THAYS PEÑALVER | EL UNIVERSAL
jueves 3 de febrero de 2011 10:17 AM
Se ha preguntado: ¿quiénes siguen una revolución? A todas las sigue el monstruo de Frankenstein. Es una criatura con cuerpo de resentimiento, alma descompuesta y manos asesinas de la cual siempre oirá cuatro cosas: el perverso pasado que no olvida jamás y que le impide seguir adelante, su profundo resentimiento porque Usted está engañado y no le cree, su paranoia y temor constante, así como lo disociado que Usted está por no entender su mensaje de libertad, mientras insulta y amenaza. Al final por su horrible aspecto, lo que causa es el rechazo general que termina siendo el gran asesino de las naciones.
Pero toda revolución en el 3er mundo comienza con su creador, el Dr. Frankenstein, el cual difiere de la horrorosa criatura porque es inteligente, apasionado y tiene mejor aspecto, lo que le da un carisma que hace que el lector piense que tiene alma noble. Pero nada más alejado de la realidad, porque en sí el monstruo está hecho a su imagen y semejanza. A éste podrá oírlo decir que ha luchado toda su vida "contra el imperialismo, la injusticia en todas sus manifestaciones y todas las formas de explotación" (1), o "para desterrar a la oligarquía reinante" (6) y lo verá alimentando a su monstruo con devoción.
Mi creación -justificará al verla atacando- "son organizaciones comunitarias no violentas, pero la contrarrevolución los obligó a defender al gobierno legítimo de las amenazas nacionales y extranjeras" (2) o también: "eran demostraciones de fuerza del pueblo organizado, su fin no era violento, se trataba de organizaciones comunitarias creadas para el trabajo comunitario" (3) "eran organizaciones con fines sociales" (4) o hasta podrá escucharlo decir: "comenzó siendo una organización para discutir entre los intelectuales de la revolución" (5).
Estas palabras (1 y 5) reposan para la historia en el Tribunal Penal para Ruanda, junto con la defensa de los interahamwe (2) que asesinaron a casi un millón de personas, pero también las podrá ver desde Nuremberg (3) a Yugoslavia (4) en la Corte Especial de Sierra Leona (6) o en los juicios a los "amorosos revolucionarios" de Congo, África Central, o Sudán. Al final, ninguno de los que expresó estas palabras vivió libre para disfrutar su obra, ni ésta trascendió para convertirse en un modelo a seguir. Todos estos revolucionarios y "justicieros sociales" terminaron enjuiciados, muertos o con sus países destruidos y hambreados.
Por ello nunca ha existido una experiencia exitosa con ninguno de los doctores Frankenstein en el mundo. Todos sucumbieron a sus monstruos, porque su ignorancia los llevó a la destrucción de sus países. Todos utilizaron el argumento de la libertad, de la justicia e invocaron el pasado glorioso. Todos reformaron sus constituciones para perpetuarse, todos crearon a sus organizaciones con "fines sociales", todos recurrieron a la intimidación masiva, y al uso de la justicia contra los adversarios, todos los que están siendo juzgados señalaron a los medios de comunicación y los periodistas como "enemigos del proceso".
Hace apenas unas décadas el mundo estaba plagado de ellos, llegaron a ser más de 100 los monstruos, hoy a lo sumo queda un puñado agonizando, desmantelándose y hasta siendo juzgados en ejercicio, ninguno -subrayo- escapó de su monstruo, ninguno le dio prosperidad a su pueblo, ninguno tuvo un final feliz y en el único lugar que se les recuerda, es en la cámara de los horrores de los museos de cera y al igual que Frankenstein, terminan produciendo más lástima que miedo.
Pero toda revolución en el 3er mundo comienza con su creador, el Dr. Frankenstein, el cual difiere de la horrorosa criatura porque es inteligente, apasionado y tiene mejor aspecto, lo que le da un carisma que hace que el lector piense que tiene alma noble. Pero nada más alejado de la realidad, porque en sí el monstruo está hecho a su imagen y semejanza. A éste podrá oírlo decir que ha luchado toda su vida "contra el imperialismo, la injusticia en todas sus manifestaciones y todas las formas de explotación" (1), o "para desterrar a la oligarquía reinante" (6) y lo verá alimentando a su monstruo con devoción.
Mi creación -justificará al verla atacando- "son organizaciones comunitarias no violentas, pero la contrarrevolución los obligó a defender al gobierno legítimo de las amenazas nacionales y extranjeras" (2) o también: "eran demostraciones de fuerza del pueblo organizado, su fin no era violento, se trataba de organizaciones comunitarias creadas para el trabajo comunitario" (3) "eran organizaciones con fines sociales" (4) o hasta podrá escucharlo decir: "comenzó siendo una organización para discutir entre los intelectuales de la revolución" (5).
Estas palabras (1 y 5) reposan para la historia en el Tribunal Penal para Ruanda, junto con la defensa de los interahamwe (2) que asesinaron a casi un millón de personas, pero también las podrá ver desde Nuremberg (3) a Yugoslavia (4) en la Corte Especial de Sierra Leona (6) o en los juicios a los "amorosos revolucionarios" de Congo, África Central, o Sudán. Al final, ninguno de los que expresó estas palabras vivió libre para disfrutar su obra, ni ésta trascendió para convertirse en un modelo a seguir. Todos estos revolucionarios y "justicieros sociales" terminaron enjuiciados, muertos o con sus países destruidos y hambreados.
Por ello nunca ha existido una experiencia exitosa con ninguno de los doctores Frankenstein en el mundo. Todos sucumbieron a sus monstruos, porque su ignorancia los llevó a la destrucción de sus países. Todos utilizaron el argumento de la libertad, de la justicia e invocaron el pasado glorioso. Todos reformaron sus constituciones para perpetuarse, todos crearon a sus organizaciones con "fines sociales", todos recurrieron a la intimidación masiva, y al uso de la justicia contra los adversarios, todos los que están siendo juzgados señalaron a los medios de comunicación y los periodistas como "enemigos del proceso".
Hace apenas unas décadas el mundo estaba plagado de ellos, llegaron a ser más de 100 los monstruos, hoy a lo sumo queda un puñado agonizando, desmantelándose y hasta siendo juzgados en ejercicio, ninguno -subrayo- escapó de su monstruo, ninguno le dio prosperidad a su pueblo, ninguno tuvo un final feliz y en el único lugar que se les recuerda, es en la cámara de los horrores de los museos de cera y al igual que Frankenstein, terminan produciendo más lástima que miedo.
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