Hay cuestiones que parecen no dichas y algunas no se aclararán nunca"
CARLOS BLANCO | EL UNIVERSAL
domingo 20 de marzo de 2011 12:00 AM
11 de abril
Ese día salió Chávez del poder, actuaron las masas, los militares, los jefes políticos, los medios, la plutocracia, el sindicalismo, los empresarios, la clase media, los policías, y a los pocos días regresó, dijo que arrepentido y ya se sabe lo que pasó.
En la reciente polémica entre Henry Ramos y Pedro Carmona vuelve a plantearse el tema. Acontecimientos que flotan como una nube negra hinchada de preguntas. Hay cuestiones que parecen no dichas y algunas no se aclararán por mucho tiempo o tal vez nunca. ¿Por qué volver sobre este asunto que va a tener una década de ocurrido? Porque lo que acontece hoy está marcado por lo que entonces se hizo y dejó de hacer; porque los que actúan en la política han construido su postura actual a partir de esos hechos.
Según el Gobierno, la salida de Chávez el 11 de abril fue por un golpe de estado que fracasó al cabo de los días por la acción decidida de las masas en la calle y la contundente acción de militares leales al régimen, encabezados por el general Raúl Baduel, que rescataron a Chávez cuando, según él, ya estaba en toque de difuntos.
El golpe. ¿Hubo un golpe? Veamos. Chávez sale de la presidencia y va por sus propios pasos a Fuerte Tiuna. Hizo un borrador de renuncia a su cargo y solicitó ser trasladado a Cuba con su familia. ¿Por qué lo hizo? Porque a raíz de la gigantesca manifestación que se dirigía a Miraflores, de los muertos producidos por los francotiradores, del video de Venevisión en el cual los pistoleros encaramados en Puente Llaguno disparaban sin contención, los mandos militares casi en su totalidad desobedecieron al Presidente de la República. Debe recordarse que los desobedientes fueron generales y almirantes designados por Chávez, que le habían obedecido disciplinadamente hasta ese día. ¿Esa desobediencia era parte de una conspiración? Es posible que oficiales activos en posiciones de mando estuvieran vinculados al proceso conspirativo, pero la clave de la desobediencia es la de generales chavistas como Manuel Rosendo o muy institucionalistas, como Vásquez Velasco. Quienes desobedecieron no eran los conspiradores.
La desobediencia militar es legítima cuando los oficiales reciben órdenes ilegales. No hay que olvidar que la tesis de "la obediencia debida" no cubre la responsabilidad personal de quienes violen los derechos humanos, especialmente desde la aprobación del Estatuto de Roma y el establecimiento de la Corte Penal Internacional.
Se puede argumentar con toda propiedad que el 11 de abril no hubo un golpe de estado sino la huída, renuncia, dejación del cargo o, según dijo el Tribunal Supremo de entonces, "un vacío de poder". Claro que no fue una entusiasta salida de su cargo como Presidente (generalmente las renuncias no lo son), pero no fue un golpe sino una inmensa manifestación a la cual los mandos militares no quisieron masacrar. No quisieron ser copartícipes de las muertes por acción de los francotiradores.
La Conspiración. Pero, ¿había una conspiración? Por supuesto que la había y es lo que explica que el día 12 de abril, al día siguiente de haber salido Chávez, muchos de los que asumen el gobierno no eran ni representantes de la mayoría que había manifestado multitudinariamente el día anterior ni de los mandos militares que habían desobedecido desde sus posiciones institucionales.
La presencia de Pedro Carmona como Presidente, posición que por cierto no llegó a ejercer en momento alguno, no era un hecho improbable en las circunstancias del momento. Hay que recordar que él y Carlos Ortega eran los dirigentes civiles más reconocidos e importantes, por su condición de líderes de Fedecámaras y la CTV, respectivamente. Ahora hay quienes ven a Carmona como si hubiese sido un desconocido destapado por la conspiración y no es verdad; su nombre y el de Ortega eran mencionados como eventuales presidentes. Debe recordarse también que el 10 de diciembre de 2001 hubo un Paro Cívico nacional al cual llamó la corporación empresarial y Carmona fue la figura estelar del día, junto a Chávez a quien lo agarró una pataleta en la base Francisco de Miranda, en La Carlota, en la conmemoración del aniversario de la Fuerza Aérea. Se recordará el cacerolazo de los vecinos que lo sacó de sus casillas.
La transición se veía venir por las inmensas manifestaciones de todos los días, por la rebelión de la clase media, por el descontento militar y por el símbolo en el cual llegó a constituirse Pdvsa cuando Chávez despidió a varios de sus gerentes. La rebelión estaba a flor de piel.
