AGUSTÍN BLANCO MUÑOZ | EL UNIVERSAL
viernes 18 de marzo de 2011 12:33 PM
Está muy claro que no tenemos país. Nos fue arrebatado finalmente por la presente tiranía revolucionaria, que dice estar en transición hacia el internacionalismo y la correspondiente "dictadura del proletariado", que caracteriza al llamado socialismo.
Por ello, a los venezolanos se nos redujo a la condición de población que, según el censo permanente, se acerca a los 30 millones.
Pero tenemos aún dos tipos de pobladores: los poseedores de residencia, con dirección y servicios permanentes y quienes deambulan, aquellos que no saben dónde amanecerán y que carecen de albergue y servicios.
Por esto hay quienes viven o creen vivir y quienes simplemente subsisten, en medio de los sacrificios que reclama la supuesta revolución.
Y ya se puede afirmar que ni siquiera la riqueza puede gozar de una vida espiritual de paz y tranquilidad si no es afecta al proceso-PSUV.
El ambiente de pugnacidad, encono, reclamo y acusación se acrecienta cada vez más. A los males de la tan nombrada cuarta república se les adiciona la carga de inseguridad-angustia-temor-miedo-chantaje que caracteriza a las consabidas revoluciones que, indefectiblemente, se identifican con la tiranía.
Desde lo jurídico-institucional hasta lo personal, prevalece aquí una incertidumbre, que no pueden atemperar siquiera las políticas del oficialismo, destinadas a invertir en la fábrica de y para el engaño-fraude-compraventa de conciencias.
La fuerza tiránico-socialista del siglo que sea, con cobertura democrático-formal, avanza así a paso de destructores.
Y esto se aprecia en la pérdida progresiva y alarmante de las instituciones para dar más vigencia y fortaleza a la "Revolución del Tirano", cuyas ejecutorias han hecho posible que este expaís devenga en parte de Venecuba, la nueva realidad geopolítica controlada por Fidel Castro y su G2.
En esta instancia, en la que no hay vigencia de Constitución y leyes, todo lo resuelve la tiranía con base a su inclinación y entender socialista venecubano.
Y esto es algo, además, que se hace en forma pública. En cadena nacional, y en palmaria negación de todas las instituciones, aprueba cualquier trámite administrativo para que se sepa que aquí se hace lo que a él le da la gana.
De modo que "el país perfectible" de Luís Herrera Campíns, al menos como posibilidad, se fue al abismo, según la expresión de CAP, a partir del momento en que se le defenestra.
Las propias instituciones supuestamente democráticas que contribuye a crear, lo revientan y se vuelven contra sus propias estructuras. Y el país, que ya venía herido, se termina de desmoronar.
Por eso cada vez más adquirimos con mayor fuerza la condición y calidad de simples habitantes de una exrepública. No somos nada más.
¿Revertiremos esta situación copada por la acción tiránica en el corto plazo, por ejemplo, en las elecciones presidenciales de diciembre del 2012?
Si mantenemos que estamos frente a una tiranía de corte totalitario y de permanente disfraz democrático, permitido por negociantes y cómplices, no podemos aceptar que el usurpador será derrotado en el propio seno de uno de los poderes que mejor controla: el electoral.
Hemos sostenido y sostenemos aún a la fecha que este régimen tiene asegurado su triunfo, vía fraude-trampa, en las elecciones de Dic /12 y que es en ese momento cuando comenzará un período mucho más difícil para Venecuba.
La protesta contra el fraude-trampa puede extenderse a actores de las oposiciones que saldrán a ejercer su oficio de negociantes o cómplices. Y la única manera de parar los reclamos será con la aplicación de la violencia.
El régimen no vacilará en "defender su revolución pacífica" con las armas de todo tipo, a sabiendas de que cuenta con un "poder popular" cada vez menos dispuesto a dar la vida por esa causa.
Y esto se agrava en el escenario de un oficialismo que ya no dispondrá de los recursos que le permitan seguir comprando votos y conciencias.
En este sentido, la metralla no podrá con la fuerza social en acción, ni siquiera contando con el apoyo de negociantes y cómplices de las supuestas trincheras democráticas, que en la práctica han sido más bien muros de contención de la protesta popular.
El camino de la lucha y la depuración es largo. Pero las posibilidades del rescate y reconstrucción de Venezuela crecerán con la participación de las mayorías hoy convertidas en simple población.
Nuestra perspectiva, a diferencia de oficialistas y cómplices, no tiene ambivalencias, acomodos, acuerdos ni conciliaciones.
Vamos hacia un solo punto: detener la destrucción que nos convirtió en este terrible, triste y miedoso expaís inserto hoy en la miseria que es Venecuba.
