanas, habla del carácter estratégico de la
comunicación– sino de la boca para dentro, estructural y formalmente. Es decir,
la persona o equipo responsable de la comunicación reporta al más alto nivel,
porque lo que la empresa “diga” debe corresponderse y ser congruente con su
misión, con sus objetivos estratégicos, de corto y largo plazo, con sus valores
y con sus operaciones. Y ese nivel de reporte e importancia de la comunicación
están reflejados estructuralmente en la organización.
Una
empresa que tiene esto claro cuida entonces su imagen, su marca, su “branding”,
como dirían los norteamericanos. Y lo hace pensando en que a mejor imagen y
aceptación en el ambiente donde opera, menores serán los obstáculos para operar
en ese ambiente y menos difícil será el logro de sus objetivos, y a la larga,
de su misión. Como ambiente, se entiende, de nuevo, tanto al externo como al
interno.
El equipo
que se encarga de la comunicación en este tipo de organizaciones actúa entonces
en dos sentidos, para sus públicos internos –que los puede haber varios, de
acuerdo con el número, entrenamiento y jerarquía de los trabajadores y
empleados– y para sus audiencias externas, que van desde el público en general
hasta el que compra o es objeto de lo que organización produce –sea material o
inmaterial–, pasando por los responsables del marco legal de sus operaciones
(el gobierno nacional, los distintos poderes públicos, los gobiernos estadales,
los municipales).
El equipo
de comunicación de este tipo de organizaciones se encarga, por ejemplo, de
transmitir valores a lo interno, de compartirlos, de informar del cumplimiento
de metas y de aplicación de esos valores, de logros, de objetivos. Los
empleados y trabajadores son el público primario, deben estar compactados
actuando en función de la misión, son quienes dan cohesión y coherencia a la
organización, y también son los mejores voceros, en el sentido de que son
quienes reproducen esos valores y aspiraciones de la organización en el mundo
exterior.
Dada la
importancia estratégica de la comunicación, la función como tal no está exenta
de políticas, de guías para su ejecución, de ciertas normas y asignación de
responsabilidades en su ejercicio. Así como existe en las organizaciones una
política de recursos humanos, por ejemplo, en las instituciones que valoran
realmente la comunicación como función estratégica, existen políticas de comunicación,
cuyos ejecutores no se limitan al equipo de especialistas en la materia, sino
que la cabeza y los principales dirigentes de la organización tienen
responsabilidades bien definidas. Hay temas que trata públicamente solo la
cabeza de la organización, hay otros que los distintos dirigentes pueden
compartir, el equipo comunicacional per se tiene sus
responsabilidades, y los mismos trabajadores tienen las suyas (no declarar a la
prensa, por ejemplo, en nombre de la organización).
Cuando
las cosas funcionan de esta manera, si las políticas están claras y los medios
para comunicarse son eficientes, y responden a las necesidades de información y
orientación para alcanzar la gran meta de la organización, que es el
cumplimiento de su misión, no hay cabida para salirse de la línea trazada, ni
hay cabida para voceros no autorizados, a ningún nivel.
Ejemplo,
si hay un departamento distinto al de comunicaciones que inventa una
publicación dirigida a todos los empleados, hay muy probablemente una violación
de las políticas a ese respecto, porque para eso están especificadas las
responsabilidades de cada quien. La organización debe actuar como un todo y, en
ese sentido, los distintos departamentos deben coordinarse con el de
comunicaciones y, de ser necesario, con demás directivos de la organización,
para lanzar un nuevo modo de comunicación, si el ambiente interno o externo lo
demandan. Las políticas son precisamente para eso, son guías de orientación y
de responsabilidades en busca de la cohesión y de la consecución armónica de la
misión.
Ahora, si
en una organización como la que imaginamos persiste la necesidad de alguien en
particular de crear instrumentos nuevos de comunicación y de transmisión de
información, no solo se está violando la política general y creándose
distorsión en el modo de alcanzar los objetivos a través de la comunicación,
sino que los responsables de esa política, y particularmente quienes tienen la
responsabilidad primaria de ejecutarla (el departamento encargado de la
comunicación estratégica y los directivos) deben preguntarse también qué puede
haber originado que se produzcan iniciativas distintas a la establecidas, deben
preguntarse si había alguna necesidad comunicacional no cubierta, si los medios
establecidos no fueron lo suficientemente eficientes para cubrir esa necesidad.