El 12 de abril. Una vez Chávez fuera de la Presidencia, los factores que determinaron los acontecimientos fueron civiles y militares, provenientes de distintos espacios. Allí deben haberse encontrado dirigentes activos, militares institucionalistas, desobedientes de conciencia, conspiradores, tírame-algo, visitantes-por-si-acaso, en un aquelarre sin estrategias compartidas y es lo que explica el fracaso subsiguiente. Hasta ahora este narrador había creído que el decreto de Carmona que disolvía la Asamblea y destituía a los gobernadores había sido obra de la imaginación de los que creían que estar en Miraflores el 12 de abril era tener el poder, sin embargo Henry Ramos ha dicho que ese decreto circulaba desde una semana antes. Esto complica el panorama, ¿por qué los enterados no lo frenaron? ¿Qué intentos hicieron? Si le manifestaron inconformidad a sus autores (¿era Carmona uno de ellos?), ¿quiénes insistieron en su puesta en vigencia? Estas son preguntas retóricas porque lo que ocurrió, si alguna vez se sabe, no será en este momento cuando despejar nombres puede ser, en forma voluntaria o no, delación.
Lo que es difícil de creer es que Pedro Carmona haya salido de la reunión en Venevisión como quien va a echarse un camarón y, de repente, se dirige a Fuerte Tiuna a ver si lo nombran Presidente de Venezuela. Alguna vez se sabrá quiénes le dijeron: "Pedro, te necesitamos, no dejemos ni a Luis Miquilena ni a Carlos Ortega ni a los jefes políticos vivos porque ellos te harán imposible gobernar... ¡Disuélvelos!" En ese instante sí se produjo un golpe de estado, ya no contra Chávez que estaba con los sacerdotes que lo consolaban y le arrimaban el hombro sino contra la sociedad civil que había protagonizado una epopeya el 11 de abril. Algún día se discernirá si existió un Capitán Araya, el que los embarca a todos y se queda en la playa. Distinguir entre la rebelión del 11 de abril y el golpe del 12 de abril es esencial para no meter en un saco lo que fue una de las gestas más importantes en la historia de la civilidad venezolana. Asumir el 11A como un golpe es comprar la tesis del Gobierno y justificar la prisión de los comisarios, exilios y persecuciones. Más bien, puede reivindicarse como una colosal gesta republicana. Mientras tanto, respeto a los presos y exiliados, incluidos Pedro Carmona y Carlos Ortega.
Ese día salió Chávez del poder, actuaron las masas, los militares, los jefes políticos, los medios, la plutocracia, el sindicalismo, los empresarios, la clase media, los policías, y a los pocos días regresó, dijo que arrepentido y ya se sabe lo que pasó.
En la reciente polémica entre Henry Ramos y Pedro Carmona vuelve a plantearse el tema. Acontecimientos que flotan como una nube negra hinchada de preguntas. Hay cuestiones que parecen no dichas y algunas no se aclararán por mucho tiempo o tal vez nunca. ¿Por qué volver sobre este asunto que va a tener una década de ocurrido? Porque lo que acontece hoy está marcado por lo que entonces se hizo y dejó de hacer; porque los que actúan en la política han construido su postura actual a partir de esos hechos.
Según el Gobierno, la salida de Chávez el 11 de abril fue por un golpe de estado que fracasó al cabo de los días por la acción decidida de las masas en la calle y la contundente acción de militares leales al régimen, encabezados por el general Raúl Baduel, que rescataron a Chávez cuando, según él, ya estaba en toque de difuntos.
El golpe. ¿Hubo un golpe? Veamos. Chávez sale de la presidencia y va por sus propios pasos a Fuerte Tiuna. Hizo un borrador de renuncia a su cargo y solicitó ser trasladado a Cuba con su familia. ¿Por qué lo hizo? Porque a raíz de la gigantesca manifestación que se dirigía a Miraflores, de los muertos producidos por los francotiradores, del video de Venevisión en el cual los pistoleros encaramados en Puente Llaguno disparaban sin contención, los mandos militares casi en su totalidad desobedecieron al Presidente de la República. Debe recordarse que los desobedientes fueron generales y almirantes designados por Chávez, que le habían obedecido disciplinadamente hasta ese día. ¿Esa desobediencia era parte de una conspiración? Es posible que oficiales activos en posiciones de mando estuvieran vinculados al proceso conspirativo, pero la clave de la desobediencia es la de generales chavistas como Manuel Rosendo o muy institucionalistas, como Vásquez Velasco. Quienes desobedecieron no eran los conspiradores.
