Sunday, March 13, 2011

Una larga mirada

En: http://www.lapatilla.com/site/2011/03/13/carlos-blanco-una-larga-mirada/

Carlos Blanco


Los tiempos turbulentos hacen que las miradas se concentren en lo inmediato, y lo inmediato, aunque sea dramático, repetido una y otra vez, se vuelve un fastidio. En Venezuela la cotidianidad revela condiciones sociales siniestras, una economía que trastabilla al son de unas válvulas que se abren y se cierran en manos de voluntades ajenas, y una disputa por el poder político. Al lado del frenesí del carrusel en el que todo ser que respire y hable anda encaramado, se mueven unas corrientes más profundas cuyo sentido es necesario ponderar.
El régimen venezolano, acosado por sus ineficiencias, por las demandas ciudadanas, por un ambiente internacional cada vez más desfavorable, y unas elecciones en perspectiva, pareciera moverse hacia una playa que le proporcione respiro y cierta estabilidad. La orientación pragmática le ha hecho rebajar su perfil ideológico (no quiere que lo llamen comunista), ha disminuido el papel de gritón del barrio en la escena internacional (salvo para aparecer con un ramo de olivo al intentar la imposible mediación entre el asesino de Trípoli y los países democráticos), y en el plano doméstico ha comenzado a ofrecer una actitud de supuesto (¿real?) diálogo para aplacar los demonios que andan sueltos. Salvo las periódicas rabietas que sobrecogen a funcionarios como Roy Chaderton o Isaías Rodríguez, este último expelido como gas incómodo por la cancillería venezolana de los reales predios de Madrid, el gobierno pareciera haber entrado en “modo de oveja”.
Las razones parecieran obvias. En Venezuela está sembrado un reventón social. Nadie sabe cuándo ni cómo, ni si es posible desactivarlo con la brigada antiexplosivos del G-2 cubano o de otras almas caritativas y bolivarianas, pero los ingredientes están allí. El gobierno está todo el día haciéndole seguimiento a la situación. Como dijera aquel memorable y mermado general, el mismo que asistió a una jornada de “avivamiento” en Maracay y que en medio de la multitud, y resguardado por sus edecanes, padeció un patatús una vez que fue poseído por un espíritu escuálido: “candelita que se prende, candelita que se apaga”. Allí están los potingues, hierbas y tabacos, sólo falta el candelazo. Puede que no llegue si los bomberos son eficientes, pero para serlo no basta la represión. Al menos eso dicen Hosni Mubarak y Moammar Gadafi.
Calmar a los demonios
Como a todos esos personajes que llegan al gobierno con ideologías rígidas pero que, pasado el tiempo, se van despojando de ideas, principios, sueños, programas y proyectos, la verdadera pasión que anima al caudillo venezolano es el ejercicio del poder. No es sólo su caso, porque al fin y al cabo, el hombre es una figura internacional y sin duda pasará a ser un personaje peculiar de la historia de Venezuela, sino el de su entorno. La mayoría de su séquito cambió de modo de vida, comenzó a viajar al exterior, a tener bienes y fortunas que jamás soñaron, a codearse con el ambiente internacional, a disfrutar de recompensas bolivarianas que nunca vislumbraron en sus vidas anteriores de activistas populares, de modestos profesionales o de oficiales confinados a catres en sus cuarteles. Quien esto escribe conoce del caso de un ministro que cada vez que se rumorean cambios pide a ciertos amigos que convenzan a los eventuales candidatos a sustituirlo que se nieguen a hacerlo, como un favor personal. Es que el hombre merece seguir allí por el nivel de gozo que ha alcanzado en el ejercicio de su magistratura. No se diga de la jueza aquella que empalagó al Comandante para que la dejara meneando la olla de la justicia.
Lo que hace para conservar el poder es lo que se plantee como necesario, incluida la moderación temporal, sólo contradicha por la necesidad de contener a los radicales de su lado, no vayan a creer que se ha puesto blandito. El viudo de Lina Ron aseguró que ésta se había disgustado por la liberación de algunos presos políticos; es posible que esta anécdota refleje el estado de ánimo del sector más radical del régimen.
La brújula opositora.
Está bien. Hay primarias, tarjeta única, fecha a escoger y una miríada de candidatos. El único problema es que parece no haber política. El “modo de oveja” ha agarrado a los partidos opositores desprevenidos. A la cara de diálogo del gobierno los dirigentes han puesto una cara similar, lo cual es una trampa porque la condición para un diálogo no es que el poderoso deje de insultar sino que se conciba una agenda. Si no hay agenda no hay diálogo, aunque puede haber amabilidades. Desde luego los dirigentes opositores son veteranos de la política, pero su concentración en la elección del candidato presidencial y la variada oferta que parece haber, deja un espacio vacío que a veces pueden llenarlo los estudiantes o los trabajadores con sus conflictos, pero que no conecta el proceso electoral de 2012 con el conflicto social de hoy, el que ocurre en marzo de 2011. Hay tanta desconexión en algunos dirigentes que las candidaturas se presentan y manejan como si en el marco de esta tragedia lo que contara fuesen las aspiraciones personales. En vez de buscar expresar el conflicto y las fuerzas democráticas en pugna, ponen en juego sus deseos políticos. Quién sabe si el candidato es alguien que todavía, por prudencia y sentido de las proporciones, no confiesa que quiere serlo…
El concentrar los dilemas opositores en la escogencia del candidato no sólo deja los temas no electorales fuera de visibilidad sino que deja también al margen otros temas electorales esenciales: la composición del CNE, el ventajismo oficial, el Registro Electoral, la caja negra de la automatización en todas su fases, las arbitrariedad en el Plan República por parte de unos mandos militares comprometidos con uno de los competidores. Tales son asuntos sobre los que se guarda un escrupuloso mutismo. Ahora es el tiempo de levantarlos si es que se piensa que no conviene hacerlo en plena campaña electoral porque desestimularía a los votantes.
Todavía se puede ir más allá. En Venezuela la transición ha comenzado, no porque el caudillo se vaya mañana, ni siquiera es seguro que se vaya en 2012, sino porque hay fuerzas dentro y fuera del chavismo que consideran que ya basta y se disponen anímica y políticamente al relevo para cuando sea que ocurra. En este sentido vale la pena preguntarse no qué políticas específicas va a desarrollar un eventual gobierno de transición (porque eso depende de la modalidad que adopte el reemplazo presidencial, hoy imprevisible) sino qué tipo de país se aspira a construir, a qué se parecerá la Venezuela que se levantará sobre los escombros actuales. El eje organizador del pensamiento debería ser cómo se organizarán las fuerzas más profundas de la sociedad para resolver los problemas de la pobreza, inequidad y exclusión, tan agravados en estos años.
Publicado en El Universal

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