En: http://www.lapatilla.com/site/2011/10/02/alexander-guerrero-e-la-economia-politica-de-la-enfermedad-de-un-presidente/
Alexander Guerrero
La enfermedad de un gobernante en un mundo normal es un hecho también normal, ninguna actividad productiva es afectada. Los gobiernos son los primeros interesados en disipar cualquier elemento de ingobernabilidad e incertidumbre que la enfermedad del gobernante pudiese causar en la economía, así como en otros asuntos privados y públicos. En esos normales entornos los poderes se encuentran en franco balance constitucional para, entre otros, cubrir eventualidades como esas, inclusive hasta la falta absoluta del gobernante. El interés fundamental de los poderes públicos es asegurar un “business as usual”, por lo que el transcurso de la vida diaria en una nación no se detiene.
Solo una condición, además de las institucionales, es necesaria y suficiente para que ello ocurra: en democracia los ciudadanos están informados de cuanto ocurre y evaluar si el gobernante está o no incapacitado para ejercer sus funciones. Este no es el caso de lo que hoy ocurre en Venezuela, un país, con mala calidad y un rol pervertido de unas instituciones y poderes públicos que convergen -como consecuencia de una revolución política violenta, legalizada por perversión de la jurisprudencia y violación de la constitucionalidad- en un poder hegemónico y centralista; no califica con la “normalidad” institucional mencionada en el párrafo anterior para administrar con éxito la enfermedad del Jefe del Estado y sus potenciales efectos en la vida ciudadana, sus actividades fundamentales económicas y sus cosas familiares, así como la relación con el Estado y gobierno.
La “parábola” entre enfermedad y elección: ingenuidad estadística
La primera condición – información libre y formal- no se cumple, los venezolanos no poseemos información oficial documentada y depositada en los poderes públicos que certifique que el Presidente está bajo tratamiento médico, excepto la que el trasmite informalmente en sus cadenas y que se emite con elevado contenido político aprovechando sin rubor cierto sincretismo cultural del venezolano, lo cual es absolutamente perverso. Por lo tanto y por inducción del propio discurso político, un hecho normal como una enfermedad, ha alcanzado niveles de paroxismo político y polarización. La “cultura” del venezolano que en las peores condiciones lo dota para desearle, hasta al enemigo, rápida recuperación y mejora en su estado de salud, ha sido perturbada en lo que pudiéramos asimilar con el teatro del absurdo, a lo Ionesco, para aceptar un hecho absolutamente normal como una enfermedad del Jefe del Estado.
Gobierno y partido en función de objetivos electorales no escatiman recurso alguno para polarizar el impacto de la supuesta enfermedad, y hasta empresas de opinión pública actuando como grupos de interés y presión aliñan la controversia creándose una especie de “parábola” entre enfermedad y favoritismo electoral con fuerte penetración mediática, donde se juega políticamente sin escrúpulos con la ingenuidad de las estadísticas (correlaciones espurias) la relación entre el evento de salud y los chances electorales del presidente. Así, la opinión pública se ha dividido en torno a creer o no la enfermedad del Presidente, más allá de los rasgos externos. Si el Presidente está enfermo merece cura y descanso, y el país debe minimizar los costos relacionados.
Por lo tanto y en relación al desorden institucional causado durante todos estos años por la misma acción del gobierno en su agenda revolucionaria de violencia política institucionalizada dirigida a acabar con la economía privada y que ha descapitalizado la capacidad productiva de la gente y sus empresas con expropiaciones, violaciones de contratos, mutilación del marco jurídico que desestabiliza la actividad económica, se agrega este evento mal administrado de la enfermedad presidencial, entre otros porque no se dispone publica y oficialmente de información y certificación. Esta especie de teatro del absurdo ha incrementado el grado de incertidumbre y sus efectos en la economía causando mayor stress a la salud económica de la nación, con impacto negativo al consumo, inversión y empleo.
Esa incertidumbre se manifiesta en compras nerviosas, incremento en el efectivo circulante en manos del público y distorsión de la liquidez monetaria, parálisis en proyectos de inversión, desempleo, y desde luego contracción de la actividad económica. Los indicadores económicos a nivel microeconómico de estas últimas ocho semanas muestran esos efectos perversos causados por ese entorno de ingobernabilidad.
Los impactos en la economía
Y suma al estado de anormalidad de la actividad económica en estos años donde se siente los efectos perversos de la descapitalización de la economía inducida por agenda política en estos diez años y cuyas consecuencias son tangibles en los anaqueles de los mercados que muestran escasez orgánica y crónica de bienes de primera necesidad, creciente desempleo (subempleo), deficiencias extremas y suspensión de servicios públicos, electricidad y el del deterioro continuo de la infraestructura vial, con un parque automotriz mostrando una obsolescencia de más de 10 años, un parque aéreo del cual en los últimos días se ha podido observar los efectos de la descapitalización de ese sector; por deterioro del plantel educacional, de salud, de seguridad ciudadana; de desbordada inseguridad personal y de cuerpos de seguridad impedidos por cientos de razones políticas de cumplir su oficio de velar por la integridad ciudadana.
La variable política fundamental “el control de cambio” declarado por el Presidente en Enero del 2003 como “un control político” muestra un férreo racionamiento de divisas tanto en CADIVI, donde el Estado y el gobierno ya son el primer demandante y con privilegios para importar bienes y servicios> en ese mismo estado de perversión se muestra en el mercado de valores SITME donde a través de swap es posible vía subastas y vía arbitraje adquirir algo de divisas pero a un precio mayor en 25% que del dólar-CADIVI. Ello es indicativo que tenemos en curso una severa crisis de balanza de pagos, aun con un precio del petróleo a 85$/barril, pero que se agudizaría dado el entorno recesivo que parece apoderarse de la economía mundial. Las reservas internacionales apenas para cubrir unos cuatro meses de importación, y en una economía donde una arepa hoy se construye con las dos terceras partes de insumos importados, la vulnerabilidad por balanza de pagos es evidente. El impacto lo vemos en escasez e inflación, fenómenos que tienden a agudizarse, vista las angustias económicas internacionales que señalan un “retorno” a una recesión o estancamiento, y que ya muestra una caída de un 18% en los precios del de sus máximos de fines del invierno.
Pero las cosas no terminan allí, las demandas por reparos contra Venezuela por la masiva violación de contratos que el gobierno revolucionario ejecuto en estos años y que llevo a la estatificación forzada y otras acordadas, de grandes proyectos y empresas en la industria petrolera , en el cemento, en el oro, por expropiación de empresas procesadoras de café y alimentos, así como las expropiaciones de tierras y proyectos agropecuarios a venezolanos y residentes han constituido una deuda “contingente” que podría alcanzar los 25000 millones de dólares. La revolución sin duda alguna ha puesto al país y a la economía de los venezolanos, incluyendo infraestructura y empresas públicas (CVG por ejemplo) al borde de una ruina.
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