Thursday, February 17, 2011

Dictadores y millonarios

En: http://opinion.eluniversal.com/2011/02/17/opi_art_dictadores-y-millona_17A5171535.shtml

IGNACIO J. ÁLVAREZ |  EL UNIVERSAL
jueves 17 de febrero de 2011  12:00 PM
El poder sin control efectivo y la falta de transparencia facilitan la corrupción. Ello es doblemente cierto respecto a los dictadores. Por ejemplo, se ha conocido que Hosni Mubarak tiene aparentemente una inmensa fortuna, de billones de dólares, "reunida" durante sus años de servicio público al pueblo egipcio. Augusto Pinochet, por su parte, que se presentaba como modelo de honestidad intachable, murió despreciado cuando muchos años después se comprobó la corrupción que lo había caracterizado. Se podrían llenar muchas páginas de ejemplos similares.

Y es que los dictadores se sienten por encima del bien y del mal. Piensan que van a mandar mientras tengan vida, pero, por si acaso, se ven inclinados irresistiblemente a reunir fortunas que les permitan vivir holgadamente si llegasen a perder el poder. Además, deben pensar también en sus hijos, hijas, nietos y nietas. Y en los abogados que los defenderán.

De manera que profesan públicamente un amor ilimitado por su pueblo y su país, y claman una especie de unción sobrenatural o divina para regir sabiamente y por siempre los destinos nacionales. Usan el poder y la fuerza para tratar de anular la libertad de expresión y a sus oponentes políticos, y se molestan si se les dice dictadores. Prometen públicamente castigar con todo el peso de la ley cualquier acto de corrupción.

Mientras tanto, en privado, se aprovechan de ese poder descontrolado para hacer negocios personales con los dineros públicos. Escudados en el secreto y en el férreo dominio de los fiscales, los jueces y los contralores, van amasando inmensas fortunas que van depositando en cuentas personales, de familiares o de otras interpuestas personas o empresas en el exterior.

Y más tarde o más temprano se hace pública la verdad. Para ese momento los ex dictadores suelen estar en el exilio, en la cárcel o muertos. Entonces se viene abajo otra de sus aspiraciones máximas: ser recordados para la posteridad como líderes extraordinarios que cambiaron para bien los destinos de sus países. En su lugar logran dejar al final un recuerdo repulsivo, una sensación de traición a la confianza pública y la pregunta generalizada de cómo lograron mantenerse tanto tiempo en el poder.

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