Editorial de El Nacional
Las
elecciones parlamentarias que deben realizarse en el curso de 2015 son
fundamentales para el logro de cambios políticos de carácter imprescindible.
Eso lo sabemos o lo intuimos todos. Es evidente la necesidad de establecer un
sistema de frenos y contrapesos que limite el poder del Ejecutivo, grosero y
avasallante en los últimos tres lustros. Se precisa el rescate de una
deliberación desarrollada en la más alta escala, que ha desaparecido desde el
advenimiento del chavismo y que ha promovido pobrezas ideológicas.
Se
requiere con urgencia el refrescamiento de las voces que se escuchan en la
tribuna pública, cada vez más ahogadas por el imperio de un sonido monocorde y
estéril. Hace falta una fiscalización efectiva de los asuntos públicos,
dependiente en nuestros días de unos poderes flexibles que solo atienden la voz
del amo y se hacen de la vista gorda ante la proliferación de las corruptelas.
La lista
de los argumentos que se pueden desarrollar sobre la necesidad de un cambio
radical en la AN puede aumentarse según los reclamos del lector, de acuerdo con
lo que cada quien lamenta de la postración y la insensatez que predomina en la
Cámara, en atención del dolor que produce el verla convertida en un cuartel,
pero quizá las mencionadas basten para llamar la atención sobre la
trascendencia de esos comicios que están a la vuelta de la esquina. ¿Por qué
insistir con ellos ahora, entonces? ¿Por qué llover sobre mojado?
Parece
que la sociedad es consciente de la trascendencia del vital asunto, pero no se
advierte el mismo interés en la dirigencia política, en los partidos y en el
seno de la MUD. A estas alturas nadie cree que estén tomando al toro por los
cuernos, como se espera de unos caballeros a quienes se considera entrenados en
este tipo de lidias y de quienes piensa uno que sean conscientes de lo que se
juegan como representantes de la sociedad.
Allá
ellos con su supervivencia, en todo caso, porque lo que de veras importa es el
destino de la república y la custodia de las libertades públicas. De allí la
necesidad de llamarlos a prender el motor del ferrocarril electoral, no fuera
sino solo porque pueden desaparecer del mapa junto con las conquistas
democráticas que todavía no han sido desterradas por el omnipotente asambleísmo
de los chavistas.
Hay que
poner el tema sobre el tapete, por lo tanto, todos los días y en todos los
rincones. Hay que convertirlo en prioridad, para que no se pierda
definitivamente la democracia junto con los dirigentes que todavía cuentan con
apoyo popular. Hay que promover asambleas, solicitar la opinión de los vecinos,
asomar candidaturas, especialmente si son atractivas y de nuevo cuño, pensar en
los mejores nombres y en la formación de equipos de trabajo disciplinados y
entusiastas como los que ya ha formado el oficialismo para mantener el control
de la AN.
Si la renovación del Parlamento
es una urgencia, una prioridad, un verdadero salvavidas, ya es tiempo de que la
oposición demuestre que eso es justamente lo que piensa y siente.
Vía El Nacional
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