Alonso Moleiro
“El problema es el modelo”. Es una frase
que se escucha con frecuencia en estos días. La decadencia nacional
también es la expresión del fracaso de una forma de interpretar el
estado. Ha fracasado la hiperconcentración, la centralización, la
sobreesatización, la fantasía comunal. La continuidad de estos males
continuará agudizando la agonía nacional. El país ha desperdiciado
enormes cantidades de dinero, está devaluada de nuevo, y hoy tiene muy
poco de pie. Es un fracaso económico y productivo, pero también social y
político. El fracaso de una manera de aproximarse a Venezuela.
En el –así llamado– modelo bolivariano
podemos identificar sin el menor esfuerzo, en términos más amplios,
también, el fracaso de un modelo de gestión. Son taras que se expresan
en la lentitud de los servicios y la crónica inoperancia de todos los
aspectos de la vida cotidiana. En este momento presentan un indeseable
tejido graso adicional gracias a nuevos errores cometidos por el
chavismo en la economía, expresados en la inflación y el
desabastecimiento. Jorger Giordani se puso a administrar personalmente
los precios: triplicó la inflación. Corpolec es una rémora pero también
faltan toallas sanitarias.
Ecuador y Bolivia, naciones del Alba, se
aproximaron con prudencia a los mandatos de la economía, respetaron al
sector privado, filamento natural de la producción en el mundo moderno,
fomentaron la inversión y el ahorro, y hoy presentan balances económicos
claramente más confortables que los nuestros. Entre otras cosas, captan
talento académico mal pagado en las asediadas universidades autónomas
venezolanas, con mucho que aportar en aquellos parajes, con jugosas
propuestas salariales que les permiten mejorar las plantas profesionales
de aquellos y el horizonte vital de éstos.
Agropatria, Edelca, Sidor, Venalum,
Alcasa. Quiebra, dispendio, ausentismo, irresponsabilidad. Pdvsa,
compañía con la cual se ha traficado políticamente de forma
imperdonable: hace rato que es incapaz, por ejemplo, de suplir sola la
demanda nacional de aceites para motores, que también están escaseando.
Los activos nacionales convertidos en chatarra. Se malbaratan fortunas
en grandes misiones y proyectos comunales de fantasía, se lastiman de
forma gravísima las arcas nacionales y se produce una alarmante
desinversión. Se ha lastimado al comercio, una actividad fundamental en
cualquier economía sana. Por eso es que no hay enjuagues para el pelo ni
el resto de las fruslerías burguesas que tanta fruición clandestina le
produce al gobierno.
Queda afectado, también, el margen de
respuesta institucional de las alcaldías y gobernaciones, instancias
naturales en la relación del ciudadano con el estado. Hoy están mucho
más debilitadas, y su margen de maniobra es muy inferior al de hace 15
años. Tampoco acá hay modelo de gestión comunal alguna al cual
anteponer. El estado centraliza, el dinero se bota, y el país se hunde
socializando la miseria. Necesitar acetaminfonen en tiempos de
chinkunguña, y no tenerlo, expresa una situación miserable.
Las cosas podrían estar bastante menos
mal en Venezuela con un mínimo de sentido común. El espíritu de la
Constitución está siendo quebrantado. Venezuela es una República Federal
y Descentralizada. Es necesario postular de nuevo el estado federal. La
desconcentración de competencias y la gestión mixta, estado promotor,
sector privado actor, con nuevas y mejores formas de socialización del
capital. Ese debería ser, también, parte del debate nacional planteado
en las venideras elecciones parlamentarias de 2015.
No comments:
Post a Comment