Editorial de El País
La decisión del expresidente del
Gobierno español, Felipe González, de ejercer la defensa de dos destacados
líderes opositores encarcelados por el Gobierno venezolano tiene importantes
connotaciones que pueden influir positivamente en el peligroso deterioro de la
democracia y los derechos humanos bajo la presidencia de Nicolás Maduro. Vaya
por delante el reconocimiento del gesto audaz de González, al que deberían de
sumarse cuanto antes otros líderes políticos de talla internacional.
La iniciativa,
adelantada por EL PAÍS, recuerda a Maduro que el encarcelamiento de Leopoldo
López y de Antonio Ledezma —los dos principales presos políticos del país— va
contra cualquier convención democrática, y que en ningún caso va a ayudar a
resolver los gravísimos problemas de Venezuela. Es, sobre todo, un recordatorio
de que la comunidad internacional no puede olvidarse de ellos.
Además de lo que este gesto puede
suponer para salvaguardar la integridad física de los dos encarcelados y del
conjunto de la oposición, hay otro elemento sustancial. Buena parte de los
Gobiernos de la región han asistido con cierta pasividad al deterioro de la
democracia en Venezuela. Por las razones que sea, da la impresión de que no han
hecho los esfuerzos suficientes para ayudar a disipar el cada vez más
enrarecido clima político en Venezuela: la existencia de presos políticos —y no
como dice Maduro, “políticos presos”— retrotrae a décadas ya superadas
prácticamente en América Latina. La defensa que González asume de Santos y Ledezma
ya desencadenó ayer reacciones muy positivas de aprobación que vienen a paliar
esa indiferencia y falta de reacción ante el desastre político y social de
Venezuela.
La decisión coincide con las
voces que desde hace meses sugieren la conveniencia de un papel activo de
mediación por parte de personalidades de prestigio que logren desatascar una
situación cada vez más peligrosa. Ya hace pocas semanas el presidente de
Colombia, Juan Manuel Santos, ofreció su concurso, pero la propuesta no tuvo
acogida por parte de Caracas.
No se trata, en ninguno de los
casos, de injerencias externas ni de actitudes agresivas. Al contrario. Maduro
debe entender que el país que preside necesita de todas las ayudas posibles y,
desde luego, de espacios de diálogo entre su Gobierno y la oposición, y que
mantener en la cárcel a líderes políticos sin que ello tenga ninguna
consecuencia es, sencillamente, imposible.
Vía El País. España
No comments:
Post a Comment