Alonso Moleiro
Que Felipe González, ex presidente
de Gobierno de España, haya anunciado su decisión de participar en la defensa
de Leopoldo López y Antonio Ledezma, le otorga un particular relieve a la causa
que se le sigue a estos dos dirigentes políticos, y constituye, sin duda, un
logro para la causa de la democracia en Venezuela.
Por este motivo, el gobierno fustiga al político español sin miramientos, haciendo uso de su tóxico aparato de propaganda, y ahora pretende colocarle impedimentos, ya anunciados por la canciller, Delcy Rodríguez, para que venga a Venezuela. Hace poco, con una destemplanza que no debe sorprender a nadie, Diosdado Cabello lo llamo "malandro" y lo acuso de ser uno de los responsables de la presunta "quiebra" de España.
El rotativo español El País, comentaba en estos días que, si Venezuela le vetara el permiso a González, como todo lo indica, el gobierno de Maduro estaría privando a estos prisioneros políticos de un fuero que ni siquiera Augusto Pinochet se había atrevido a plantear: en 1977, con motivos similares, González pudo ejercer esa mediación en plena dictadura militar.
Felipe González ha sido el político que trazó el giro más audaz en el antiguo socialismo español y europeo en la década de los 80. Es uno de los responsables del resonante éxito de la socialdemocracia europea en el siglo anterior. Después de su primer triunfo electoral, en 1982, su país inició una vertiginoso proceso de crecimiento económico que le transformó para siempre el rostro a España. El tamaño de la economía española, bajo el modelo del estado de las autonomías, se expandió casi cuatro veces; se pudo consolidar una sanidad púbica envidiable y se consolidaron instituciones para la vida civilizada de sus ciudadanos, lejanos ya los años de la barbarie fascista de Francisco Franco.
Reelecto en virtud de sus aciertos, González insertó a su país en la órbita de la Europa Unida y se convirtió, entre otras cosas en virtud de su brillantez, en uno de los políticos más populares y respetados de Europa. Uno de los símbolos del modelo europeo del estado del bienestar.
Estos asuntos poco le deben importar a un simpatizante chavista promedio, admirador natural de personajes de pelaje muy diferente al de González, como Mahmoud Ahmadinejad o "Ilich" Ramírez, el Chacal. La mayoría de ellos, además, sujetos terriblemente desconocedores de la política global, atados a toda suerte de prejuicios de carácter folklórico y enfundados en una prepotencia digna de coger palco.
Lo que de ninguna forma pueden desconocer, es que el interés de González por el proceso judicial venezolano constituye, en sí mismo, una derrota. Un mentís a sus imposturas y falacias; la prueba viviente de que la mayoría de las personas honorables de la comunidad internacional sienten una profunda repugnancia por los procedimientos arbitrarios y el antojado uso de la ley de la que han sido víctimas Leopoldo López, Antonio Ledezma y el resto de los presos políticos venezolanos.
Nicolás Maduro y sus ayudantes han empleado mucho tiempo en presentar ante el mundo a estos dirigentes como unos conspiradores impresentables, vinculados al mundo del delito y enemigos jurados de la causa popular. Gracias al complejo entramado de censura que sus funcionarios han ido construyendo sobre el debate nacional, han maniobrado con denuedo para que el país no tenga presente la más obvia de todas las verdades del momento: pese a la siniestra campaña de desprestigio llevada en contra de ellos, Leopoldo López, por ejemplo, y también Ledezma, son dos de los políticos mas populares y queridos por la población en este momento, como lo recogen prácticamente todos los sondeos de opinión. Varias veces más que Maduro y que Cabello.
A los pronunciamientos de Naciones Unidas, de Amnistía Internacional, de la Unión Europea, de Mario Vargas Llosa y de varias figuras fundamentales de la escena latinoamericana, viene a sumarse ahora esta iniciativa de González, en pleno terreno de juego, en el mismo epicentro de los acontecimientos, la trajinada y atormentada Venezuela de hoy, convertida en un infernal reducto de delincuentes y caos económico gracias a Maduro y sus longevos ministros.
