ELÍAS PINO ITURRIETA
Los fundadores del Estado nacional encuentran en el militarismo uno de
los principales escollos para la creación de una sociabilidad moderna. Hombres
de su tiempo, pero también pensadores capaces de aproximarse con clarividencia
hacia el porvenir, los estadistas que nos separan de Colombia en 1830 para
fabricar una cohabitación distinta de la colonial, pero también de la que se
pretendió durante la Independencia, dominada por el autoritarismo, insisten en
el establecimiento de un poder civil de orientación laica que debía anular la
influencia de las bayonetas. No se acude ahora a sucesos antiguos para ofrecer
una lección de historia, sino con el objeto de detenerse en la permanencia de
un fenómeno perjudicial para el cual no se encuentra entonces desenlace:
continúa como un lastre susceptible de convertirse en rasgo dominante de
nuestros días.
Cuando elimina los fueros castrenses y religiosos, la Constitución
fundacional da un paso esencial en el tratamiento del asunto. El hecho de
liquidar los privilegios ostentados hasta entonces por la gente de uniforme y
sotana indica el viraje de naturaleza progresista que se pretende para la
gobernabilidad, pero la iniciativa no permanece en el papel de la carta magna.
Se inicia entonces una campaña de prensa contra los parásitos de la sociedad,
en la que se insiste en una premisa sin cuya consideración naufragarían los
anhelos de una república cabal: el que no produce riqueza debe permanecer en
los rincones de la vida, alejado de la pretensión de ejercer cargos públicos o
de sugerir salidas en torno a los asuntos del bien común. Era indispensable,
según los partidarios del flamante régimen, que la Iglesia colocara en el
mercado los bienes de manos muertas, y que los oficiales del ejército
abandonaran los cuarteles para ponerse a trabajar. Los textos más leídos
aseguraban ante los impresionados lectores que los establecimientos militares
eran albergues del parasitismo, afirmaciones que condujeron a un alzamiento
contra el presidente Vargas recién electo.
El movimiento del Ejército Libertador hizo que Tomás Lander, autor de
textos lapidarios contra Bolívar antes de la secesión venezolana, combativo
miembro de la Diputación Provincial y fundador del Partido Liberal a la vuelta
de cinco años, escribiera un ensayo sobre el “feudalismo militar”. Los oficiales
no se levantaban contra las fallas del gobierno, ni contra la incompetencia del
primer magistrado, afirmó, “sino porque no hallaban todos los goces que
aspiraban temerariamente, porque se creían con los derechos de los
conquistadores debido a que habían contribuido a redimir la tierra del dominio
extranjero”. “Estamos frente al feudalismo militar que invoca el derecho del
más fuerte”, concluyó.
El texto se detuvo en una situación que pretende controlar mediante la
influencia de las instituciones, pero fue complementado por la profundidad de
las Catilinarias de Francisco Javier Yanes que circularon en
breve. Leemos en la Segunda Catilinaria: la irrupción militar
encuentra origen “en el infame deseo de vivir de la propiedad ajena y de las
rentas públicas, de ese tesoro formado únicamente por la actividad del
comerciante, por la industria del artesano y por las fatigas del labrador
virtuoso”. Y después, para no dejar cabo suelto, hace una advertencia movida
por el pesimismo: “Estamos ante el comienzo de una larga desventura”. El
“feudalismo militar” es una negación de la legalidad que obedece a intereses
particulares en pugna con el proyecto nacional, de acuerdo con Lander, pero
para Yanes es una reacción difícil de superar contra los fundamentos de un
proyecto liberal asentado en los pilares de la propiedad, el esfuerzo personal
y la productividad.
La historia no se
repite, pero los hábitos del pasado tienen vocación de permanencia. Los
fenómenos que no se enfrentan en su oportunidad, o que no se pueden enfrentar
debido a resistencias epocales, buscan el momento adecuado para la reaparición.
Ya lo sugirió el penetrante Yanes. Una reaparición que, pese a los maquillajes
de rigor, puede ser brutal y para cuyo análisis es útil mirar hacia lo que no
pudimos hacer antes como sociedad. Si utilizamos tal método para el
entendimiento del problema, acertaremos en más de 45%.
Vía El Nacional
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