TOMAS HORACIO HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
domingo 27 de febrero de 2011 05:44 PM
La huelga de hambre realizada por el movimiento estudiantil venezolano durante 23 días dejó mal parado al Gobierno a nivel internacional. La huelga en sí tuvo un alto impacto a nivel nacional, y este impacto penetró de tal manera en las cúpulas del poder que hasta provocó la reacción inmediata de los altos funcionarios rojos. Ese simple hecho, aun si se evalúa de manera aislada es una victoria temprana ya que el Gobierno ha demostrado en estos doce años que la única manera de establecer un diálogo es cuando se siente amenazado.
Como es natural en un gobierno semidemocrático o semitotalitario, como lo quieran llamar, las protestas en su contra tratan de ser capitalizadas por sus voceros a través de un discurso de igualdad y de respeto que de confiable no tiene absolutamente nada. De hecho, esos argumentos, tales como los de Cilia Flores cuando dice que "Queda demostrado que el Gobierno tiene la voluntad y capacidad de atender a través del diálogo y el respeto cualquier conflicto", son tan falsos como la invitación de diálogo con la oposición ofrecida por el presidente de la República. En Venezuela el Gobierno habla cuando está contra la pared, de resto está en un modo de ofensiva desenfrenada. Sin embargo, lo que los voceros oficialistas obvian en sus discursitos es que en primer lugar al referirse a la huelga y al responder sus demandas están legitimando a la misma, en segundo lugar que cuando gritan que en Venezuela hay libertad, respeto y diálogo, justamente demuestran lo que carecemos, y en tercer lugar que cuando deciden liberar a los presos políticos sin darse cuenta, la careta se les cae solita.
Ese último hecho es justamente la gran victoria a nivel internacional. El mundo se dio cuenta que en Venezuela existen perseguidos políticos. De hecho, la Interpol esta semana afirmó que muchos de los banqueros buscados a nivel internacional están siendo perseguidos por motivos políticos y no por crímenes como tal.
A pesar de no estar a favor de la huelga de hambre como método de protesta a nivel personal, debo admitir que en particular esta huelga fue muy oportuna. No se debe evaluar los resultados de la misma como un fenómeno aislado, sino más bien se debe evaluar en contexto con lo que está sucediendo en Túnez, Egipto y Libia. Una simple acción puede generar un efecto de dominó incontrolable. Los jóvenes con sus acciones se alzaron nuevamente con otro triunfo y demostraron lo volátil y temible que son como actor político.
El Gobierno se cuidó de eso, pero el daño ya estaba hecho.
Como es natural en un gobierno semidemocrático o semitotalitario, como lo quieran llamar, las protestas en su contra tratan de ser capitalizadas por sus voceros a través de un discurso de igualdad y de respeto que de confiable no tiene absolutamente nada. De hecho, esos argumentos, tales como los de Cilia Flores cuando dice que "Queda demostrado que el Gobierno tiene la voluntad y capacidad de atender a través del diálogo y el respeto cualquier conflicto", son tan falsos como la invitación de diálogo con la oposición ofrecida por el presidente de la República. En Venezuela el Gobierno habla cuando está contra la pared, de resto está en un modo de ofensiva desenfrenada. Sin embargo, lo que los voceros oficialistas obvian en sus discursitos es que en primer lugar al referirse a la huelga y al responder sus demandas están legitimando a la misma, en segundo lugar que cuando gritan que en Venezuela hay libertad, respeto y diálogo, justamente demuestran lo que carecemos, y en tercer lugar que cuando deciden liberar a los presos políticos sin darse cuenta, la careta se les cae solita.
Ese último hecho es justamente la gran victoria a nivel internacional. El mundo se dio cuenta que en Venezuela existen perseguidos políticos. De hecho, la Interpol esta semana afirmó que muchos de los banqueros buscados a nivel internacional están siendo perseguidos por motivos políticos y no por crímenes como tal.
A pesar de no estar a favor de la huelga de hambre como método de protesta a nivel personal, debo admitir que en particular esta huelga fue muy oportuna. No se debe evaluar los resultados de la misma como un fenómeno aislado, sino más bien se debe evaluar en contexto con lo que está sucediendo en Túnez, Egipto y Libia. Una simple acción puede generar un efecto de dominó incontrolable. Los jóvenes con sus acciones se alzaron nuevamente con otro triunfo y demostraron lo volátil y temible que son como actor político.
El Gobierno se cuidó de eso, pero el daño ya estaba hecho.
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