Sunday, March 20, 2011

Libia: una invervención que pudo evitarse

En: http://www.noticierodigital.com/2011/03/libia-una-intervencion-que-pudo-evitarse/

Manuel Malaver/ La Razón/ND

20 Marzo, 2011
No es para celebrar que el territorio de cualquier país sea intervenido por los ejércitos de gobiernos extranjeros, y sus ciudadanos sometidos al infortunio de una operación militar que, por más previsiones que tome para no afectar a la población civil, ni violar sus derechos humanos, deja de producir traumas y heridas imprevisibles e irreparables.
Creemos, sin embargo, que si la intervención se justifica por la urgencia de poner fin a la agresión de un dictador contra su propio pueblo por el único delito de aspirar a un sistema de gobierno donde puedan elegir libremente a sus gobernantes, crear un régimen de libertades fundado en una democracia donde se garantice la independencia de los poderes y la defensa de los derechos humanos, entonces, es indefectible que no queda otra alternativa que recurrir al “mal menor”, a la intervención, para conquistar o reconquistar la libertad, impedir que el tirano siga masacrando a su pueblo y pueda ser llevado a tribunales nacionales e internacionales que lo juzguen por sus crímenes.
Este es, sin duda, el caso de Libia y de Muamar Gaddafi en las horas que corren, país que está siendo intervenido por fuerzas militares de la OTAN por mandato de la ONU, desde la mañana del sábado, y que, ya sea en horas, días o semanas, verá desplomarse una dictadura de 42 años durante los cuales un coronel, o teniente coronel, gobernó a la nación libia como si fuera su hacienda o pozo de petróleo.
Aterradora la historia de este Gaddafi como emblema de la descolonización de los países del Norte de África después de la Segunda Guerra Mundial, de la emergencia del nacionalismo árabe de manos del rais, Gamal Abdel Nasser, y del petróleo como un arma política y de explosivo enriquecimiento a causa del embargo petrolero de 1973 y del alza de los precios del crudo que de un dólar el barril a finales de los 60, llegó a escalar los 147 dólares en el último año (2008) del ciclo alcista que se inicio en el 2004.
En otras palabras: que el epítome del dictador militar, nacionalista y petrolero que agregó, adicionalmente, pinceladas de socialismo sovietizante y de fundamentalismo islamismo, para disponer de un arsenal político, económico e ideológico que lo involucró en todas las aventuras que emprendió el “Tercer Mundo” anticapitalista, antidemocrático y antinorteamericano y que recibieron su tiro de gracia con la caída del muro de Berlín y del Imperio Soviético entre 1989 y 1992.
Pero nada que detuviera la carrera del inhaprensible e incorregible Gaddafi, quien luego de ver bombardeado su país durante el gobierno de Ronald Reagan (1980-8Cool , y de ser objeto de un boicot internacional por resultar involucrado en confesos actos terroristas, decidió “medio regularizarse”, pagó una cuantiosa indemnización a sus víctimas (mil millones de dólares a los familiares de 250 viajeros que murieron en el atentado de un avión en Escocia), así como la promesa a sus enemigos políticos (principalmente a los Estados Unidos) de que empezaría a portarse bien y como un miembro más de la comunidad internacional.
Entre tanto jugaba a fondo con la que siempre fue su principal arma, como fue abrir las puertas de la explotación del petróleo libio a compañías occidentales y capitalistas de cualquier signo y rango, mientras, en paralelo, invertía los colosales ingresos en empresas de la UE que iban, desde fábricas de armas, hasta compañías bursátiles y de seguros, pasando por bancos, automotrices, medios impresos y audiovisuales, universidades y equipos de fútbol.
Un “son of a bitch”, en fin, “but our son of a bitch”, que en poco tiempo, concretamente a partir de los 2000, volvió al gran teatro de la política internacional con invitaciones a Francia, Italia, y países de América Latina gobernados por radicales de izquierda, que lo saludaron como un sobreviviente de todas las audacias, ilegalidades, abusos y atropellos, al cual le quedaba mucho camino por recorrer en el difícil mundo de los dictadores ya que, dijeran lo que dijeran, “sabía hacer su trabajo”.
