4 February, 2011
Uno de los “logros” de estos 12 largos años de “revolución bolivarista” es la emigración masiva de venezolanos, y en especial del sector de la población más valioso para el futuro de un país o el de sus jóvenes profesionales. A lo largo de su historia, y particularmente en el siglo XX, Venezuela fue una nación de inmigración, pero en el siglo XXI la tendencia se revirtió y ahora somos exportadores de capital humano, y del más necesario para enfrentar los desafíos del presente y del porvenir.Pero más grave que el hecho en sí de la salida de compatriotas que buscan establecerse en el exterior, es la razón general que les motiva a ellos y a los que aún permaneciendo en Venezuela piensan o tratan de hacer lo mismo: la convicción de que bajo el régimen imperante no hay oportunidades de superación personal, familiar y laboral, y que por tanto es preferible encontrarlas en otras latitudes, a pesar del desgarramiento que significa la ausencia de la patria.
Una parte significativa de la emigración venezolana está constituida por los ex-trabajadores de Pdvsa que han tenido que salir del país, no sólo por razones de desesperanza sino por el acoso gubernativo (incluyendo el judicial) a que han sido y son sometidos. Este vasto grupo conforma, quizás, el patrimonio profesional más destacado de Venezuela, y ahora su capacidad es aprovechada desde Colombia y Canadá hasta el Golfo Pérsico y el sudeste asiático.
Otra porción de la emigración de alta calificación la componen los médicos recién egresados de las universidades nacionales, cuyas sólidas credenciales son mucho más apreciadas en España o Australia que en el sistema público del Estado nacional. E igual puede decirse de los ingenieros y sobre todo de los jóvenes científicos que no encuentran condiciones básicas en el país para trabajar o investigar.
Pero además hay contingentes de emigrantes entre jóvenes y no tan jóvenes emprendedores, entre familias que desean seguridad para sus hijos, y entre muchos venezolanos por decisión o naturalización, que en otras épocas llegaron para trabajar, arraigarse y acrecentar a Venezuela, y que ahora optan por el retorno a sus países de origen, incluso a pesar de sus sentimientos enraizados con la manera de ser nacional.
Y también son numerosos los emigrantes por motivos de exilio político o persecución gubernamental, lo que patentiza el grado de deterioro de la realidad política de Venezuela, otrora santuario para los perseguidos de las dictaduras de América Latina, fueran de izquierda como la fidelista o de derecha como las militares del Cono Sur.
Pero el drama de la diáspora venezolana puede tener una dimensión positiva, pensando en la reconstrucción nacional que habrá de emprenderse cuando sea superada la hegemonía reinante. Al fin y al cabo, nuestra emigración está luchando por competir y desarrollarse en los más diversos ámbitos y sociedades foráneas, y ello supone el fortalecimiento de un activo nacional que sería esencial para empujar el potencial de Venezuela.
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