La revolución bonita ha creado una sociedad mendicante
RAFAEL MUCI-MENDOZA | EL UNIVERSAL
lunes 14 de marzo de 2011 12:00 AM
En La Odisea, Ulises se disfraza de mendigo para visitar en Ítaca a su amada Penélope y a su hijo Telémaco sin que estos lo reconozcan. Aunque nadie vuelve su mirada para ver su dolor ni calzar sus destartalados zapatos -cuando los tienen-, muchos nacionales no pueden esconder su miseria y al Estado le tiene sin cuidado. En nuestro país la mendicidad campea. La revolución bonita ha creado una sociedad mendicante, un pueblo que, como en Cuba, depende de las migajas que aquellos perversos ancianos les procuran. Ahora resulta que según la Defensoría del Pueblo (DP), la mendicidad o arte de conseguir bienes y dinero a cambio de demostrar cuán penosa es la situación de una persona, no es un delito; tal vez no lo sea para el niño de la calle o los marginales que hacen vida a orillas del río inmundo, del Guaire navegable, que a nadie duelen, más si lo es la mendicidad del político mendaz y del rico contratista robolucionario, que viviendo en la opulencia deja su dignidad hecha jirones por el suelo donde se arrastra para obtener favores.
Como no pueden actuar a favor de los menesterosos, sólo se les ocurre despenalizar el acto en que incurren. De acuerdo a la DP, quienes piden limosna "se constituyen en víctimas de un sistema socioeconómico inhumano"; imagino que se refiere al que su propia revolución ha impuesto en los últimos doce años en que "ahora la miseria es de todos", durante los cuales discapacitados invidentes, mutilados, niños sucios y esmirriados piden dinero y se prostituyen en la mendicidad en cada semáforo, en cada restaurante e iglesia.
En El camino a Wigan Pier (1937) George Orwell escribió: "Puedes sentir afecto por un asesino, pero no puedes sentir afecto por un hombre cuya boca apesta, que habitualmente apesta".
Como no pueden actuar a favor de los menesterosos, sólo se les ocurre despenalizar el acto en que incurren. De acuerdo a la DP, quienes piden limosna "se constituyen en víctimas de un sistema socioeconómico inhumano"; imagino que se refiere al que su propia revolución ha impuesto en los últimos doce años en que "ahora la miseria es de todos", durante los cuales discapacitados invidentes, mutilados, niños sucios y esmirriados piden dinero y se prostituyen en la mendicidad en cada semáforo, en cada restaurante e iglesia.
En El camino a Wigan Pier (1937) George Orwell escribió: "Puedes sentir afecto por un asesino, pero no puedes sentir afecto por un hombre cuya boca apesta, que habitualmente apesta".
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