El PSUV fue concebido como una
especie de mezcolanza, entre ideas marxistas leninistas estalinistas y
nacionalismo bolivariano, ambas irreconciliables por definición. El PSUV
pareciera ser una fotocopia maltrecha de lo que fueron los ya olvidados
partidos comunistas que giraban bajo la órbita soviética, que en lugar de
partidos eran consulados moscovitas. Su declaración de principios comienza con
un ritornelo sobre la crisis del capitalismo global en su etapa terminal, la
fase imperialista del capitalismo, entre otros lugares comunes que signaron el
discurso de los partidos comunistas de la Tercera Internacional. No hay nada
original sino una recreación anticuada de lo mismo que han dicho todas las
formaciones partidistas de orientación comunistas en todos los tiempos para
todos los países. Su relato parece haber consistido en copiar y pegar otros
programas de otras épocas.
Hacer coincidir el Árbol de las
Tres Raíces con el marxismo leninismo, en su versión estalinista es una
absoluta temeridad. Ese sincretismo crea en el PSUV una especie de menestrón
ideológico donde el liberalismo de Simón Bolívar trata de fundirse con el
antiliberalismo de Carlos Marx. Procurar fusionar en una sola doctrina el
ateísmo marxista con el cristianismo es por lo menos una osadía. Uno de los
aspectos que llama poderosamente la atención en la conformación del PSUV es la
quincallería que lo conforma. Así, fue recogiendo ese partido los residuos que
fueron quedando de lo más atrasado de la izquierda en sus múltiples divisiones
y subdivisiones.
Los que provienen del MAS, que
había roto con el marxismo leninismo y el estalinismo se volvieron a
reencontrar como por arte de magia con esa ideología. Quienes llegaron de la
Causa R, que también se apartó oportunamente del dogmatismo, se hicieron
nuevamente dogmáticos. Los procedentes de la Liga Socialista, esos si están más
cómodos por cuanto esa organización jamás cuestionó ni un ápice la práctica del
socialismo real. Es más, durante un tiempo la Liga Socialista además de
marxista leninista estalinista, se declaró maoísta. Algo similar sucede con
quienes desde Bandera Roja ingresaron al PUSV.
Junte todos estos elementos y
mézclelos con el militarismo y el resultado no puede ser sino una especie de
figura ideológica, que no tiene pie ni cabeza. Por esa razón es que su práctica
de gobierno repite una y otra vez la de los experimentos socialistas del
pasado. Su modelo económico es la estatización de la economía y ahora se tiene
un conglomerado de empresas públicas quebradas. Su forma política es el
autoritarismo, el control por parte del Estado de todas las instituciones y la
fusión del partido, el gobierno y el Estado en un solo ente. Y para rematar
algo que no podía faltar: el culto a la persona, hecha religión.
Pero es que tampoco hay luces en
el PSUV. No hay un dirigente, muerto Chávez, que pueda hilvanar una idea
completa sobre lo que somos y podemos ser como nación, que vaya más allá de la
retórica de la transición al socialismo. El pensamiento fue sustituido por el
cliché y la razón por las frases hechas. Todo esto tal vez explique por qué,
agotada la chequera petrolera y fallecido inoportunamente Hugo Chávez, el PSUV
ande a la deriva y con un apoyo popular menguante, que de representar 40% hace
dos años, ronda 15%.
Vía El Nacional
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