Marcelino Bisbal
Viendo lo que ha sucedido en estas tres
últimas semanas del año en relación con la elección de los rectores del
CNE, de los miembros del Poder Ciudadano y de las nuevas autoridades del
TSJ, he recordado las páginas que Fernando Savater escribió sobre la
ética (Ética para Amador, 1991), y el ensayo de Luis Castro Leiva (Ética y nación, 1996).
El asunto tiene que ver con la relación que existe o que debe existir
entre ética, política y democracia. Conviene reflexionar, aunque sean
tan solo unos breves apuntes, sobre la importancia que tienen esos tres
temas en el momento presente.
Cuando los ciudadanos observamos el
comportamiento de los diputados del partido de gobierno, cuando vimos
cómo la mayoría simple de los asambleístas ignoró la Constitución y
cuando apreciamos cómo se violentaron las más elementales reglas del
debate político…entonces empezamos a releer y apreciar las notas de
Savater y Castro Leiva para tratar de clarificar y de entender qué tiene
que ver la ética con lo que pasó, cómo explicar desde allí —en el
actual contexto político y desde la conciencia política— la conducta
asumida por la Asamblea Nacional y por el Tribunal Supremo de Justicia, y
cómo entender desde esas acciones la relación entre ética y política o
cómo las pone en juego el actual Gobierno.
Mientras el filósofo Fernando Savater
nos dice que la ética tiene que ver con la libertad, con las relaciones
humanas, con el pensamiento (libertad de discurrir) y con nuestra
capacidad de acción y de decisión, Luis Castro Leiva da un paso más y
nos plantea que la idea y acción de libertad política se
sustenta en una concepción de ética que tiene que ver con nuestras
acciones públicas y cotidianas, con nuestras virtudes, con lo que
hacemos y dejamos de hacer y, taxativamente, nos esboza el sentido de
una ética ciudadana al expresar que “la ética se haya situada en el
interior de lo político; que no es concebible en la práctica fuera de
semejante ámbito, aunque la calidad de sus prácticas pueda poner en duda
esa concepción. Enunciado de un modo fuerte o enfático esto puede
decirse así: la ética solo es concebible y practicable como parte de la
política”.
Las acciones ejercidas desde la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia nos hablan de la barbarie
instaurada como forma de hacer política. Cuando desaparece la
discusión, la imposibilidad de refutar ideas del contrario con razones,
cuando se impone la tiranía de las mayorías, no puede salir ninguna
verdad. El resultado siempre será la imposición y la forma
inconstitucional. La política tiene unas reglas, tiene una ética que ha
sido abrazada por la civilización-ilustración (en definitiva por la
modernidad). Ella es el espacio de discusión de donde deben surgir ideas
y pensamientos que hayan sido confrontados con otras ideas y otros
pensamientos. Esto es precisamente lo que no se ha dado en esas
designaciones. Triunfó, una vez más, la barbarie entendida en palabras
de Fernando Mires como la antipolítica. Textualmente: “La política es
solo una invención que nos permite, entre otras cosas, ser menos
bárbaros de lo que seríamos sin la política. El dilema, por lo tanto, es
otro. El dilema es si la política es subsumida en la barbarie o la
barbarie es subsumida en la política”.
La antipolítica asume medios no
democráticos para hacer la cosas. Esta es una verdad que no creo
aprendan los que gobiernan aquí y ahora al país. Asumir la ética como
principio de acción en la política debería ser una regla para quienes
nos oponemos a esta manera de gobernar y esta forma de concebir la
nación.
Bien harían nuestros políticos de la
bancada oficialista y de los partidos democráticos en leer los textos
que han sido la fuente de ideas para este breve ensayo. Sería un buen
propósito en este comienzo de año 2015. La idea de hacer esas lecturas
no es para dar brillantes discursos, sino para traducirlas en acciones
prácticas y ciudadanas para el bien del país y su gente. Para que el
dilema de Faustino Sarmiento entre civilización y barbarie se incline
hacia la civilización, evitando que el des-orden se siga imponiendo en
el año que se inicia.
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