RAFAEL BELLO | EL UNIVERSAL
miércoles 11 de enero de 2012 12:00 AM
De punta a punta el país se encuentra entre penurias persistentes. La población vive la escasez e inseguridad que no son cualquier cosa ni se resuelven con habladurías de horas inútiles. Es producto de una situación sin precedentes en la vida venezolana con el aditivo de la más elocuente demostración de perversidad en el ejercicio del poder.
Son ya trece largos y penosos años de ambición desbocada en el afán de riqueza personal a costa del erario público. Miles de millones de dólares que alarman al mundo ante el empobrecimiento de un país petrolero que cayó en desgracia sin percatarse a tiempo de su tragedia.
Demasiado tiempo ya entre las sombras del autoritarismo que toca fondo entre la agonía y la vindicta pública. Que se espanta ante la fortaleza del espíritu democrático que avanza incontenible hacia la reconstrucción de la nación. Eso se vive en el ánimo colectivo sin distingos de ninguna índole. Se vive y se manifiesta con la valentía del venezolano que hace de la libertad su ideario.
Hay un país que no se doblega. Son las fuerzas de la sociedad militante en los derechos civiles y forjadoras de progreso en el saber y el trabajo. Hay espíritu invencible en ciudades y pueblos de Venezuela que hacen causa común en el ejercicio democrático, así como en la supremacía del poder soberano mediante la expresión del sufragio, administración idónea, justicia social y paz. Y estas fuerzas se expresan de distintas maneras en su larga lucha por los derechos de quienes soportan con hidalguía encarcelamiento y destierro. Y se expresan también en el derecho a la subsistencia, la propiedad y la vida misma. Los ciudadanos no dejan para después el compromiso de un país libre de posturas dictatoriales, actitudes antidemocráticas manifiestas a lo largo del más nefasto período de vida republicana.
Son ya trece largos y penosos años de ambición desbocada en el afán de riqueza personal a costa del erario público. Miles de millones de dólares que alarman al mundo ante el empobrecimiento de un país petrolero que cayó en desgracia sin percatarse a tiempo de su tragedia.
Demasiado tiempo ya entre las sombras del autoritarismo que toca fondo entre la agonía y la vindicta pública. Que se espanta ante la fortaleza del espíritu democrático que avanza incontenible hacia la reconstrucción de la nación. Eso se vive en el ánimo colectivo sin distingos de ninguna índole. Se vive y se manifiesta con la valentía del venezolano que hace de la libertad su ideario.
Hay un país que no se doblega. Son las fuerzas de la sociedad militante en los derechos civiles y forjadoras de progreso en el saber y el trabajo. Hay espíritu invencible en ciudades y pueblos de Venezuela que hacen causa común en el ejercicio democrático, así como en la supremacía del poder soberano mediante la expresión del sufragio, administración idónea, justicia social y paz. Y estas fuerzas se expresan de distintas maneras en su larga lucha por los derechos de quienes soportan con hidalguía encarcelamiento y destierro. Y se expresan también en el derecho a la subsistencia, la propiedad y la vida misma. Los ciudadanos no dejan para después el compromiso de un país libre de posturas dictatoriales, actitudes antidemocráticas manifiestas a lo largo del más nefasto período de vida republicana.
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