Saturday, March 12, 2011

La camisa sucia

En: http://opinion.eluniversal.com/2011/03/12/la-camisa-sucia.shtml

El régimen cubano utiliza sus camisas sucias para "actos de repudio"
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ |  EL UNIVERSAL
sábado 12 de marzo de 2011  12:00 AM
Dice Buruma que el extremismo es la venganza del fracasado contra la vida. Tal vez. Un terrorista o un gavillero de calle son sórdidos porque matan o medio matan gente desarmada y pacífica, pero también porque su vida lo es. Su función es causar sufrimiento a inocentes. Un personaje de Kenzaburo Oe -masturbador obsesivo huésped de una miserable pensión- se afilia a un grupo de "acción directa" para compensar su soledad e insatisfacción sexual. El desequilibrio emocional, por ejemplo, de un joven musulmán en París o Londres en calles atestadas de mujeres bellas e inaccesibles que considera sucias pecadoras y que lo persiguen en las fantasías de tarde en su catre. Se siente despreciado, rechazado por su oscuro objeto de deseo.

En los comandos de "acción directa", aporreadores (aquí tenemos una página web que se llama precisamente así), se refugian perturbados místicos y fanáticos, delincuentes del lumpen, pasando por perdedores llenos de odio sin ninguna raíz ni nada que perder. La sociedad abierta ofrece belleza, placer, éxito, comodidad, la felicidad integral, pero nunca poseeremos lo que vemos y siempre habrá quienes tienen más suerte y quienes menos. Por eso el pensamiento revolucionario es la envidia convertida en teoría.

Los "camisas negras", grupos paramilitares que Mussolini creó en 1919 (Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional se llaman a partir de 1923) envilecieron la vida ciudadana. Exmilitares exaltados, obreros sin empleo y delincuentes comunes, clases medias arruinadas, cargados de frustraciones además del trauma italiano (y alemán) de la tardía unidad nacional. El feroz discurso de la bestia que los dirigía impulsaba a aporrear, matar, humillar, a adversarios e indiferentes. Movilizaron doscientos mil efectivos en la Marcha sobre Roma que aterraron a Italia e impusieron a Mussolini en el poder.

Inspiraron al sexualmente retorcido Hitler. Los "camisas pardas", las SA, fueron una rama de las tropas de asalto del Nacional Socialismo en un momento que cada partido tenía las suyas en la turbia Alemania de entreguerras. Un excedente de las camisas kaki que vestían las legiones en África fue la eventualidad que los uniformó a bajo costo. Luego vendría el glamour con el joven costurero y militante nazi Hugo Boss que también diseñará los uniformes de las SS y las Wehrmacht.

La Revolución Cultural China, otro episodio contrahecho de la historia, no podía estar fuera del ranking. Para recuperar el poder y defenestrar a Liu Sao Chi y Deng Xiaoping, creó Mao Tse- Tung la Guardia Roja, cientos de miles de jóvenes convertidos por su amo en perros de presa contra maestros, profesores, artistas, escritores, comerciantes, incluso sus propios padres. De cerca de siete mil templos antiguos esta oleada bárbara destruyó casi cinco mil y asesinó más de un millón de personas.

En estas latitudes hemos tenido nuestras bandas de depravados en las calles a nombre de abominaciones autoritarias justificadas como "redención social" por la intelectualidad progre latinoamericana, que se divide entre los que aprenden tarde y los que no aprenden nunca. Los Batallones de la Dignidad y Codepadis ensangrentaron las ropas blancas que usaba la oposición panameña en las marchas contra Noriega a finales de los ochenta. Olor a resaca de caña barata, adrenalina, sudor rancio y halitosis de las tropas de asalto, y manchas de sangre de los manifestantes en las calzadas, componían la estela de sus fechorías. Corrieron como conejos a la llegada de los gringos e incluso una matona notable de las filas, Balbina Herrera, llegó a ser candidata -y derrotada- en las últimas elecciones presidenciales.

Daniel Ortega tenía a su servicio las "turbas divinas" igualmente revolucionarias, aguardentosas, mercenarias y astrosas, también para aterrar a sus adversarios políticos, menos a Violeta Chamorro que les desbarató el proyecto comunista en las narices.

El régimen cubano utiliza sus camisas sucias para "actos de repudio" en los que rodean por horas o días las casas de los héroes indefensos que piden democracia o la libertad de algún familiar, a los que gritan "desechos humanos" y "mueran los derechos, gusanos". Emulan a Fidel Castro, él mismo uno de los protagonistas de esa etapa de la historia cubana, entre los 40 y 50, cuando las calles de La Habana eran propiedad de pandillas de gángsters, los "gatillos alegres" (Emilio Tro, Manolo Castro, Rolando Masferrer, Fidel Castro, Alfredo Yabur, Eduardo Corona) hasta que en 1959 él acabó con las demás y quedó sólo la suya.

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