DIEGO BAUTISTA URBANEJA | EL UNIVERSAL
jueves 6 de octubre de 2011 12:00 AM
Estamos viviendo una etapa de "baja intensidad" gubernamental. Dadas las disminuidas condiciones en las que se encuentra Chávez tenemos un sistema de delegación múltiple, donde entre Jaua, Maduro, El Aissami, Garcés, van dando la cara como medio pueden a los problemas que se van presentando, llámense Guyana, el estado de las autopistas y los puentes, los apagones, la inflación, los aviones, los trenes...
Esa forma de gobierno a la defensiva, que pelea en retroceso, ante problemas que acosan y se multiplican, llega a su máxima expresión cuando Jacqueline Faría dice que el accidente de los trenes del Tuy sirvió para mostrar la capacidad de reacción del Gobierno. Esa declaración es todo un emblema. Representa la regla gubernamental de tratar de revertir el significado de cuanto ocurra, a ver cuántos venezolanos se tragan la coba. Así tenemos que, después de haber quedado al desnudo la incapacidad del Gobierno venezolano de defender los intereses del país en el episodio guyanés, el canciller venezolano tiene una "exitosa" reunión con la canciller del vecino oriental. Llamemos la atención por cierto a cómo ha sido la movilización de la crítica pública, de la oposición, de los expertos y quién sabe si de la Armada, la que obligó al Gobierno a detener -y si es que lo ha hecho- lo que lucía como una peligrosa maniobra del gobierno guyanés, que todo indica que iba viento en popa.
Pasos
En esta etapa de baja intensidad, el Gobierno no deja de dar sus pasos de avance en el terreno legislativo, con cosas como la ley de arrendamientos y la ley de precios y costos. Contando con que son leyes de un retintín popular y con la mayoría parlamentaria que posee, prepara su aprobación, sea cual sea el destructivo efecto que vayan a tener sobre la construcción de viviendas y sobre la actividad económica del país. Pero incluso leyes como esa expresan un gobierno que está como un carro en neutro en una bajada de leve inclinación.
Pero hay anuncios que nos indican cuál va a ser en definitiva la carta con la que el Gobierno va a jugar con más fuerza: el dinero. Todos los economistas coinciden en que el Gobierno va a contar con muchos millones para gastar en el 2012. El Gobierno carece de ideas que suenen con fuste, teniendo como tiene a su dirigente máximo y único debilitado por su estado de salud y para colmo obsesionado por él, que no está en capacidad de dar cuerpo vigoroso a ninguna iniciativa política de esas que nos ha acostumbrado a sacarse de la manga, para luego darle el respaldo continuo de su retórica y de su energía personal. Así las cosas, lo que le queda es soltar dinero.
Para ello cuenta con los múltiples canales que le ofrecen el Gobierno y el partido. Puede pensar el oficialismo que si de montar formas de trasegar plata se trata, ahí no hace falta que Chávez esté detrás, soplando la vela de lo que de otro modo sería una iniciativa sin fuerza. Basta con anunciar una misión de reciente invención, montar el correspondiente "registro", darle plata o lo que corresponda a unos cuantos sortarios beneficiarios, y armar la avasalladora campaña de propaganda de costumbre, para crear en los que no han recibido ni un centavo ni nada de lo que la misión prometa, la famosa "expectativa", la legendaria "esperanza", de que si a ellos -los sortarios- "ya les tocó, pues en algún momento me va a llegar a mí".
Es pues con esa carta, y contando con el éxito de la fórmula que acabamos de resumir, con la que el Gobierno va a buscar desequilibrar lo que hoy las encuestas muestran como un equilibrio de bloques políticos, pro gobierno y pro oposición. Equilibrio por cierto engañoso o frágil para el Gobierno, ya que como algunos ya han señalado, se produce contra el telón de fondo de un sólido juicio negativo contra la gestión gubernamental, gestión que no tiene ninguna perspectiva de mejorar, sobre todo con un gobierno de "baja intensidad". Ya le pasará al Gobierno su factura completa tal estado de opinión.
La carta del dinero, en el contexto de la tremenda incapacidad de hacer algo bien que caracteriza a este gobierno -como no sea "reaccionar" a lo Jacqueline- es en definitiva un acto de prestidigitación más. Ahora bien, el problema con los actos de prestidigitación, es que, para tener algún chance de éxito, necesitan un prestidigitador. Y no uno cualquiera, sino uno que ha de estar en su mejor forma, para poder seguir encantando aunque sea a medio auditorio, después de tener doce años sacando conejos de un sombrero.
