Pedro Lastra
3 Marzo, 2011
Es el descaro de los dictadores unipersonales. Tragarse a sus pueblos y soltar sus hipos creyendo que lo están expresando. Para pararle tanta desvergüenza yo espero que nuestros diputados lo increpen en la asamblea y lo obliguen a corregir sus desmesuras. A Gadaffi, sépalo presidente, lo odia el mundo entero. Lo odia Venezuela como lo odian todos los pueblos de América Latina. No nos involucre en sus delirios, ambigüedades, complicidades y marramucias. ¡Más respeto, caray!De conocido, el mecanismo resulta fastidioso. Lo que no le quita su aspecto morboso, siniestro, abusivo e inaceptable. Los tiranos – como Chávez y su otro yo, el coronel Gadaffi – dan golpes de Estado, se apoderan del Poder por cualquier medio, se imponen mediante la violencia, atropellan a todos cuantos se les oponen, para afirmar luego tan orondos que son la encarnación de la voluntad del pueblo. Para culminar la impostura asegurando que ellos SON la voz del pueblo. Lo que en la tradición latina equivale a decir que son la voz de Dios.
Chávez, que viene de perder unas elecciones mediante la repulsa del 52% de los venezolanos y que según todas las encuestas de Latinobarómetro – la medición de la popularidad de los mandatarios de nuestra región – sólo es superado en el rechazo por Fidel Castro, se permite llamar al tirano que cuelga de un moco para asegurarle tan orondo y compuesto que le transmite la solidaridad y el apoyo de Venezuela y toda América Latina. ¿Quién coño lo autorizó a estar dándole apoyo al impresentable déspota en mi nombre, el de mi familia, el del 52% de los venezolanos y en el de varios cientos de millones de latinoamericanos que lo detestan a él y detestan a su carnal Gadaffi?
Desde luego: no tiene derecho a poner en su boca a los chilenos, que eligieron a Sebastián Piñera, ni a los brasileños, que lo hicieron con Dilma Roussef ni a todos los pueblos cuyos presidentes, electos democrática y mayoritariamente por sus ciudadanos, han respaldado las medidas de las Naciones Unidas, expulsando al genocida de Trípolis del seno de su Comisión de Derechos Humanos.
Si alguno tiene, y para eso nos ha desfalcado cincuenta y tres mil millones de dólares de los que tendrá que dar cuenta cuando desaparezca de la escena, como su hermano gemelo, es de representar a quienes ha comprado con nuestro dinero: a Daniel Ortega, el pervertido, a Rafael Correa, el bobo y a Evo Morales, el acosado. Hable en nombre de los cocaleros de Bolivia, en el de los correistas de Ecuador y en el de los sandinistas. Nadie se lo objetará. ¿Pero hablar en nombre del pueblo venezolano y de los pueblos de América Latina? ¡Ya te aviso Chirulí!
Es el descaro de los dictadores unipersonales. Tragarse a sus pueblos y soltar sus hipos creyendo que lo están expresando. Para pararle tanta desvergüenza yo espero que nuestros diputados lo increpen en la asamblea y lo obliguen a corregir sus desmesuras. A Gadaffi, sépalo presidente, lo odia el mundo entero. Lo odia Venezuela como lo odian todos los pueblos de América Latina. No nos involucre en sus delirios, ambigüedades, complicidades y marramucias. ¡Más respeto, caray!
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