OSCAR ARNAL
| EL UNIVERSAL
sábado 1 de noviembre de 2014 12:00 AM
La democracia es mucho más que
elecciones libres, periódicas y transparentes. Un sistema donde se
garantiza la libertad de expresión, el respeto a las libertades públicas
y los derechos humanos. La alternancia y el pluralismo. La
independencia, autonomía y separación de los poderes. La supremacía de
la Constitución y el Estado de Derecho. La subordinación del poder
militar frente al poder civil.
En la Constitución de 1999 vigente, impulsada por el entonces presidente, se establecieron además figuras de democracia participativa y protagónica, entre las que se encuentran: la Constituyente, el Revocatorio, el Referéndum Consultivo, Aprobatorio y Abrogatorio.
El Libertador Simón Bolívar explicó que la Constitución debe revisarse cada diez años. En su momento estelar en Angostura presentó un proyecto donde no había reelección presidencial inmediata y acorde pronunció la famosa frase: "Nada es más peligroso que dejar a un mismo ciudadano mucho tiempo en el poder, él se acostumbra a mandar y el pueblo a obedecer de donde surge la opresión y la tiranía".
Enfrentamiento
La Constituyente de 1999, le permitió al oficialismo, disolver los poderes públicos. Entre ellos un Congreso que había sido electo para cinco años. Es más, el poder de la Constituyente es tan insubordinado, que ordenó hasta unas nuevas elecciones presidenciales, donde quedó derrotado Arias Cárdenas. Fue un enfrentamiento electoral entre militares inédito en la historia. En este sentido, una Constituyente podría cambiar la Constitución para prohibir la reelección absoluta o inmediata e incluso ordenar una nueva elección presidencial tal y como lo hizo la anterior.
En muy pocas Constituciones aparece la figura de la Constituyente, por tener el poder ilimitado de cambiarlo todo. Si la Constituyente la gana un grupo que no entiende que la nación somos todos y que una Constitución debe contener la mayor suma de consensos políticos posibles, puede imponer lo que Tocqueville denominó la "Tiranía de la mayoría" y violar los derechos humanos de la otra parte de la población. El 15% de las firmas de los electores bastan para convocarla en cualquier momento.
El Revocatorio es más directo. Existe para acortar a la mitad los plazos de los gobernantes que pierdan el apoyo de sus gobernados. Sí el mandatario es derrotado, unos nuevos comicios deben elegir a la persona que va a ocupar el cargo.
De manera que la Constituyente tiene un mayor alcance y no supone a la vez una confrontación tan polarizada de cara al pueblo. Además puede abordar cualquier tema como por ejemplo: la necesaria autonomía de los estados para convertirnos en un verdadero país federal y descentralizado, la renovación de los poderes públicos, el acortar el periodo de 6 a 4 años, la doble vuelta electoral, etc.
Lo determinante para la Alternativa Democrática sería primero poner todo el énfasis en la elección de un nuevo CNE, que garantice la imparcialidad de cara a cualquier elección. Por ello y en función de la independencia de poderes, debería aprovecharse a los facilitadores internacionales, entre los que se encuentra el Vaticano, en función de lograr las designaciones que corresponden al momento y poner en evidencia cualquier maniobra para intentar atropellar a la representación que corresponde a la oposición de acuerdo a la mayoría poblacional que la respalda.
La gota
Con relación al CNE, al TSJ y al Poder Ciudadano nadie tiene las dos terceras partes exigidas en la Constitución para los nombramientos. Sin embargo, utilizando leguleyismos el gobierno podría burlar la letra y el espíritu de la Constitución e imponer de manera ilegítima a las nuevas autoridades. Sería la gota que derramaría el vaso. La única salida sería apelar a los artículos 333 y 350 de la Carta Magna, que implican el desconocimiento de un gobierno que usurpa el poder rompiendo con la Constitución.
Hay que entender que se debe dejar de lado toda aspiración personalista o partidista cuando tienen que renovarse los poderes públicos. No es tiempo de pensar en pactos, en función de repartir cargos o en adueñarse de algunos en detrimento de los demás, en un juego perverso de suma cero. Todo lo contrario, es tiempo de buscar con lupa a las personas que por sus credenciales puedan ocupar tan altas magistraturas con decoro, sin sesgos y en función de los altos intereses de la patria.
