Editorial de El Nacional
Para comerse una arepa hay que
bajarse de la mula con 350 bolívares de los de ahora, que ya no se atreven a
llamar fuetes porque su debilidad está a la vista de todos; 35.000 machacantes
de los anteriores a la alegre e improvisada reconversión que, pese a las
advertencias de técnicos y especialistas en el tema monetario, el comandante
“no me olvides” se empeñó en instaurar sin importarle los vientos
inflacionarios y las mareas especulativas que tal decisión acarreaba.
Hoy, 7 años después de aquella
malhadada iniciativa, el bolívar fuerte representa sólo 0,12 céntimos de su
valor inicial. Un fracaso mayor es inimaginable, y si lo sacamos a colación no
es porque la arepa se haya convertido en artículo de lujo, sino porque su
precio, abusivo o justo, es una minucia respecto a los niveles alcanzados por
productos de primera necesidad que, dada la escasez crónica inherente a la
improductividad generada por la administración roja, los comerciantes han
debido importar con un dólar de estratosférico valor; y, por supuesto, expender
a precios impúdicos que ruborizan al consumidor.
Lo que aquí se afirma parte de un
titular que, en este mismo periódico, con contundencia de editorial, zapatazo y
mancheta juntos, anunciaba la ruptura de la barrera de los mil bolívares por parte
de productos que, para el gobierno, la gente no tiene por qué consumir: aceite
de oliva, café instantáneo, cereales en hojuelas, mostaza, tomates enlatados,
carnes de primera, pescados y no digamos ya alimentos dietéticos que, cuando se
consiguen, se debe pagar por ellos pequeñas fortunas equivalentes a varios
salarios mínimos.
Enfrentamos una situación de
carestía generalizada que “pone en riesgo la vida de los venezolanos y será
denunciada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el 154°
período de sesiones que se llevará a cabo en Washington”, por iniciativa de
organizaciones no gubernamentales que ya se han cansado de hablar a los sordos
oídos de la indiferencia oficial.
Los mil bolívares representaban
una barrera psicológica que ya no es capaz de contener el avance y convergencia
de tres males que, para colmo riman: inflación, corrupción, y especulación. Con
los acrobáticos saltos de los índices de precios al consumidor, el teje maneje
con las discrecionalidad en la negociación con divisas otorgadas para fines que
no se respetan y la desmesurada avidez por la ganancia pronta, la psicología
fue derrotada, al extremo que ya cualquier artículo que se pueda adquirir,
digamos, en 999,99 bolívares nos parece barato. Y lo es… en dólares, pues son
escasas tres lechugas.
Así, tal como pintan las leyes
del mercado, en últimas instancias inquebrantables aunque los gobiernos
autoritarios y de escasa cultura económica crean que pueden amoldarlas a su
conveniencia, hemos llegado a un punto en el que será común escuchar a un
buhonero invidente incitando a la compra con un pregón del tipo “¡Meta la mano,
meta la mano, todo a mil, aproveche, mire que el ciego tiene todo a mil!
Vía El Nacional
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