Muchos envidiosos querrían ver
entre rejas a poderosos funcionarios que no cumplen con sus deberes públicos.
En países cuyas costas son bañadas por el Mar de la Felicidad, eso es bastante
problemático, a menos el funcionario haya caído en desgracia y se lo acuse de
traidor.
Por lo tanto, hay que resignarse
al goce vicario de revisar otras naciones donde todavía es un pecado meter la
mano en la lata. Una de ellas es la diminuta Andorra, emplazada entre Francia y
España, con una población de apenas 70.000 personas que hablan catalán.
Esa población es diez veces inferior
a la que votó por el alcalde metropolitano de Caracas Antonio Ledezma, hoy en
prisión, entre otras cosas, porque tuvo la imprudencia de ganar dos veces
seguidas su abrumador mandato.
El principado de Andorra es tan
diminuto que cuenta con una sola cárcel situada en las nevadas cumbres de los
Pirineos. Y ahora, su huésped más reputado es Joan Pau Miquel, hasta
fecha reciente presidente del directorio de Banca Privada de Andorra.
The Financial Times dijo con
cierto regodeo que “el raro espectáculo del director de un banco que se halla
entre rejas, explica parte de una crisis que se está desarrollando en Andorra”.
Hasta ahora, el principado era
conocido por el turismo, por sus pistas de esquí, y, especialmente, por sus
bancos. Desde hace algún tiempo se sospechaba que esas instituciones eran
paraísos fiscales. Un poco en el estilo de la isla caribeña Grand Cayman.
Por alguna razón, los paraísos
fiscales suelen ser bellos y diminutos. Los inversionistas no piden mucho
espacio, apenas el suficiente para guardar el cofre de un pirata, aunque a
cambio, reclaman abundantes diversiones.
Bueno, los acopiadores de dinero
malhabido deberán retornar a Grand Cayman, porque el paraíso fiscal de
Andorra ha cerrado sus puertas. El pasado 10 de marzo, el Departamento del
Tesoro de Estados Unidos dijo que la banca privada de Andorra, que figura en
cuarto lugar entre las instituciones financieras más grandes del principado,
estaba lavando dinero “para grupos criminales en Rusia y en China, y para
funcionarios corruptos en Venezuela”.
Además, los malandros contaron
con la ayuda de importantes financistas, quienes colaboraron para facilitarles
las transacciones.
Aunque durante mucho tiempo la banca internacional hizo la vista gorda a la hora de contemplar al principado de Andorra, el nivel de presunta corrupción era demasiado grande para que pasara desapercibido.
Aunque durante mucho tiempo la banca internacional hizo la vista gorda a la hora de contemplar al principado de Andorra, el nivel de presunta corrupción era demasiado grande para que pasara desapercibido.
La expansión de los cinco
principales bancos de Andorra fue alucinante. Según cifras oficiales, a fines
de 2014 los bienes administrados por esas instituciones habían llegado a 53.000
millones de euros.
Eso representa una cantidad 20
veces superior al Producto Bruto Interno de Andorra en el 2013. La mayoría de
los fondos provenía de inversionistas internacionales, a los cuales, una
persona sensata no les prestaría siquiera la llave de su carro.
Pese a la naturaleza liliputiense
de la Banca Privada de Andorra, su capacidad para lograr que los excrementos
lleguen al ventilador es prodigiosa. El escándalo atravesó los Pirineos y
arribó a la capital de España.
La unidad del Banco de Madrid SA
en Andorra cesó sus operaciones el 16 de marzo, luego que hubo una corrida
bancaria. Fuentes del gobierno español y de la policía dijeron al
periódico madrileño El Mundo que “media docena de ex altos funcionarios del
gobierno socialista del fallecido presidente Hugo Chávez Frías” hicieron lavado
de dinero en la Banca Privada de Andorra.
Entre ellos figuraban “por lo
menos tres ex viceministros, el ex jefe del servicio de inteligencia, y
ejecutivos de la industria petrolera”. Entre los mencionados están “el ex
ministro de Energía, Nervis Gerardo Villalobos, y el ex viceministro de
inteligencia Alcides Rondón”. Los implicados “habrían lavado dinero proveniente
de coimas”.
El departamento del Tesoro de
Estados Unidos acusó a gerentes de la Banca Privada de Andorra de “aceptar
comisiones exorbitantes para procesar transacciones vinculadas a lavadores de
dinero venezolanos”.
La actividad, según la
institución norteamericana, involucró la creación de “shell companies.” Se
trata de empresas que existen solo en el papel. Carecen de empleados o de
oficinas, o de grandes sumas de dinero en efectivo y se han convertido en la
herramienta más eficaz de los lavadores de dinero y de los financistas de
actividades non sanctas, como por ejemplo, el tráfico humano.
El departamento del Tesoro añadió
que a través de esas shell companies, los ex funcionarios consiguieron “extraer
fondos del ente estatal petrolero PDVSA”. Se estima que la Banca Privada de
Andorra procesó “unos 2.000 millones de dólares previamente pertenecientes al
patrimonio de Pdvsa”, y por ende, al pueblo venezolano.
En ese territorio de Alicia en el
país del espejo en que se ha convertido Venezuela, el escándalo de la Banca Privada
de Andorra seguramente pasará a un segundo plano aún antes de que llegue al
primero.
Fuera de Venezuela hay un grupo
de ex funcionarios procesados por actividades ilícitas, como por ejemplo, en
Estados Unidos. Pero basta que crucen el cordón de seguridad e ingresen en
territorio soberano, para que se laven de toda culpa, y se sumerjan en olor a
santidad. Para ellos, Venezuela es el paraíso, y su único anhelo es acceder a
otros paraísos, especialmente fiscales.
Vía Tal Cual
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