Se dice que llegamos 35 años tarde al siglo XX. Estamos repitiendo el patrón en el XXI
AXEL CAPRILES M. | EL UNIVERSAL
jueves 24 de marzo de 2011 12:00 AM
No sólo el jefe de Estado y el gobierno venezolano se han ido quedando solos en el concierto mundial de las naciones sino que la sociedad venezolana entera está cada vez más confinada, recluida y aislada. La persistente alharaca de los compañeros del ALBA y algunos aprovechadores no oculta este triste hecho. Ya casi nadie nos toma en cuenta salvo como ejemplo del camino perdido, como muestra del retroceso y la decadencia posible de las naciones. No es un asunto puntual. No es que el emotivo respaldo del presidente Chávez al dictador más antiguo de África, Muamar Gadafi, haya hecho evidente nuestro distanciamiento de la civilización Occidental y nuestra particular interpretación del Derecho Internacional Humanitario, sino que el debate político dominante, la concepción de la economía y los negocios, la producción cultural y científica, parecen sacados de un viejo libro de paleontología con un lenguaje que nada tiene que ver con el mundo contemporáneo.
Mientras que el Gobierno chino entrega el premio nacional de innovación gubernamental a Ma Hong por el robustecimiento de la sociedad civil, la limitación y el achicamiento del Estado y la asombrosa transformación de la ciudad de Shenzhen, en Venezuela seguimos escuchando los mismos lugares comunes del más simplón discurso marxista de un repitiente de la UCV de los años 60. Los burócratas de Shenzhen han clasificado unas 280 funciones, antiguamente atribuidas al Estado, que deben ahora ser ejecutadas por ONG. Nosotros legislamos para asfixiar a las ONG. Mientras Dilma Rousseff deja de lado la vena populista de su antecesor para centrarse en metas de eficiencia y crecimiento, para consolidar a Brasil como la séptima economía del mundo, nosotros seguimos obsesionados con la retórica anticolonial decimonónica. Hasta el discurso de la oposición se halla entrampado en las fijaciones presidenciales y escurre los grandes temas de la actualidad. Se dice que llegamos 35 años tarde al siglo XX. Estamos repitiendo el patrón en el XXI.
Mientras que el Gobierno chino entrega el premio nacional de innovación gubernamental a Ma Hong por el robustecimiento de la sociedad civil, la limitación y el achicamiento del Estado y la asombrosa transformación de la ciudad de Shenzhen, en Venezuela seguimos escuchando los mismos lugares comunes del más simplón discurso marxista de un repitiente de la UCV de los años 60. Los burócratas de Shenzhen han clasificado unas 280 funciones, antiguamente atribuidas al Estado, que deben ahora ser ejecutadas por ONG. Nosotros legislamos para asfixiar a las ONG. Mientras Dilma Rousseff deja de lado la vena populista de su antecesor para centrarse en metas de eficiencia y crecimiento, para consolidar a Brasil como la séptima economía del mundo, nosotros seguimos obsesionados con la retórica anticolonial decimonónica. Hasta el discurso de la oposición se halla entrampado en las fijaciones presidenciales y escurre los grandes temas de la actualidad. Se dice que llegamos 35 años tarde al siglo XX. Estamos repitiendo el patrón en el XXI.
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