En: http://confirmado.com.ve/opinan/en-mi-casa-no-los-quiero-nicolas/
Asdrubal Aguiar
No dejan de sorprenderme el cinismo y la capacidad de los
revolucionarios venezolanos para hacer mudar las realidades; obra ello,
no lo dudo, de la virtualidad comunicacional que nos hace presas de lo
global. Lo cierto es incierto y lo veraz es falacia. Al término todo
queda en el plano de las impresiones, de las sugestiones íntimas, como
si nos exilásemos hacia adentro huyendo del entorno adverso.
Resulta que el decreto del señor Obama, tan soberano y sobrio en sus
predicados políticos como idéntico a los que a diario dicta cualquier
Estado del planeta para preservar sus territorios de personas o bienes
indeseables, Nicolás Maduro y sus compinches lo entienden como el
anuncio de la Guerra de las Galaxias.
¡En verdad, a la luz de lo real que se intenta derivar en un falso
positivo, el ocupante del Palacio de Miraflores lo que sufre es de un
manifiesto complejo de minusvalía, rumiando la poca seriedad que le
otorgan sus pares, en especial la Casa Blanca! De allí que
sobredimensione las actuaciones del presidente norteamericano para
situarse en el mismo plano de quienes, efectivamente, sí tienen
desencuentros o encuentros de peso con el Imperio, sea Putin o Al-Assad o
también Netanyahu. Pero Maduro no es Hugo Chávez y a este, de
casualidad, le toma la mano a Obama. Nada más.
Me vienen a la memoria, en medio de la catarata de incidentes que
nutren nuestro ya largo accidente revolucionario, las expulsiones de
nuestro territorio que sufren a manos de comandos armados del Sebin el
periodista norteamericano Thimoty Hallet Tracy o el chileno José Miguel
Vivanco, director de Human Rights Watch, o el acoso y atropello por los
mismos funcionarios del periodista argentino Jorge Lanata, por cumplir
con sus deberes de informar o proteger derechos humanos. El régimen los
consideraba un peligro para la seguridad nacional e indeseables como
para situar sus “plantas insolentes” en este lar que hoy gobiernan desde
lejos los hermanos Castro, Raúl y Fidel.
Sea lo que fuere, las arbitrariedades reseñadas encuentran luego un
rescoldo de legalidad formal, no obstante ser ilegítimas y arbitrarias.
La vigente Ley de Extranjeros dice en su artículo 39.4, en efecto, que
pueden ser expulsados –o no admitidos– en el país quienes comprometan la
seguridad y la defensa de la nación, alteren el orden público o estén
incursos en “delitos contra los derechos humanos” o hayan violado
disposiciones “contenidas en los instrumentos internacionales”. Y que se
sepa, nadie, ni Ernesto Samper ni la Bachelet, ni la Kirchner, y
tampoco Barack le han pedido a Maduro que derogue su legislación.
Según lo informado, las medidas similares que hoy adopta el mismo
Obama, aquí sí y para colmo del absurdo, como en el tango “Cambalache”,
representan un atentado a nuestra soberanía nacional. Mas no son tales y
sí muy soberanas las que desde Caracas afectan a los periodistas
deportados o al mencionado defensor de derechos humanos, tanto que sus
países de origen hacen mutis por el foro. ¿Será que no toman en serio a
Maduro?
Hasta donde llegan las noticias y de lo que se lee en el decreto
norteamericano que tanto irrita a nuestra revolución de pitiyanquis, de
sufrientes –al igual que los Castro– por el desprecio que les hacen los
malls y parques de recreación sitos en el Imperio, las medidas o
sanciones adoptadas, de efecto individual, son el mero ejercicio del
derecho gringo a la protección domiciliar que todo buen padre de familia
ejerce para evitar que los indeseables, los malandros y criminales, los
violadores de derechos, los corruptos o malvivientes, terroristas o
traficantes de droga, contaminen su ambiente hogareño y le corrompan a
sus hijos. Así de simple.
Son siete, por lo pronto, los generales y la fiscal venezolanos que
ingresan a la lista de impresentables para Estados Unidos, por violar
sistemáticamente derechos humanos; misma e idéntica razón que esgrime la
ley venezolana para decidir con libertad e independencia, sin pedir
permiso a la Unasur ni al sindicato de reposeros de la ALBA, el rechazo
de personas como las indicadas en su texto.
En suma, lo que revela el desacuerdo Maduro-Obama como el acuerdo
Castro-Obama, es que Raúl, Fidel y Nicolás, como los generales que
sostienen al último a precio de que los defienda de sus fechorías y
corruptelas, mal pueden vivir o dormir sin el Imperio. No le perdonan
que los mire por encima del hombro o no les de crédito a sus promesas de
amor, enviadas repetidamente con el “correveidile” del canciller
ecuatoriano. Y la rabia de Samper, que no logra superar aún, es igual y
no otra, por no haberle correspondido Estados Unidos durante su
presidencia colombiana.
Al morir no quieren ir al cielo, sino a Miami. ¡Lo que son es comunistas de cafetín!
No comments:
Post a Comment