Luis Manuel Aguana
Las cifras de las personas que han abandonado el país de acuerdo con el estudio que está realizando de mi estimado amigo Tomas Páez, es aterrorizante (ver Entrevista a Tomás Páez sobre la emigración de profesionales y técnicos venezolanos http://dossier33.com/nacional/
Sin embargo, el mayor problema, a mi juicio es el que significa que no solo nos abandonan aquellos profesionales jóvenes muy necesarios para una posible futura reconstrucción del país, sino aquellos que son referentes en todos los campos: empresariales, intelectuales, opinión, cultura, medios de comunicación, solo por nombrar unos pocos importantes. Y este abandono de parte de los referentes hace que se multiplique el fenómeno. Si quienes deben dar el ejemplo son los primeros que se van, ¿qué queda para los demás?
Y esta no es una crítica destructiva. Si una persona alcanza cierto nivel de éxito en su campo, automáticamente se convierte en un modelo a seguir, en un referente, aunque este ni siquiera lo perciba así. Apartando aquellos que se han visto en la necesidad de abandonar Venezuela por razones de persecución política, la estimación de entre 4% y 6% de la población, más de un millón de personas, de las cuales alrededor de un 90% de ellas son profesionales, es una cifra determinante para cualquier cálculo político que se desee realizar desde el campo opositor.
El hecho que más de un millón de personas hayan dado por perdidas las esperanzas y emigrar no es solo por la propia percepción que no hay nada más que hacer sino porque evalúan el comportamiento de aquellas personas a quienes se respeta y escucha. Una decisión de semejante envergadura se toma luego de evaluar todas las opiniones, en especial las de aquellas cuya opinión se considera importante.
Y no es porque los referentes sean determinantes para que alguien tome una decisión de marcharse, sino porque estos pueden inspirar a quienes lo hacen para tomar una decisión a favor o en contra. Si por ejemplo, una persona de cierto peso moral en la opinión pública decide que “ya esto no vale la pena” y lo comunica públicamente, ese peso será determinante para que la lucha no valga la pena y todo el mundo abandone. Y siento que algo de eso está pasando aquí.
En la extraordinaria producción de Ridley Scott, “El Reino de los Cielos” (“Kindom of Heaven”) el personaje encarnado por Orlando Bloom, Bailan de Ibelín, resulta el único noble en quedarse a defender la ciudad de Jerusalén del ejército musulmán del Rey Saladín. Al marcharse todo el mundo, incluyendo el ejército Cruzado, solo queda Bailan con campesinos sin ningún entrenamiento en combate. A la crítica del principal sacerdote cristiano que era imposible defender a la ciudad sin nobles caballeros, Bailan decide como único noble, arrodillar a todo el que pudiera sostener una espada y juramentarlo como Caballero del Reino. Ese gesto levantó la moral de los pocos hombres y los hizo tan invencibles al punto que pudo negociar una rendición honorable de la ciudad con Saladín a cambio de la vida de los habitantes de Jerusalén. Una situación imposible se tornó posible porque alguien levanto la moral de quienes podían luchar. Si Bailan no hubiera hecho eso, Saladín hubiera masacrado a la ciudad.
Si los referentes son los primeros que dicen que Venezuela no vale la pena y se van, créanme que no valdrá la pena. Léase arriba que no incluí como referentes a los dirigentes políticos. Dejaron de serlo hace mucho tiempo, con las obvias excepciones. Los lectores sabrán quienes son esas excepciones. Pero no son suficientes. Es necesario que muchas voces de autoridad desde sus respectivos campos digan que Venezuela vale el riesgo, incluso de la vida por la inseguridad, de quedarse para luchar por ella. Eso hicieron los recién nombrados Caballeros de Jerusalén.
Nadie aquí está reprochándole a nadie irse si así le dicta su conciencia. La vida de los hijos y el futuro pueden ser suficiente razón para que una persona se vaya protegiendo a su familia. Muchos abandonaron Jerusalén por la llegada de Saladín y nadie se los echó en cara. Pero hubo otros que se quedaron, aun sabiendo que morirían por algo que creyeron que valía la pena. Y en efecto algunos murieron. Pero hacía falta ese algo, ese aliento de quienes por las distintas circunstancias de la vida son referentes sociales, de juramentar a los que se quedan como Caballeros del Reino y quedarse para luchar por él. Esa puede ser la diferencia entre ganar o perder un país…
Caracas, 3 de Noviembre de 2014
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