Cuando se trata del CNE estamos hablando de un ente que debe generar confianza a través de su imparcialidad y eficiencia. Hay que poner primero lo primero. Sin un árbitro que garantice la justicia es imposible un accionar libre y equitativo. Que sirva de balance a las partes y a los intereses en disputa. Que a fin de cuentas tiene que reflejar a una soberanía que reside en el pueblo y que debe expresarse a través del sufragio.
En la Constitución de 1999 vigente, impulsada por el entonces presidente, se establecieron además figuras de democracia participativa y protagónica, entre las que se encuentran: la Constituyente, el Revocatorio, el Referéndum Consultivo, Aprobatorio y Abrogatorio.
El Libertador Simón Bolívar explicó que la Constitución debe revisarse cada diez años. En su momento estelar en Angostura presentó un proyecto donde no había reelección presidencial inmediata y acorde pronunció la famosa frase: "Nada es más peligroso que dejar a un mismo ciudadano mucho tiempo en el poder, él se acostumbra a mandar y el pueblo a obedecer de donde surge la opresión y la tiranía".
Enfrentamiento
La Constituyente de 1999, le permitió al oficialismo, disolver los poderes públicos. Entre ellos un Congreso que había sido electo para cinco años. Es más, el poder de la Constituyente es tan insubordinado, que ordenó hasta unas nuevas elecciones presidenciales, donde quedó derrotado Arias Cárdenas. Fue un enfrentamiento electoral entre militares inédito en la historia. En este sentido, una Constituyente podría cambiar la Constitución para prohibir la reelección absoluta o inmediata e incluso ordenar una nueva elección presidencial tal y como lo hizo la anterior.
En muy pocas Constituciones aparece la figura de la Constituyente, por tener el poder ilimitado de cambiarlo todo. Si la Constituyente la gana un grupo que no entiende que la nación somos todos y que una Constitución debe contener la mayor suma de consensos políticos posibles, puede imponer lo que Tocqueville denominó la "Tiranía de la mayoría" y violar los derechos humanos de la otra parte de la población. El 15% de las firmas de los electores bastan para convocarla en cualquier momento.
El Revocatorio es más directo. Existe para acortar a la mitad los plazos de los gobernantes que pierdan el apoyo de sus gobernados. Sí el mandatario es derrotado, unos nuevos comicios deben elegir a la persona que va a ocupar el cargo.
De manera que la Constituyente tiene un mayor alcance y no supone a la vez una confrontación tan polarizada de cara al pueblo. Además puede abordar cualquier tema como por ejemplo: la necesaria autonomía de los estados para convertirnos en un verdadero país federal y descentralizado, la renovación de los poderes públicos, el acortar el periodo de 6 a 4 años, la doble vuelta electoral, etc.
Lo determinante para la Alternativa Democrática sería primero poner todo el énfasis en la elección de un nuevo CNE, que garantice la imparcialidad de cara a cualquier elección. Por ello y en función de la independencia de poderes, debería aprovecharse a los facilitadores internacionales, entre los que se encuentra el Vaticano, en función de lograr las designaciones que corresponden al momento y poner en evidencia cualquier maniobra para intentar atropellar a la representación que corresponde a la oposición de acuerdo a la mayoría poblacional que la respalda.
La gota
Con relación al CNE, al TSJ y al Poder Ciudadano nadie tiene las dos terceras partes exigidas en la Constitución para los nombramientos. Sin embargo, utilizando leguleyismos el gobierno podría burlar la letra y el espíritu de la Constitución e imponer de manera ilegítima a las nuevas autoridades. Sería la gota que derramaría el vaso. La única salida sería apelar a los artículos 333 y 350 de la Carta Magna, que implican el desconocimiento de un gobierno que usurpa el poder rompiendo con la Constitución.
Hay que entender que se debe dejar de lado toda aspiración personalista o partidista cuando tienen que renovarse los poderes públicos. No es tiempo de pensar en pactos, en función de repartir cargos o en adueñarse de algunos en detrimento de los demás, en un juego perverso de suma cero. Todo lo contrario, es tiempo de buscar con lupa a las personas que por sus credenciales puedan ocupar tan altas magistraturas con decoro, sin sesgos y en función de los altos intereses de la patria.
Cuando se trata del CNE estamos hablando de un ente que debe generar confianza a través de su imparcialidad y eficiencia. Hay que poner primero lo primero. Sin un árbitro que garantice la justicia es imposible un accionar libre y equitativo. Que sirva de balance a las partes y a los intereses en disputa. Que a fin de cuentas tiene que reflejar a una soberanía que reside en el pueblo y que debe expresarse a través del sufragio.
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