La vuelta de Moscú a la
gobernanza global depende de un pacto sobre la OTAN y la UE
La
exclusión de Rusia del Grupo de los Ocho (G-8) y ahora, según parece por la
espantada de Vladimir Putin en Brisbane, también del Grupo de los Veinte
(G-20), puede alterar el equilibrio europeo y mundial. El actual imperio ruso
fue miembro del G-8, que es lo más parecido a un gobierno mundial que haya
existido nunca, desde 1997, y del G-20, desde su fundación en 2008.
Cuando se
creó a principios del decenio de 1970, el Secretario de Estado de EE.UU., Henry
Kissinger, proclamó que el G-7 “provee una especie de directoire (sic) político
de las democracias industriales… y lanza una nueva era de cooperación económica
y política institucionalizada entre las democracias”. En coherencia con ello,
el G-7 no consideró la candidatura de la China dictatorial. Sin embargo, tras
la disolución de la Unión Soviética en 1991 y durante el periodo inicial de
liberalización, el G-7 celebró una serie de reuniones pos-cumbre con el líder
electo de la nueva Federación Rusa, Boris Yeltsin, como “invitado especial”.
Tras la reelección de Yeltsin como presidente de Rusia en 1996, el presidente
de EE.UU. Bill Clinton tomó una iniciativa. En sus propias palabras: “Le dije a
Yeltsin que si aceptaba la expansión de la OTAN y el acuerdo OTAN-Rusia, yo me
comprometería a no estacionar prematuramente tropas o misiles en los nuevos
países miembros y a apoyar la candidatura de Rusia en el nuevo G-8, la
Organización Mundial de Comercio y otras organizaciones internacionales. Hubo
acuerdo”.
Concretamente,
algunos antiguos miembros de la Unión Soviética (Estonia, Letonia y Lituania)
se convirtieron en miembros de la OTAN y más tarde de la Unión Europea (UE), al
igual que ocurrió con otros países que habían estado bajo control estratégico
soviético en el Pacto de Varsovia (Polonia, República Checa, Hungría,
Eslovaquia, Bulgaria y Rumania). De este modo, la OTAN y la UE extendieron
enormemente sus límites orientales. En aquel momento, Ucrania fue dejada fuera
del acuerdo e implícitamente bajo la influencia del imperio ruso, al igual que
Moldavia, Georgia y otras antiguas repúblicas soviéticas, pero sus poblaciones
están divididas acerca de su afiliación imperial favorita.
La crisis de
Ucrania ha mostrado la vulnerable asimetría de fronteras entre Europa y la
Federación Rusa
Yeltsin
sentía que la fórmula previa de reuniones separadas con los Sieteera
inaceptable, ya que “dejaba a Rusia como si fuera un estudiante pasando un examen”.
En la reunión del G-7 de 1997, Rusia fue formalmente admitida como miembro de
lo que se empezó a llamar entonces Grupo de los Ocho. El presidente ruso
proclamó: “¡Rusia ha sido aceptada en el club de elite de los estados!”. El
acuerdo fue implícitamente renovado en el primer encuentro entre el presidente
de EE UU, George W. Bush, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en 2001.
Putin objetaba al despliegue de nuevos misiles de la OTAN (una vez pasado el
periodo “prematuro” previsto por Clinton). Pero ambos declararon haber
encontrado las bases de una relación de respeto mutuo y cooperación.
La crisis
de Ucrania ha mostrado la vulnerable asimetría de fronteras entre la UE y la
Federación Rusa. Por un lado, la integración europea eliminó las líneas de conflicto
que habían generado las peores guerras de la historia: las fronteras entre
Alemania, Francia, Austria, Polonia, etcétera. Por otro lado, la desintegración
soviética y la subsiguiente creación de numerosos nuevos estados aumentaron las
líneas fronterizas con conflictos potenciales. Rusia ha promovido la secesión
de Transnistria en Moldavia y la de Osetia del Sur en Georgia, ha anexionado
Crimea, trata de romper más a Ucrania y amenaza con dejar de respetar la
pertenencia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de algunos
de los otros países que habían estado bajo su área de influencia.
De hecho,
Rusia nunca fue incorporada a las reuniones regulares de los ministros de
finanzas del G-7. Pero participó en 17 reuniones anuales en la cumbre del G-8 y
organizó una (en San Petersburgo en 2006). El pasado junio le tocaba otra vez
el turno a Rusia de organizar y presidir la reunión en la cumbre, pero el
cenáculo se canceló y los siete miembros restantes se reunieron en Bruselas.
Dado que hay amplio acuerdo en que el actual régimen político de Rusia ya no es
democrático, su exclusión del directorio mundial sería coherente con los
criterios políticos que informan su composición.
Hay un amplio
acuerdo en que el régimen ruso actual no es democrático
Pero el
G-20, del que ahora Rusia también parece desentenderse, no tiene en cuenta el
criterio democrático, ya que las dictatoriales China y Arabia Saudita también
forman parte del mismo. El G-20 es, de hecho, el segundo círculo del G-8.
Inicialmente era una reunión periódica de ministros de finanzas y gobernadores
de bancos nacionales y, desde el estallido de la crisis de 2008, incluye
también una cumbre anual de los jefes de gobierno. El G-20 pretende estar
formado principalmente por las 21 economías más grandes, incluida la UE, con
algunos ajustes en contra de Europa y a favor de América Latina y Sudáfrica.
En la
práctica, el G-20 básicamente amplía la base de apoyo y el alcance de los
compromisos directos previamente negociados por el G-8. Los foros de
deliberación y construcción de consenso incluyen reuniones periódicas de los
veinte ministros de relaciones exteriores, finanzas, comercio, trabajo,
turismo, agricultura y otros. El grupo ha creado su propio Consejo de
Estabilidad Financiera, con sede en Basilea. También se han formado grupos de
presión muy activos por organizaciones de negocios (B-20), trabajo (L-20),
jóvenes (Y- 20), sociedad civil (Diálogo Civil C-20), académicos y grupos de
investigación (T-20).
Rusia
sigue siendo es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas y uno de los ocho países con un director ejecutivo
asegurado en las Juntas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Los jefes de estas y otras organizaciones globales asisten regularmente a las
reuniones del G-8 y del G-20 y en la práctica desarrollan y ejecutan, junto con
los estados miembros y la UE, las decisiones de las cumbres y de las reuniones
sectoriales de ministros. Por esta vía, Rusia todavía se mantendrá en el círculo
operativo de gobierno mundial. Pero el establecimiento de unos claros límites
orientales de la OTAN y de la UE parece una condición necesaria para la
reincorporación de Rusia a la gobernanza global y, con ello, para la
estabilidad y la paz.
Josep M. Colomer es
autor del libro How Global Institutions Rule the World(Palgrave-Macmillan),
de próxima publicación en castellano con el titulo El gobierno mundial
de los expertos (Anagrama).
Vía El País. España
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