Angel Alayón
Las sanciones impuestas por Barack Obama
a 7 funcionarios del gobierno venezolano han inflamado de
antiimperialismo los discursos y los han llenado de frases desafiantes.
Venezuela ha realizado ejercicios militares para defenderse de una
posible invasión de los Estados Unidos de América. El #YankeesGoHome ha
vuelto como hashtag en un tiempo en que las redes sociales han sustituido las trincheras y la valentía es digital.
Ante una situación que el gobierno de
Venezuela ha interpretado como una escalada en el conflicto, surge con
frecuencia una pregunta: ¿por qué Venezuela continúa vendiéndole
petróleo a un país que, según la versión oficial, tiene planes de
invadirnos?
¿Por qué continuar alimentando al tigre que pretende devorarnos?
El país le sigue vendiendo petróleo a
Estados Unidos porque los daños autoinfligidos de interrumpir el
suministro serían muy altos para Venezuela, mientras que el perjuicio
para los Estados Unidos sería insignificante.
En la actualidad, Venezuela despacha
diariamente unos setecientos cincuenta mil barriles de petróleo diarios a
Estados Unidos. Si decidiera no vendérselo a ese país, tendría que
vendérselo a brokers internacionales, quienes se lo revenderían
a clientes en el mercado internacional, incluyendo a Estados Unidos. La
cantidad de petróleo venezolano, que representa apenas el 8% de las
necesidades de importación de Estados Unidos, llegaría al país del
norte, sólo que ahora lo haría mediante intermediarios. Así, la decisión
de Venezuela no alteraría el flujo de petróleo que Estados Unidos
recibe diariamente. En estas circunstancias, Venezuela deberá vender su
petróleo a un precio menor al que le vende directamente a sus clientes
en los Estados Unidos y, de esta manera, sería la única perjudicada con
una decisión como ésta. Cosas del mercado.
Este escenario pudiera ser todavía más
costoso de lo que parece, pues cerca de la mitad de las exportaciones de
petróleo venezolano a los Estados Unidos son a la filial venezolana
CITGO, que tiene una capacidad de refinación adaptada a las condiciones
del petróleo venezolano, un tipo de crudo pesado que será más difícil de
vender en otros mercados. Algo que también se reflejaría negativamente
en el precio de venta y, por lo tanto, en los ingresos en divisas de
Venezuela.
Tampoco se puede desestimar que la
decisión de no venderle petróleo a los Estados Unidos pudiera ser
considerada un “ataque” bajo la Ley de International Emergency Economic Powers,
lo que le permitiría al Presidente de Estados Unidos confiscar
cualquier activo venezolano que se encuentre en jurisdicción
norteamericana. Una materia para la discusión entre abogados expertos en
estos temas.
La única forma de causarle un perjuicio
directo a Estados Unidos con el petróleo es retirando de la oferta
mundial los barriles que le vendemos. Esto equivaldría a que, por
ejemplo, Venezuela anuncie que a partir de mañana habrá una reducción de
su oferta petrolera en setecientos cincuenta mil barriles de petróleo
diarios. El precio del petróleo en el mundo aumentaría (probablemente
poco) perjudicando a la economía estadounidense y a la mundial. Sin
embargo, la caída de los ingresos en Venezuela sería de tal magnitud que
la etiqueta de crisis humanitaria podría ser insuficiente para
describir lo que ocurriría en el país. Mientras que el daño a los
Estados Unidos sería muy limitado: la cantidad de crudo que le vendemos
representa menos del 1% de la oferta mundial de petróleo. Pero para
Venezuela esa cantidad alcanza la mitad de los barriles que le generan
divisas. Cosas de la asimetría.
Ya Venezuela ha reducido sus ventas de
petróleo a Estados Unidos. En diciembre del año 2000 llegamos a venderle
un millón setecientos setenta y seis mil barriles de petróleo diario.
Hoy le vendemos menos de la mitad de aquel monto. China e India son
ahora destinos importantes para nuestro petróleo, pero desplazar a los
Estados Unidos como cliente es algo que no puede hacerse de la noche a
la mañana.
En resumen: la idea de dejar de venderle
petróleo a Estados Unidos es un sinsentido económico, pues no perjudica
al supuesto enemigo y sí le causa un daño a Venezuela. Mientras tanto,
Miraflores tendrá que lidiar con la contradicción simbólica de venderle a
las tropas enemigas la energía que permite el movimiento de sus aviones
y blindados.
Cuando se trata de guerras imaginarias, todo es posible.
No comments:
Post a Comment