Enrique Meléndez
Aquí
es donde los venezolanos demostramos por qué somos considerados ampulosos; en
este caso, henchidos de corazón. Ahora es cuando hemos visto correr la tinta
pareja por esos pasquines del oficialismo con mucha vena antiimperialista; que
decir imperialismo para esta gente es hablar de los EEUU; aquí no hay, para
ellos, imperialismo rastacuero como el cubano o el chino: hasta Chávez ya tenía
pegado el acento cubiche, por su demasiada cercanía con Fidel Castro, y por
donde comienza la malformación de la conciencia de esta gente; pero decía que
ha llovido la tinta pareja de vena antiimperialista; donde no dejan de haber
sus chantajes, por lo demás, hacia nosotros, los que no comulgamos con sus
ideas, emplazándonos a que nos pronunciemos, en relación a esta amenaza, que se
cierne sobre el país, y la que no pasa de ser una medida de confiscación de
bienes y dinero de un grupo de altos oficiales, así como altos funcionarios del
poder ejecutivo y legislativo arbitrarios y de conducta muy inescrupulosa; que
habían venido invirtiendo parte de su fortuna en los EEUU, y a quienes se les
considera que han violado los derechos humanos en nuestro país, por lo cual se
ha deducido que por prestarse a hacer semejante papel han tenido que haber
recibido soborno, y parte de los dividendos de ese soborno son esas inversiones
que han hecho en suelo estadounidense, y que ahora se les retiene; mientras
venga un gobierno que reclame por ellas: he allí lo que constituye,
supuestamente, una arremetida de Barack Obama contra el pueblo de Venezuela, y
su muy “envidiada revolución”.
Esto es para coger palco: se declaró
otra octavita de carnaval, tan pronto apareció el famoso decreto de Obama;
desde el viernes de la semana anterior esta gente comenzó a sacar
manifestaciones a la calle: Caracas toda se llenó de autobuses, y luego los
franela roja marchando por la ciudad. Los cien mil trabajadores de Pdvsa fueron
traídos a la capital, y a los que se les unían los empleados de la
administración central; de modo que hubo abundante masa de gente pidiéndole
respeto a esos gringos; como se leyó en las paredes con los grafitis que dejaba
la marea roja a su paso: agua durante el día, que se repartía en cada esquina,
para que los marchantes se refrescaran del inclemente sol, que ha estado más bravo
que nunca durante estos días, y caña durante la noche con templetes de
orquestas y de conjuntos de todo tipo: un gasto dispendioso. ¿Cuánto vale mover
a esa gente; repartirle comida y viáticos? Pero, para nada, para darle sustento
a una mentira; que, como dice Octavio Paz, su práctica está instituida entre
nosotros de una manera constitucional, y alcanza zonas muy profundas de nuestro
ser. ¿Quién se ganó unos reales aquí? Primero, el que vendió las franelas;
luego, el que las tiñó, y les colocó una consigna que decía: Obama deroga
decreto ya, y que a Delcy Eloína le quedaba de lo más bien.
He allí lo que se conoce como un
imposible, y es por esto el carácter bufo de toda esta opereta, que no nos
lleva a nada, y que no justifica semejante gasto. Firmas: ¿para qué? Esto tiene
mucho de aquel gesto de Chávez, cuando le sacó a Obama el libro de Eduardo
Galeano, “Las Venas Abiertas de la América Latina”; que se tomó más como una
payasería, que como una expresión de resistencia latinoamericanista de parte de
un revolucionario de este continente; porque primero, y principal, el autor de
la obra ya incluso ha confesado que no está de acuerdo con algunos puntos de
vista, de los que él maneja allí, luego porque Obama no lo iba a leer.
Sobre todo porque frases, como esa
del Libertador, de que los EEUU están llamados a plagar de miseria a los
pueblos del sur de su territorio, y que en estos días se ha citado hasta el
hartazgo, en la actualidad están en discusión; partiendo del hecho mismo de que
Bolívar cuando dice estas cosas, está pensando en la posibilidad de asumir un
protectorado inglés, y que es lo que lleva a muchos historiadores a explicar el
por qué no se declaran bolivarianos; y esto porque éste partía de la idea de
que: “la América es ingobernable para nosotros”, tal como se lo expresa en la
famosa carta que le escribe a Juan José Flores poco antes de su muerte; pero,
además, porque, aun cuando, un nacionalismo decimonónico hizo gala de su don de
visionario a partir de la misma, para elaborar libros, precisamente, como ese
de Galeano, a Bolívar la historia no le dio la razón, y en eso estoy de acuerdo
con un hombre como Carlos Rangel, quien considera en su libro Del Buen Salvaje
al Buen Revolucionario que, sin la presencia del capital de las transnacionales
petroleras en nuestro territorio, nosotros no hubiéramos podido pasar de ser
otro país bananero, teniendo presente que, cuando arranca la fiebre petrolera,
estimulada por la industria automotriz, nosotros no teníamos ni el capital ni
la tecnología y mucho menos la inventiva de esta gente.
Claro, también es explicable el
nacionalismo de nuestros abuelos, y es por esto que califico al de nuestros
días de decimonónico, habida cuenta de la existencia de un Teodoro Roosvelt, y
quien justificaba la intervención estadounidense en casos como el de Panamá,
una vez que EEUU decide construir el canal en el istmo: “Habla suavemente con
un garrote debajo del brazo, y llegarás muy lejos”. Así mismo había que
inventariar aquí las veces que EEUU estimuló la llegada de dictaduras militares
al poder en nuestros países, cuando estaba el macartismo en su pleno apogeo, y
el temor a la influencia del internacionalismo proletario era muy grande, y
entonces así se hablaba de que nosotros no constituíamos sino el patio trasero
de estos señores; lo que fue caldo de cultivo para que se acendrara aún más en
nuestra conciencia ese complejo de carácter cultural, que sentimos por el
hermano del Norte; cuyo desarrollo en ciencia, tecnología y armamento lo vemos
con mucha envidia.
melendezo.enrique@yahoo.com
Vía La Razón
No comments:
Post a Comment