Pero esto tendrá que hacerse, a partir de la acción de la fuerza social democrática no electoralista ni tramposa, que cada día tiene menos disposición para seguirse calando esta ¡tiranía revolucionaria
Por ello, a los venezolanos se nos redujo a la condición de población que, según el censo permanente, se acerca a los 30 millones.
Pero tenemos aún dos tipos de pobladores: los poseedores de residencia, con dirección y servicios permanentes y quienes deambulan, aquellos que no saben dónde amanecerán y que carecen de albergue y servicios.
Por esto hay quienes viven o creen vivir y quienes simplemente subsisten, en medio de los sacrificios que reclama la supuesta revolución.
Y ya se puede afirmar que ni siquiera la riqueza puede gozar de una vida espiritual de paz y tranquilidad si no es afecta al proceso-PSUV.
El ambiente de pugnacidad, encono, reclamo y acusación se acrecienta cada vez más. A los males de la tan nombrada cuarta república se les adiciona la carga de inseguridad-angustia-temor-miedo-chantaje que caracteriza a las consabidas revoluciones que, indefectiblemente, se identifican con la tiranía.
Desde lo jurídico-institucional hasta lo personal, prevalece aquí una incertidumbre, que no pueden atemperar siquiera las políticas del oficialismo, destinadas a invertir en la fábrica de y para el engaño-fraude-compraventa de conciencias.
La fuerza tiránico-socialista del siglo que sea, con cobertura democrático-formal, avanza así a paso de destructores.
Y esto se aprecia en la pérdida progresiva y alarmante de las instituciones para dar más vigencia y fortaleza a la "Revolución del Tirano", cuyas ejecutorias han hecho posible que este expaís devenga en parte de Venecuba, la nueva realidad geopolítica controlada por Fidel Castro y su G2.
En esta instancia, en la que no hay vigencia de Constitución y leyes, todo lo resuelve la tiranía con base a su inclinación y entender socialista venecubano.
Y esto es algo, además, que se hace en forma pública. En cadena nacional, y en palmaria negación de todas las instituciones, aprueba cualquier trámite administrativo para que se sepa que aquí se hace lo que a él le da la gana.
De modo que "el país perfectible" de Luís Herrera Campíns, al menos como posibilidad, se fue al abismo, según la expresión de CAP, a partir del momento en que se le defenestra.
Las propias instituciones supuestamente democráticas que contribuye a crear, lo revientan y se vuelven contra sus propias estructuras. Y el país, que ya venía herido, se termina de desmoronar.
Por eso cada vez más adquirimos con mayor fuerza la condición y calidad de simples habitantes de una exrepública. No somos nada más.
¿Revertiremos esta situación copada por la acción tiránica en el corto plazo, por ejemplo, en las elecciones presidenciales de diciembre del 2012?
Si mantenemos que estamos frente a una tiranía de corte totalitario y de permanente disfraz democrático, permitido por negociantes y cómplices, no podemos aceptar que el usurpador será derrotado en el propio seno de uno de los poderes que mejor controla: el electoral.
Hemos sostenido y sostenemos aún a la fecha que este régimen tiene asegurado su triunfo, vía fraude-trampa, en las elecciones de Dic /12 y que es en ese momento cuando comenzará un período mucho más difícil para Venecuba.
La protesta contra el fraude-trampa puede extenderse a actores de las oposiciones que saldrán a ejercer su oficio de negociantes o cómplices. Y la única manera de parar los reclamos será con la aplicación de la violencia.
El régimen no vacilará en "defender su revolución pacífica" con las armas de todo tipo, a sabiendas de que cuenta con un "poder popular" cada vez menos dispuesto a dar la vida por esa causa.
Y esto se agrava en el escenario de un oficialismo que ya no dispondrá de los recursos que le permitan seguir comprando votos y conciencias.
En este sentido, la metralla no podrá con la fuerza social en acción, ni siquiera contando con el apoyo de negociantes y cómplices de las supuestas trincheras democráticas, que en la práctica han sido más bien muros de contención de la protesta popular.
El camino de la lucha y la depuración es largo. Pero las posibilidades del rescate y reconstrucción de Venezuela crecerán con la participación de las mayorías hoy convertidas en simple población.
Nuestra perspectiva, a diferencia de oficialistas y cómplices, no tiene ambivalencias, acomodos, acuerdos ni conciliaciones.
Vamos hacia un solo punto: detener la destrucción que nos convirtió en este terrible, triste y miedoso expaís inserto hoy en la miseria que es Venecuba.
Pero esto tendrá que hacerse, a partir de la acción de la fuerza social democrática no electoralista ni tramposa, que cada día tiene menos disposición para seguirse calando esta ¡tiranía revolucionaria
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