RICARDO GIL OTAIZA | EL UNIVERSAL
viernes 10 de febrero de 2012 12:45 PM
Lo afirmado por Hugo Chávez en el acto de conmemoración del 4F, en cuanto a que nuestras fuerzas armadas son "chavistas y revolucionarias", amén de representar una grave ofensa para la dignidad de esa institución, constituye un claro mensaje de la aspiración de verlas convertidas en su guardia pretoriana. Así nomás. Y si a esas declaraciones aunamos las imágenes que nos enviaban los medios de comunicación, de los presidentes de Cuba y de Nicaragua, quienes fueron invitados de honor en esa no tan memorable fecha, que debería ser repudiada por el mundo civilizado, pues no nos queda otra alternativa sino comprender el talante del jefe del Estado, quien no pierde oportunidad para arrimar agua a su molino, en un intento desesperado por intimidar a las fuerzas democráticas que pugnan por el restablecimiento de la institucionalidad caída.
Sin duda que todo esto representa para Venezuela una hora menguada. La exhibición en el acto del 4F de lo más representativo del gorilato de América Latina, así como la deshonra para nuestras fuerzas armadas con una afirmación que las desnaturaliza y pretende adocenar, viene a confirmar lo que desde hace tiempo es un rumor a voces: la nación venezolana es llevada a pasos agigantados por los escabrosos caminos del militarismo.
Se equivoca el Presidente si cree que nuestras fuerzas armadas atienden a personalismos y a intereses mezquinos. Independientemente de que haya miembros que comulguen con el régimen y hasta lleguen a gritar consignas ideológicas (tal vez impelidos por las circunstancias), eso no implica que todo el componente de la armada se vaya a prestar a traicionar su juramento en aras de un proyecto hegemónico.
Nada de eso. A la hora de las chiquitas en el seno de las fuerzas armadas aflorará —estoy seguro— su espíritu libertario, su apego a las leyes y su respeto al colectivo social. En vano busca el Presidente adoctrinar un cuerpo profesional, bien formado, conocedor de la realidad planetaria y del denominado equilibrio geopolítico. Todos estos actos no pasan de ser mero exhibicionismo en medio de un contexto fuertemente polarizado, que anhela con todas sus fuerzas dar cauce a una nación que al parecer ha perdido su rumbo.
Tirios y troyanos aspiramos un país mejor, e independientemente de los colores partidistas y de las ideologías decimonónicas que buscan resucitar de sus cenizas, nadie a estas alturas desea que las trágicas experiencias de países como Cuba, se calquen para esta nación. Puede seguir Hugo Chávez haciendo alarde del poderío bélico de sus juguetes de guerra, pero en la mente y en el corazón de buena parte de los venezolanos laten con gran brío sus anhelos de vivir en democracia; pero no en una democracia de a mentiritas como la que tenemos, sino en una democracia verdadera: de oportunidades, de respeto y de paz. Y sobre todo, una democracia con un poderoso estado de derecho, que nos dé garantías auténticas como ciudadanos de esta grandiosa tierra y de un mundo sin fronteras.
Sin duda que todo esto representa para Venezuela una hora menguada. La exhibición en el acto del 4F de lo más representativo del gorilato de América Latina, así como la deshonra para nuestras fuerzas armadas con una afirmación que las desnaturaliza y pretende adocenar, viene a confirmar lo que desde hace tiempo es un rumor a voces: la nación venezolana es llevada a pasos agigantados por los escabrosos caminos del militarismo.
Se equivoca el Presidente si cree que nuestras fuerzas armadas atienden a personalismos y a intereses mezquinos. Independientemente de que haya miembros que comulguen con el régimen y hasta lleguen a gritar consignas ideológicas (tal vez impelidos por las circunstancias), eso no implica que todo el componente de la armada se vaya a prestar a traicionar su juramento en aras de un proyecto hegemónico.
Nada de eso. A la hora de las chiquitas en el seno de las fuerzas armadas aflorará —estoy seguro— su espíritu libertario, su apego a las leyes y su respeto al colectivo social. En vano busca el Presidente adoctrinar un cuerpo profesional, bien formado, conocedor de la realidad planetaria y del denominado equilibrio geopolítico. Todos estos actos no pasan de ser mero exhibicionismo en medio de un contexto fuertemente polarizado, que anhela con todas sus fuerzas dar cauce a una nación que al parecer ha perdido su rumbo.
Tirios y troyanos aspiramos un país mejor, e independientemente de los colores partidistas y de las ideologías decimonónicas que buscan resucitar de sus cenizas, nadie a estas alturas desea que las trágicas experiencias de países como Cuba, se calquen para esta nación. Puede seguir Hugo Chávez haciendo alarde del poderío bélico de sus juguetes de guerra, pero en la mente y en el corazón de buena parte de los venezolanos laten con gran brío sus anhelos de vivir en democracia; pero no en una democracia de a mentiritas como la que tenemos, sino en una democracia verdadera: de oportunidades, de respeto y de paz. Y sobre todo, una democracia con un poderoso estado de derecho, que nos dé garantías auténticas como ciudadanos de esta grandiosa tierra y de un mundo sin fronteras.
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