En: http://www.lapatilla.com/site/2014/11/27/trino-marquez-tiby-y-la-provocacion-de-los-rojos/
Trino Márquez
Tibisay Lucena, presidenta del CNE desde 2006, ha sido una pieza
clave en el andamiaje electoral montado por el régimen rojo para darle
un revestimiento legal al modelo hegemónico construido a lo largo de
dieciséis años. Tibisay ha permitido todos los abusos de poder,
peculados de uso, excesos e intimidaciones que Hugo Chávez y el PSUV
cometieron, y que continuaron en una escala mayor con Nicolás Maduro.
La máxima autoridad de un poder constitucional realmente independiente,
jamás habría permitido que se cometiesen tantos desmanes contra la
legalidad, los candidatos y partidos opositores y los votantes. La
pérdida de legitimidad y prestigio del CNE está asociada a su deleznable
comportamiento al frente de ese ese organismo colegiado.
El período de Lucena, inicialmente de siete años, expiró en abril de
2013. Cuando se habla de cambios en el CNE inmediatamente se piensa en
la su salida y sustitución por una persona equilibrada, capaz de actuar
como juez imparcial en la conducción del órgano que planifica, organiza y
dirige la elección, mecanismo que legitima el sistema democrático, de
las autoridades del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo..
La Presidenta del CNE, por lo visto, no piensa lo mismo. Se considera
eterna e imprescindible. Decidió postularse de nuevo como rectora del
órgano electoral. Esta postulación, junto a la de Sandra Oblitas, no es
casual. Ambos personajes están demasiado atadas a la estructura de poder
construida por el régimen, para adoptar una iniciativa como esa por
cuenta propia. No conozco los detalles de los acuerdos, pero puedo
suponer que la postulación de las dos rectoras en ejercicio forma parte
de una estrategia concebida por los rojos para sembrar desconfianza,
incertidumbre y desazón entre los electores de la oposición. Se busca
desestimular la concurrencia a las elecciones legislativas de 2015.
Todos los números desfavorecen al Gobierno, a Maduro y al PSUV. A la
consulta interna del PSUV del domingo 23 de noviembre no acudió nadie.
Al Gobierno no le sirvió la hegemonía comunicacional ni siquiera para
movilizar a sus electores, población que mantiene cautiva y chantajeada a
través de distintos empadronamientos: las misiones, las UBCh, las Salas
de Batalla Electoral, las pensiones. Con todo el control que poseen,
apenas lograron movilizar menos de 8% de supuestos militantes del
partido. La abstención fue la protagonista de esa cita.
El desplome del régimen no logran ocultarlo la propaganda abusiva, ni
la continuas y latosas cadenas que ordena Maduro. La grave situación
creada por la inflación, la escasez, el desabastecimiento y la
devaluación acelerada del bolívar frente al dólar, desbordaron la
capacidad de manipulación del Gobierno. Si la oposición se concentrara
en las elecciones del año entrante, los pronósticos que auguran una
derrota segura del oficialismo en las elecciones de la Asamblea
Nacional, se cumplirían. La nomenclatura oficialista está frente al
dilema de realizar esos comicios o suspenderlos. Como esta segunda
opción tendría un costo político muy levado en el plano internacional,
seguramente optarán por avanzar hacia esas elecciones.
La pregunta crucial pasa a ser: ¿cómo avanzar? La respuesta me parece
obvia: creando la mayor cantidad de sospechas y dudas acerca de la
posibilidad de que la oposición, que cuenta con un sólido respaldo en
los sondeos de opinión, triunfe en 2015 y obtenga la mayoría de los
escaños que le corresponderían. Se impone, por lo tanto, desestimular la
concurrencia a esas elecciones por parte de los simpatizantes de
opositores. Hay que consolidar la imagen de que esos comicios estarán
rodeados del abuso y la parcialización del árbitro electoral, como en
los sufragios realizados después de 1999.
Tibisay Lucena calza perfectamente en ese esquema. Los rojos aspiran
que la gente la imagine bajando una vez más la famosa escalera del CNE y
anunciado los resultados de los comicios legislativos. Con esa imagen
tenebrosa, que ahuyenta a muchos demócratas sugestionables, juega el
Gobierno.
El antídoto ante ese proyecto que fomenta la desesperanza reside en
prepararse para asistir a las elecciones legislativas con los mejores
candidatos y programas y la más sólida estructura operativa. Contra ese
fármaco no existe artificio que valga.
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