La desobediencia militar es legítima cuando los oficiales reciben órdenes ilegales. No hay que olvidar que la tesis de "la obediencia debida" no cubre la responsabilidad personal de quienes violen los derechos humanos, especialmente desde la aprobación del Estatuto de Roma y el establecimiento de la Corte Penal Internacional.
Se puede argumentar con toda propiedad que el 11 de abril no hubo un golpe de estado sino la huída, renuncia, dejación del cargo o, según dijo el Tribunal Supremo de entonces, "un vacío de poder". Claro que no fue una entusiasta salida de su cargo como Presidente (generalmente las renuncias no lo son), pero no fue un golpe sino una inmensa manifestación a la cual los mandos militares no quisieron masacrar. No quisieron ser copartícipes de las muertes por acción de los francotiradores.
La Conspiración. Pero, ¿había una conspiración? Por supuesto que la había y es lo que explica que el día 12 de abril, al día siguiente de haber salido Chávez, muchos de los que asumen el gobierno no eran ni representantes de la mayoría que había manifestado multitudinariamente el día anterior ni de los mandos militares que habían desobedecido desde sus posiciones institucionales.
La presencia de Pedro Carmona como Presidente, posición que por cierto no llegó a ejercer en momento alguno, no era un hecho improbable en las circunstancias del momento. Hay que recordar que él y Carlos Ortega eran los dirigentes civiles más reconocidos e importantes, por su condición de líderes de Fedecámaras y la CTV, respectivamente. Ahora hay quienes ven a Carmona como si hubiese sido un desconocido destapado por la conspiración y no es verdad; su nombre y el de Ortega eran mencionados como eventuales presidentes. Debe recordarse también que el 10 de diciembre de 2001 hubo un Paro Cívico nacional al cual llamó la corporación empresarial y Carmona fue la figura estelar del día, junto a Chávez a quien lo agarró una pataleta en la base Francisco de Miranda, en La Carlota, en la conmemoración del aniversario de la Fuerza Aérea. Se recordará el cacerolazo de los vecinos que lo sacó de sus casillas.
La transición se veía venir por las inmensas manifestaciones de todos los días, por la rebelión de la clase media, por el descontento militar y por el símbolo en el cual llegó a constituirse Pdvsa cuando Chávez despidió a varios de sus gerentes. La rebelión estaba a flor de piel.
El 12 de abril. Una vez Chávez fuera de la Presidencia, los factores que determinaron los acontecimientos fueron civiles y militares, provenientes de distintos espacios. Allí deben haberse encontrado dirigentes activos, militares institucionalistas, desobedientes de conciencia, conspiradores, tírame-algo, visitantes-por-si-acaso, en un aquelarre sin estrategias compartidas y es lo que explica el fracaso subsiguiente. Hasta ahora este narrador había creído que el decreto de Carmona que disolvía la Asamblea y destituía a los gobernadores había sido obra de la imaginación de los que creían que estar en Miraflores el 12 de abril era tener el poder, sin embargo Henry Ramos ha dicho que ese decreto circulaba desde una semana antes. Esto complica el panorama, ¿por qué los enterados no lo frenaron? ¿Qué intentos hicieron? Si le manifestaron inconformidad a sus autores (¿era Carmona uno de ellos?), ¿quiénes insistieron en su puesta en vigencia? Estas son preguntas retóricas porque lo que ocurrió, si alguna vez se sabe, no será en este momento cuando despejar nombres puede ser, en forma voluntaria o no, delación.
Lo que es difícil de creer es que Pedro Carmona haya salido de la reunión en Venevisión como quien va a echarse un camarón y, de repente, se dirige a Fuerte Tiuna a ver si lo nombran Presidente de Venezuela. Alguna vez se sabrá quiénes le dijeron: "Pedro, te necesitamos, no dejemos ni a Luis Miquilena ni a Carlos Ortega ni a los jefes políticos vivos porque ellos te harán imposible gobernar... ¡Disuélvelos!" En ese instante sí se produjo un golpe de estado, ya no contra Chávez que estaba con los sacerdotes que lo consolaban y le arrimaban el hombro sino contra la sociedad civil que había protagonizado una epopeya el 11 de abril. Algún día se discernirá si existió un Capitán Araya, el que los embarca a todos y se queda en la playa. Distinguir entre la rebelión del 11 de abril y el golpe del 12 de abril es esencial para no meter en un saco lo que fue una de las gestas más importantes en la historia de la civilidad venezolana. Asumir el 11A como un golpe es comprar la tesis del Gobierno y justificar la prisión de los comisarios, exilios y persecuciones. Más bien, puede reivindicarse como una colosal gesta republicana. Mientras tanto, respeto a los presos y exiliados, incluidos Pedro Carmona y Carlos Ortega.
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