Toda esta
perorata comunico-corporativa puede ser ilustrativa de los planteamientos de
fondo sobre el confuso manejo de lo relativo a la convocatoria unilateral a una
marcha por la liberación de los presos políticos hecha por Leopoldo López desde
la cárcel, y la respuesta oficial de la Mesa de la Unidad Democrática, que le
faltó mano zurda para encarar la situación. La política, a fin de cuentas, es
percepción, es producto de la comunicación.
Uno asume
que la misión de los partidos y dirigentes de oposición mayoritariamente
representados en la Mesa de la Unidad Democrática, incluidos Voluntad Popular,
Alianza Bravo Pueblo, María Corina Machado, Primero Justicia, Acción
Democrática, Copei y Causa R, es restaurar la democracia en Venezuela. La MUD
ha establecido oficialmente que sus parámetros de acción son de carácter
constitucional, pacífico, democrático y electoral. Representan su marco de
valores, dentro del cual todos parecen estar de acuerdo. Sin embargo, hay una percibida
y sentida falta de unidad y cohesión para el cumplimiento de la gran misión,
percibida y sentida por su público primario natural, quienes van a votar y van
a seguir a esta dirigencia por encima de cualquier cosa, porque no encuentran
otra alternativa posible y viable por el momento; y no pueden irse de esta
empresa.
Para
llegar al propósito perseguido, a la misión establecida, este público deber
actuar y sentirse compactado, y ser capaz de reproducir los valores y
aspiraciones de la organización general y de la estructura dirigente hacia
otros sectores, que forman parte del ambiente en el que se desenvuelve la
oposición; para disminuir los obstáculos y facilitar la misión. Pero la
comunicación con este público primario por parte de la dirigencia debe estar
atada a unas políticas, que han de cumplirse por parte de la cabeza y del resto
los dirigentes, y deben también ser ejecutadas por los partidos.
En la
dirigencia opositora que desea cambiar el régimen chavista y restituir la
democracia en Venezuela la misión parece estar clara, los valores parecen
compartirse, pero las políticas y los vehículos para ejecutarlas son confusos,
se disparan desde distintos compartimientos. Existe una estructura unitaria
formal, pero no una unidad de acción, coordinada, concertada, que no dé cabida
a interpretaciones distintas a las pregonadas y deseadas. Se proponen métodos y
estrategias sin consenso (la fulana salida, otra asamblea constituyente) y se
proponen medios alternativos (convocatorias unilaterales a marchas y manifestaciones),
que tienen terreno fértil en la población porque existe la percepción de que
los distintos “departamentos” de la unidad (los partidos) o no actúan, o se ve
muy poco de su actuación en función de una estrategia general para salir del
régimen. Pareciera que no existe estrategia. Se siente a la cúpula de la
organización como refrenada, sin propuestas para lo cotidiano, timorata, “mejor
no marchamos hoy”.
Hay una
gran propuesta táctica en este momento, que todo el mundo comparte, hasta
muchos de los que se encuentran en la acera chavista, que es las de votar en
las próximas elecciones parlamentarias, pero pareciera que hay que sentarse a
esperarlas, cuando lo decida Tibisay, cuando Maduro y Diosdado le den el “Go”.
No se ve a buena parte de los partidos de la MUD darle contenido a esa
propuesta estratégica. Preparando también a la gente frente a otras
alternativas. Porque está más que probado que el régimen no respeta leyes, ni
se apega a la Constitución.
Capriles
anda solo pregonando la bandera electoral todos los días, sin “acompañamiento”,
como un director de orquesta con músicos pero sin instrumentos.
La parte
del documento oficial de la MUD declarando que las marchas del sábado pasado no
eran una actividad de la Mesa de la Unidad Democrática, sino de una de sus
organizaciones, arruinó toda la argumentación anterior de la organización, no
por falta de razón, sino porque la gente no siente que la MUD esté haciendo
propuestas que respondan a sus necesidades de información y orientación para
alcanzar la gran meta de la organización.
No se sabe a ciencia cierta si
las manifestaciones sirvieron de algo; si acaso fueron una descarga. La mano
zurda de la MUD quizás hubiera sido dejar la participación abierta, que la
decidieran los propios venezolanos. La mejor directriz de esta oportunidad a lo
mejor era ni insinuarla. Ahora hay que empezar a construir alguna.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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