No es
verdad”. Así de tajante fue la respuesta de un alto funcionario del gobierno de
Estados Unidos a la afirmación de fuentes diplomáticas españolas de que el ministro de
Relaciones Exteriores de España, José Manuel García-Margallo, llevaba “mensajes
muy concretos” de Washington a La Habana, donde se encuentra de visita
oficial.
Desde el
Departamento de Estado, presunto origen de la supuesta petición, la respuesta
era menos contundente y más abierta a la interpretación: “No confirmamos. Nos
remitimos al gobierno de España para cuestiones sobre el viaje del ministro”, replicaron
a preguntas de EL PAÍS.
Bajo el
mandato de Barack Obama, el gobierno de EE UU ha empezado a hablar cara a cara
con algunos de sus enemigos históricos, como muestran las intensas
negociaciones del secretario de Estado, John Kerry, con su par de Irán, Mohamed
Javad Zarif, este fin de semana en Viena.
Pero
aunque ha habido no pocos contactos entre funcionarios de nivel intermedio de
Cuba y EE UU -para tratar desde temas migratorios a la reciente
epidemia de ébola en África- el vis à vis de sus más altos
responsables está aún por ocurrir.
La oportunidad
para ello no está sin embargo lejos: tanto Obama como Raúl Castro están
invitados, en abril, a la Cumbre de las Américas, la reunión que cada tres años
reúne a todos los jefes de Estado y gobierno del hemisferio y que en esta
ocasión contará también, por primera vez, al presidente cubano, por reclamo
casi unánime de sus colegas latinoamericanos.
Dado que
la invitación no ha sido aún girada oficialmente por el gobierno panameño,
Washington no ha tenido que confirmar por el momento su asistencia, ni a qué
nivel lo hará. Pero crecen las presiones para que acuda, y que lo haga al más
alto nivel, es decir, que vaya Obama, como ha hecho en las dos citas
anteriores.
Ello
haría que, con gran probabilidad, se produzca un encuentro cara a cara entre
los presidentes en activo de EE UU y Cuba eludido durante más de medio siglo,
salvo el breve apretón
de manos entre Obama y Castro hace ahora un año en el funeral por Nelson
Mandela.
La
presión hacia Washington no proviene solo de América Latina y de algunos de sus
máximos aliados en la región, como Colombia. El influyente The New York
Times lleva semanas criticando el embargo contra la isla y la falta de
gestos hacia Cuba desde sus páginas editoriales, donde han salido publicados ya
seis artículos sobre el tema, en inglés y español, en poco más de un mes.
Pero para
que la inédita imagen de un presidente estadounidense sentado en la misma mesa
que un líder de la revolución cubana se produzca, hay que superar primero un
escollo diplomático con nombre y apellidos: Alan Gross, de cuya detención en La Habana
está a punto de cumplirse el simbólico quinto aniversario.
Washington
ha puesto como condición innegociable para cualquier gesto hacia Cuba la
liberación de este contratista de 65 años, condenado a 15 de cárcel por
introducir equipos con acceso a Internet. La Habana por su
parte ofrece un canje de Gross por los tres de los cinco agentes cubanos que aún cumplen largas
condenas de cárcel -uno de ellos incluso dos cadenas perpetuas- por espiar a la
disidencia.
Aunque el
gobierno estadounidense ha rechazado oficialmente este canje, expertos en las
relaciones bilaterales coinciden en que prácticamente solo una negociación en
este tema podría dar resultados. Y ponen como ejemplo la Crisis de los Misiles que medio siglo atrás
enfrentó a los icónicos John F. Kennedy y Fidel Castro y que puso al mundo
entero al borde de una guerra nuclear total. La crisis se resolvió cuando el
líder soviético Nikita Jruschov accedió a retirar sus cabezas nucleares de
Cuba. A cambio, en secreto, EE UU se comprometía a no invadir la isla y a
desmantelar, unos meses más tarde, los misiles nucleares Júpiter que había
desplegado en Turquía.
La
negociación de la liberación de Gross y los tres espías cubanos podría seguir
el mismo patrón, señalan los analistas: primero Gross, pero con el acuerdo
sellado de que los cubanos
saldrán de prisión poco después.
Pero es
difícil hilar tan fino cuando no hay conversaciones directas, y ahí aparece de
nuevo la importancia de potenciales emisarios: políticos o personajes
influyentes con una buena relación con los dos gobiernos que puedan establecer
un canal de comunicación lejos de los focos.
“Una cosa
es que España le diga a Cuba que (liberar a Gross) sería un buen paso, y nosotros
lo saludaríamos. Pero no vamos a sugerir que estamos trabajando a través de
España en esto”, señalan fuentes oficiales estadounidenses al respecto.
Precedentes
no faltan. Como cuentan William LeoGrande y Peter Kornbluh en su recién
publicado “Backchannel to Cuba”, desde Gabriel
García Márquez a periodistas, empresarios o políticos de terceros países han
servido para pasar mensajes entre La Habana y Washington durante el último medio
siglo de relaciones congeladas.
Tras la visita del presidente de
Uruguay, José Mujica, al Despacho Oval el pasado mayo, el semanario
uruguayo Búsqueda afirmó que Obama le había
entregado un mensaje para Raúl Castro. Ninguna de las partes lo quiso
confirmar. Con García-Margallo, pese al desmentido de Washington, podría
abrirse de nuevo la puerta.
Vía El País. España
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