Lo que hoy otorga el triunfo al
Partido Republicano, en 2016 bien podría darle la derrota
El 10 de
junio último, Eric Cantor, líder del bloque Republicano en la Cámara de
Representantes, perdió la elección primaria por la candidatura a la renovación
de su banca. El ganador de la interna fue David Brat, un ignoto profesor de
economía, quien este martes 4 postulará a ese curul como candidato por el
séptimo distrito del Estado de Virginia. La de Cantor fue la primera derrota de
un líder de la mayoría en la Cámara de Representantes desde la creación del
cargo en 1899.
Por sí
mismo, el dato histórico registra un verdadero sismo político, cuyas réplicas
se sentirán el próximo martes y más allá. Cantor perdió en junio en una campaña
electoral marcada por el debate sobre la reforma migratoria. Su flanco débil
fue haber apoyado la legalización de los indocumentados, incluyendo una
posición relativamente flexible acerca de la amnistía. El discurso xenófobo de
Brat fue efectivo en alarmar al electorado, acusando a Cantor de amenazar la
legalidad de la nación, tanto como el salario y el empleo de los ciudadanos que
representaba.
El
mensaje no pudo ser más explícito. Aquellos que representan una población
mayoritariamente rural, abrumadoramente blanca y con menos del 5% de latinos,
como es el caso del séptimo distrito de Virginia, lo han escuchado. Eso es lo
que está en juego el martes 4. Para muchos analistas la elección es un ensayo y
vaticinio de la elección presidencial de 2016. En realidad tienen un pronóstico
diametralmente opuesto. Todo esto tiene poco que ver con la política, mucho
menos con la ideología, ni tampoco con la agenda legislativa. Antes se decía,
“es la economía, estúpido”, para explicar un resultado electoral. Ahora debería
ser “es la demografía, tonto”.
La
reconfiguración de los mapas electorales en todo el país—práctica conocida
como gerrymandering—ha conformado en el tiempo distritos
extraordinariamente homogéneos en términos económicos, culturales, raciales y
religiosos. Ese es el propósito: ciudadanos parecidos piensan parecido,
consumen parecido, votan parecido. Si las encuestas vaticinan una concluyente
victoria Republicana en la Cámara de Representantes, lo es por el control sobre
la mayoría de esos distritos electorales. El sistema electoral uninominal a su
vez refuerza esa homogeneidad; la representación proporcional indudablemente
generaría más pluralismo.
Para muchos
analistas la elección es un ensayo y vaticinio de la elección presidencial de
2016
Las
encuestas también muestran que los Republicanos pueden prescindir del voto de
las minorías étnicas por completo y no obstante retendrían la cámara baja. Esto
indica que el bloque Republicano seguirá eludiendo el tratamiento de la reforma
migratoria, tal como la propuso el Ejecutivo y la votó el Senado. Para un
número importante de representantes, tomar partido por la reforma migratoria
significaría el alto riesgo de perder la banca, sobre todo porque el sistema de
renovación total cada dos años implica además una elección primaria el año
anterior. Es la moraleja de Cantor. El Partido Republicano retendrá la cámara
baja, pero al precio de perder al electorado hispano, lo cual tendrá efecto de
arrastre con otras minorías étnicas
El
problema es que la homogeneidad—social, cultural y, por ende, electoral—da
dividendos a nivel de distritos previamente reconfigurados, pero se va
transformando en un pasivo a medida que el voto se agrega. Una vez que se
introduce la heterogeneidad en la ecuación electoral—como en el Senado, donde
se suman los votos de todo un Estado—los pronósticos son consecuentemente más
inciertos. Esta descripción también se aplica a la elección presidencial de
2016, y podría ser decisiva.
Es que la
moraleja de Cantor es consecuencia de un cierto “dilema de Cantor”, un
escenario típico de acción colectiva en el que la sumatoria de racionalidades
individuales genera una monumental irracionalidad colectiva. Los incentivos
individuales de los congresistas Republicanos—su reelección—colisionan de
frente con la capacidad de su propio partido de triunfar en una elección
presidencial, o sea, le impiden de articular una estrategia nacional viable.
Ello
también es por la demografía. La población latina crece, y ya en 2012 ese voto
fue favorable a Obama en proporción de dos a uno. Si esa proporción se
mantuviera constante, superpuesta con las proyecciones censales—en 2040 la
población blanca dejará de ser mayoría—arrojaría una conclusión casi
definitiva: el Partido Republicano deberá despedirse de la Casa Blanca por el
futuro previsible. Son sus propios congresistas quienes, en cada reelección y
muy racionalmente, están trabajando duro para que ello suceda.
Pero es
peor que eso. Para el funcionamiento de la democracia, esta dinámica
socialmente perversa e ineficiente profundiza la fragmentación en curso:
gobierno dividido a perpetuidad. Cristaliza de este modo un régimen faccioso.
Entre los partidos y dentro de ellos, especialmente dentro del Partido
Republicano, las reglas básicas de supervivencia hacen virtualmente imposible
acordar y altamente improbable legislar. Será cada vez más un sistema político
paralizado. La inestabilidad espera a la vuelta de la esquina.
Twitter @hectorschamis
Vía El País. España
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