Y el más entusiasta de todos, el revolucionario, salvador de la humanidad, comandante-presidente y “socialista siglo XXI” venezolano, Hugo Chávez, el cual, aparte de compararlo con el fundador de la independencia, la libertad y la democracia sudamericana, Simón Bolívar, le regaló una copia de la espada con que cinco naciones le agradecieron haberlas liberado del colonialismo español, mientras lo condecoraba con la “Orden del Libertador” en su “Primera Clase”.
En fin, que toda una apoteosis que tuvo como nota folklórica la instalación de una jaima, o tienda berebere o beduína, situada frente a un hotel 5 estrellas de la isla de Margarita, donde el dictador pidió alojarse porque “como hombre nómada y del desierto no estaba acostumbrado a los lujos de la civilización contemporánea”.
Pero en jaimas o en hoteles 5 estrellas, el Gaddafi que vieron los venezolanos en particular, y los occidentales en general, era un dictador física y mentalmente acabado, con 42 años de despotismo a cuestas, pringado de las fantasías de hacía 4 décadas y con una estampa arrogante y farouche que lo cubría de colgajos barnizados en oro, plata y diamantes.
Un personaje para temer y tomar en cuenta si notamos que ya se sentía la ola prodemocracia y libertad que se armaba en el Medio Oriente y el Norte de África y que pronto se convertiría en el primer gran acontecimiento político e histórico del siglo XXI.
Destinada a tocar las costas de Libia, país sumido en la más extrema pobreza, la más aberrante desigualdad y las más hórridas injusticias después de 42 años de dictadura gaddafista, expuesto al contacto con el occidente democrático a raíz de las crecientes migraciones y de la revolución tecnológica comunicacional que, a través de Internet, y de las redes sociales, Facebook y Twitter, estaban haciendo a Libia “una con el mundo”.
De modo que, luego de Túnez y Egipto, era de prever que continuaba Libia y que lo más apropiado para el gobierno y la oposición era sentarse a discutir y negociar una salida que favoreciera a todos.
El autollamado “rey de reyes”, por el contrario, permitió aviesamente que la oposición avanzara en la conquista de provincias y ciudades, y una vez que las tuvo a tiro, inició una contraofensiva que ya se cuenta en decenas de miles entre muertos y heridos.
O sea, que no oyó el dictador las voces que desde Europa, América y África lo incitaron a detener la masacre y negociar para que el futuro de Libia no se midiera más en términos de la voluntad de un caudillo mesiánico que no acepta la alternabilidad en el poder, una democracia de partidos, parlamentaria y de independencia de los poderes, y en la cual, la defensa de los derechos humanos de los libios fueran los fundamentos del estado.
Las voces que le advirtieron que de no retroceder, y poner el fin al genocidio, se exponía a sanciones, entre otras, la extrema de ver intervenido su país por fuerzas de la OTAN que por mandato de la ONU pusieran fin al que es, sin duda, uno de los capítulos más inicuos de la historia del despotismo en todos los tiempos y lugares.
A estas horas, por tanto, Libia es un país militarmente intervenido y Gaddafi otro dictador de los tantos que piensan que los tiempos no han cambiado, que estamos en los años de la Guerra Fría, cuando bastaba con definirse a favor de uno de los polos en pugna, para que el otro se inhibiera y las violaciones a la ley internacional quedaran impunes y sin consecuencias
No, los tiempos cambiaron, y sea donde existan dictaduras o neodictaduras poniéndose al margen de la ley, comportándose como estados forajidos, burlándose de las constituciones y tomando como única meta la fundación de monarquías vitalicias y con derechos dinásticos, a esos, señores, los alcanzará la ley y tendrán que rendirse a la voluntad de sus ciudadanos, que no es otra que normar su vida institucional de acuerdo a los principios de la libertad, la democracia y el estado de derecho.

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