Esa forma de gobierno a la defensiva, que pelea en retroceso, ante problemas que acosan y se multiplican, llega a su máxima expresión cuando Jacqueline Faría dice que el accidente de los trenes del Tuy sirvió para mostrar la capacidad de reacción del Gobierno. Esa declaración es todo un emblema. Representa la regla gubernamental de tratar de revertir el significado de cuanto ocurra, a ver cuántos venezolanos se tragan la coba. Así tenemos que, después de haber quedado al desnudo la incapacidad del Gobierno venezolano de defender los intereses del país en el episodio guyanés, el canciller venezolano tiene una "exitosa" reunión con la canciller del vecino oriental. Llamemos la atención por cierto a cómo ha sido la movilización de la crítica pública, de la oposición, de los expertos y quién sabe si de la Armada, la que obligó al Gobierno a detener -y si es que lo ha hecho- lo que lucía como una peligrosa maniobra del gobierno guyanés, que todo indica que iba viento en popa.
Pasos
En esta etapa de baja intensidad, el Gobierno no deja de dar sus pasos de avance en el terreno legislativo, con cosas como la ley de arrendamientos y la ley de precios y costos. Contando con que son leyes de un retintín popular y con la mayoría parlamentaria que posee, prepara su aprobación, sea cual sea el destructivo efecto que vayan a tener sobre la construcción de viviendas y sobre la actividad económica del país. Pero incluso leyes como esa expresan un gobierno que está como un carro en neutro en una bajada de leve inclinación.
Pero hay anuncios que nos indican cuál va a ser en definitiva la carta con la que el Gobierno va a jugar con más fuerza: el dinero. Todos los economistas coinciden en que el Gobierno va a contar con muchos millones para gastar en el 2012. El Gobierno carece de ideas que suenen con fuste, teniendo como tiene a su dirigente máximo y único debilitado por su estado de salud y para colmo obsesionado por él, que no está en capacidad de dar cuerpo vigoroso a ninguna iniciativa política de esas que nos ha acostumbrado a sacarse de la manga, para luego darle el respaldo continuo de su retórica y de su energía personal. Así las cosas, lo que le queda es soltar dinero.
Para ello cuenta con los múltiples canales que le ofrecen el Gobierno y el partido. Puede pensar el oficialismo que si de montar formas de trasegar plata se trata, ahí no hace falta que Chávez esté detrás, soplando la vela de lo que de otro modo sería una iniciativa sin fuerza. Basta con anunciar una misión de reciente invención, montar el correspondiente "registro", darle plata o lo que corresponda a unos cuantos sortarios beneficiarios, y armar la avasalladora campaña de propaganda de costumbre, para crear en los que no han recibido ni un centavo ni nada de lo que la misión prometa, la famosa "expectativa", la legendaria "esperanza", de que si a ellos -los sortarios- "ya les tocó, pues en algún momento me va a llegar a mí".
Es pues con esa carta, y contando con el éxito de la fórmula que acabamos de resumir, con la que el Gobierno va a buscar desequilibrar lo que hoy las encuestas muestran como un equilibrio de bloques políticos, pro gobierno y pro oposición. Equilibrio por cierto engañoso o frágil para el Gobierno, ya que como algunos ya han señalado, se produce contra el telón de fondo de un sólido juicio negativo contra la gestión gubernamental, gestión que no tiene ninguna perspectiva de mejorar, sobre todo con un gobierno de "baja intensidad". Ya le pasará al Gobierno su factura completa tal estado de opinión.
La carta del dinero, en el contexto de la tremenda incapacidad de hacer algo bien que caracteriza a este gobierno -como no sea "reaccionar" a lo Jacqueline- es en definitiva un acto de prestidigitación más. Ahora bien, el problema con los actos de prestidigitación, es que, para tener algún chance de éxito, necesitan un prestidigitador. Y no uno cualquiera, sino uno que ha de estar en su mejor forma, para poder seguir encantando aunque sea a medio auditorio, después de tener doce años sacando conejos de un sombrero.
No comments:
Post a Comment