La democracia de la "República del Pueblo", poco difiere del Poder Popular venezolano
ÁXEL CAPRILES M. | EL UNIVERSAL
jueves 10 de marzo de 2011 12:00 AM
Un viejo chiste sobre la manera de identificar a un político señalaba que basta con esperar y observar a la persona un rato porque "si mueve las orejas, dice la verdad; si mueve la nariz, dice la verdad, pero si mueve los labios y abre la boca, miente". La identidad entre político y mentira pareciera haberse consolidado como uno de los principales males contemporáneos, sobre todo en los regímenes populistas y socialistas que han impuesto un discurso sobre las libertades democráticas y la inclusión caracterizado por el cinismo. Uno de los más sonados caraduras de los últimos días ha sido Saif el-Islam, el hijo mayor de Muamar Gadafi. En su tesis doctoral presentada ante el London School of Economics, Saif el-Islam diserta con absoluta convicción sobre la necesidad de fijarle límites al Estado y de otorgar mayores poderes a la sociedad civil. Su proyecto de "Gestión Colectiva" plantea la necesidad de democracia interna y reafirma la libertad como derecho inalienable de los individuos. Saif el-Islam, quien lamentó que el 37% de la población mundial viviera bajo gobiernos autoritarios, es, sin embargo, el mismo que apenas comenzados los reclamos de la sociedad civil en Libia prometió que correrían "ríos de sangre" y desataría la guerra si continuaba la oposición al régimen de su padre.
La Revolución Verde Socialista de Muamar Gadafi y la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez no solo coinciden en el culto a la personalidad o en la propuesta socialista para la solución del problema económico sino, primero y principal, en la inmensa capacidad de mentir. La Yamahiriya, el Estado de las masas, la democracia directa de la "República del Pueblo", poco difiere del Poder Popular venezolano. El libreto es conocido. Lo curioso es que, como en el bolero de Armando Domínguez, muchos pueblos viven de "la dicha del amor fingido" y les piden a sus dirigentes que les mientan un poco más. Pero, como los amores que se trastocan en odio, la disociación prolongada entre la realidad y la palabra conduce a la violencia.
La Revolución Verde Socialista de Muamar Gadafi y la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez no solo coinciden en el culto a la personalidad o en la propuesta socialista para la solución del problema económico sino, primero y principal, en la inmensa capacidad de mentir. La Yamahiriya, el Estado de las masas, la democracia directa de la "República del Pueblo", poco difiere del Poder Popular venezolano. El libreto es conocido. Lo curioso es que, como en el bolero de Armando Domínguez, muchos pueblos viven de "la dicha del amor fingido" y les piden a sus dirigentes que les mientan un poco más. Pero, como los amores que se trastocan en odio, la disociación prolongada entre la realidad y la palabra conduce a la violencia.
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