En pocos días, Nicolás Maduro
tendrá en sus manos una nueva ley habilitante. Pero esta vez no serán poderes
especiales para luchar contra la corrupción, o contra las inundaciones, como
una vez ordenó Chávez a la Asamblea, sino que serán superpoderes habilitantes
para enfrentar al Imperio, para defender la paz y la soberanía de la patria. Y
resguardar la independencia y la libertad de la nación no es cualquier cosa.
Merece el poder absoluto, la potestad y dominio sobre la vida de la población
entera. Una ley que preparare “para todos los escenarios, y en todos ganar”,
como señaló el propio Maduro, incluye también el escenario electoral. Obama
pareciera, así, entonces, por los extraños vericuetos de la psicología
política, haberse convertido en el principal adversario de la oposición y en un
factor del fortalecimiento interno de la revolución. El cerco internacional
empieza a atafagar, sin duda, al gobierno de Maduro. Pero la intervención de la
Banca Privada de Andorra (BPA) luce hasta más efectiva que declarar a Venezuela
una “amenaza inusual y extraordinaria”. Estados Unidos también consideró, en
cierto momento, a Corea del Norte como una amenaza y ahí está impertérrito el
Líder Supremo de ese país, Kim Jong-un.
Los gringos tienen una mentalidad
lineal, plana. Son incapaces de comprender las complejidades y pasiones que
ellos despiertan en la psicología latinoamericana. Pensar que las medidas
tomadas por Obama servirán para persuadir al gobierno venezolano a que respete
los derechos humanos o frene el saqueo nacional muestra, si no una gran
ingenuidad, una absoluta ignorancia de lo que es el proceso revolucionario, y
ello después de haber estudiado y vivido durante tantos años la experiencia
cubana. Brindarle la oportunidad al gobierno para confirmar la teoría de la
conspiración y el golpe de Estado y acicatear el espíritu nacionalista y
antiamericano en un momento en que el grueso de la población tenía su atención
puesta en el fracaso económico de la revolución es un golpe bajo para la
oposición. Sobre todo, cuando la amenaza no se toma en cuenta a la hora de
comprar y pagar puntualmente la factura petrolera o de negociar el canje de
reservas en oro por 1.500 millones de dólares. Cuando se reconoce que el
bloqueo comercial a todo un país como Cuba no tuvo los efectos deseados, ¿se
puede pensar que el bloqueo de visas y bienes personales de unos pocos
funcionarios del gobierno sí puede tener resultados? Se trata de una psicología
política muy poco sutil.
Vía El Nacional
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