EDITORIAL
EL NACIONAL
La
necesidad de conocer el entorno es esencial para la vida democrática. Averiguar,
inquirir, mirar de nuevo, buscar las respuestas adecuadas. ¿Cómo pueden vivir
los hombres sin la satisfacción de esas necesidades propias de su naturaleza?
¿Cómo pueden conformarse con lo poco que se les permita en el terreno de los
descubrimientos y de los asombros sin los cuales no pueden hacerse cargo de su
destino cabalmente? Tal fue el punto esencial que se trató hace poco en la
reunión del directorio de la Asociación Mundial de Periódicos y
Editores de Noticias realizada en Washington.
Thomas
Shannon, el consejero del Departamento de Estado de Estados Unidos, reiteró
entonces una verdad esencial para el desarrollo de la vida en las sociedades
contemporáneas. Dijo: “Nosotros dependemos de la curiosidad y del escepticismo
de los periodistas, de los blogueros, los radiodifusores y los fotógrafos para
descubrir la verdad, aprobar la confianza pública y responder ante la
credibilidad del público y hacernos a todos responsables”.
Es tan
certera la afirmación que nadie la puede subestimar o descalificar ante el
reproche que puede venir de los revolucionarios corruptos porque la pronuncia
un vocero del imperialismo.
La
consistencia de la frase no admite controversia, si se considera que antes se
refirió a la existencia de “sociedades abiertas” en las cuales la prensa y los
periodistas cumplen el cometido primordial que permite un entendimiento
adecuado de los intereses de los gobiernos y de quienes los manejan desde sus
cónclaves.
Lo
inaccesible se hace cercano, el portón cerrado con férreo candado tiene que
abrirse gracias a la sana e imprescindible curiosidad de los medios de
comunicación que facilita la existencia de comunidades adecuadas a la
convivencia democrática debido a la necesidad y al derecho que tienen esas
comunidades de conocer los pasos de quienes las administran.
En las
“sociedades cerradas”, por el contrario, se hace imposible la construcción de
ese puente, sin el cual los hombres comunes dejan de ser ciudadanos para
convertirse en borregos.
La
existencia de “sociedades cerradas” condujo a las anteriores reflexiones, no en
balde se reunían en Washington los representantes de 180.000 publicaciones, de
15.000 sitios en línea y más de 3.000 compañías de comunicaciones de todos los
rincones del globo.
No
estaban para teorizar, sino para la atención de problemas concretos. De allí la
referencia lapidaria que hicieron sobre dos sociedades en particular: Venezuela
y Ecuador.
Partiendo de las evidencias que
manejan, pidieron el cese de la intimidación que se ejerce en los dos países
contra los medios de comunicación independientes a través de la manipulación de
tribunales dóciles; de la utilización de jueces complacientes que, en
lugar de atenerse al cumplimiento de las leyes y a la aplicación equitativa de
la justicia, se arrodillan ante los caprichos del Ejecutivo. Una declaración de
trascendencia contra las “sociedades cerradas”, en suma.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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