http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/02/actualidad/1433205392_478130.html
La apertura del
régimen cubano a los empresarios e inversionistas de los
países capitalistas ha captado la atención de muchos gobiernos que ven en estos
momentos una gran oportunidad para sacar beneficios de un país en ruinas.
Lamentablemente, no han considerado lo más importante: los derechos humanos y
las libertades de los cubanos oprimidos.
El presidente Obama anunció hace unos meses el
fin del embargo, el restablecimiento de relaciones diplomáticas, el intercambio
de Embajadores e incluso el retiro de Cuba, para muchos anticipado, de la lista
de países que fomentan el terrorismo en el mundo. Obama, quizás demasiado
discreto, apenas hizo algunas referencias a los temas relacionados con la
democracia, lo que no dio pie a los cubanos y aliados para recurrir al usual
argumento defensivo de “intromisión en los asuntos internos” de Cuba.
Aparentemente, el presidente
estadounidense no habría exigido los Castro, como muchos esperaban, pasos
serios del régimen hacia la democratización del país, elecciones libres,
libertad de presos políticos, y cese de los habituales actos de repudio. Aunque
algunos opinan que ello vendría después de la apertura
económica, la situación política ha más bien empeorado estas últimas semanas. La
persecución persiste, el amedrentamiento se ha intensificado, se acentúa la
violencia del Estado, en fin, no se ven aires de libertades.
Detrás de Obama, los europeos,
sorprendidos por una diplomacia discreta llevada a cabo por Estados Unidos,
Canadá y el papa Francisco, buscan ahora desesperadamente posicionarse en la
Isla y lograr los mejores beneficios económicos, también menospreciando el
valor de los derechos humanos y de la democracia en Cuba, alejados de las
exigencias que ellos mismos hacen a los que pretenden ingresara la Unión
Europea. A esos se les aplica rigurosamente los criterios de adhesión
establecido por el Consejo en Copenhague, en 1993, y completados en Madrid, en
1995: estabilidad de las instituciones que garantizan la democracia, el Estado
de Derecho, los derechos humanos y el respeto y la protección de las minorías,
lo que se muestra un lamentable doble rasero que parece significar cierto
desprecio por el pueblo cubano.
En
sus declaraciones, Hollande olvida que los Castro han gobernado el país bajo
una férrea dictadura desde 1959, décadas de miseria, persecución, cárcel y
exilio
En días pasados el presidente
francés, el socialdemócrata François
Hollande, visito la isla, tratando de sorprender, como se puede inferir de
sus declaraciones a la prensa, a los otros gobernantes europeos a los que se
habría adelantado en sus contactos directos con Cuba. La visita de Hollande no
es tan sorprendente como lo fueron sus declaraciones acerca del “honor” y el
“privilegio” que sintió al encontrar a Fidel Castro y el hecho de haber
ignorado a la disidencia cubana, atropellada y perseguida como nunca antes por
el régimen.
El presidente francés es quizás
el que menos podría ignorar el sufrimiento de los cubanos, la defensa de los
derechos humanos y la necesidad de libertad. Pareciera que la fraternidad, la
igualdad y la libertad no tienen el mismo sentido en este caso. En sus
declaraciones, Hollande olvida deliberadamente que los hermanos Castro han
gobernado el país bajo una férrea dictadura desde 1959, décadas de miseria,
persecución, cárcel y exilio de millones de hombres y mujeres que pagan
simplemente por pensar diferente.
Lamentablemente los principios y
los valores parecen estar en crisis y no solamente en América Latina, en donde
algunos gobiernos e instituciones ignoran las libertades y los derechos
fundamentales en nombre de pseudo revoluciones retrogradas e inhumanas. La
dirigencia política europea de hoy, sea de derecha o de izquierda, socialista o
conservadora, se separa de aquella que poco antes de la II Guerra Mundial, y
más aún después de finalizada ésta, surge y se afianza para rescatar a la
región de la violencia y de la crueldad que había impuesto el régimen fascista
de Hitler y llevarla a lo que hoy representa: desarrollo, progreso, pero sobre
todo democracia.
Víctor Rodríguez Cedeño es exembajador de Venezuela ante las Naciones
Unidas
Vía El País. España
Que pasa Margarita
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