Porque si hay algo cierto en toda la tragedia venezolana actual, pensando en Andorra, en España, pensando en Cadivi y Corpoelec, es que hay muchos culpables sueltos y demasiadas personas inocentes tras las rejas.
Por este motivo, el gobierno fustiga al político español sin miramientos, haciendo uso de su tóxico aparato de propaganda, y ahora pretende colocarle impedimentos, ya anunciados por la canciller, Delcy Rodríguez, para que venga a Venezuela. Hace poco, con una destemplanza que no debe sorprender a nadie, Diosdado Cabello lo llamo "malandro" y lo acuso de ser uno de los responsables de la presunta "quiebra" de España.
El rotativo español El País, comentaba en estos días que, si Venezuela le vetara el permiso a González, como todo lo indica, el gobierno de Maduro estaría privando a estos prisioneros políticos de un fuero que ni siquiera Augusto Pinochet se había atrevido a plantear: en 1977, con motivos similares, González pudo ejercer esa mediación en plena dictadura militar.
Felipe González ha sido el político que trazó el giro más audaz en el antiguo socialismo español y europeo en la década de los 80. Es uno de los responsables del resonante éxito de la socialdemocracia europea en el siglo anterior. Después de su primer triunfo electoral, en 1982, su país inició una vertiginoso proceso de crecimiento económico que le transformó para siempre el rostro a España. El tamaño de la economía española, bajo el modelo del estado de las autonomías, se expandió casi cuatro veces; se pudo consolidar una sanidad púbica envidiable y se consolidaron instituciones para la vida civilizada de sus ciudadanos, lejanos ya los años de la barbarie fascista de Francisco Franco.
Reelecto en virtud de sus aciertos, González insertó a su país en la órbita de la Europa Unida y se convirtió, entre otras cosas en virtud de su brillantez, en uno de los políticos más populares y respetados de Europa. Uno de los símbolos del modelo europeo del estado del bienestar.
Estos asuntos poco le deben importar a un simpatizante chavista promedio, admirador natural de personajes de pelaje muy diferente al de González, como Mahmoud Ahmadinejad o "Ilich" Ramírez, el Chacal. La mayoría de ellos, además, sujetos terriblemente desconocedores de la política global, atados a toda suerte de prejuicios de carácter folklórico y enfundados en una prepotencia digna de coger palco.
Lo que de ninguna forma pueden desconocer, es que el interés de González por el proceso judicial venezolano constituye, en sí mismo, una derrota. Un mentís a sus imposturas y falacias; la prueba viviente de que la mayoría de las personas honorables de la comunidad internacional sienten una profunda repugnancia por los procedimientos arbitrarios y el antojado uso de la ley de la que han sido víctimas Leopoldo López, Antonio Ledezma y el resto de los presos políticos venezolanos.
Nicolás Maduro y sus ayudantes han empleado mucho tiempo en presentar ante el mundo a estos dirigentes como unos conspiradores impresentables, vinculados al mundo del delito y enemigos jurados de la causa popular. Gracias al complejo entramado de censura que sus funcionarios han ido construyendo sobre el debate nacional, han maniobrado con denuedo para que el país no tenga presente la más obvia de todas las verdades del momento: pese a la siniestra campaña de desprestigio llevada en contra de ellos, Leopoldo López, por ejemplo, y también Ledezma, son dos de los políticos mas populares y queridos por la población en este momento, como lo recogen prácticamente todos los sondeos de opinión. Varias veces más que Maduro y que Cabello.
A los pronunciamientos de Naciones Unidas, de Amnistía Internacional, de la Unión Europea, de Mario Vargas Llosa y de varias figuras fundamentales de la escena latinoamericana, viene a sumarse ahora esta iniciativa de González, en pleno terreno de juego, en el mismo epicentro de los acontecimientos, la trajinada y atormentada Venezuela de hoy, convertida en un infernal reducto de delincuentes y caos económico gracias a Maduro y sus longevos ministros.
Porque si hay algo cierto en toda la tragedia venezolana actual, pensando en Andorra, en España, pensando en Cadivi y Corpoelec, es que hay muchos culpables sueltos y demasiadas personas inocentes tras las rejas.
Vía
Tal Cual
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