JOSÉ TORO HARDY | EL UNIVERSAL
martes 10 de enero de 2012 12:00 AM
Al momento de escribir estas líneas acaba de llegar a Venezuela el presidente Ahmadinejad. Resulta incomprensible que a un líder que representa la mayor amenaza a la paz mundial y -por que no decirlo- a los intereses de Venezuela, pretenda dársele la bienvenida, involucrándonos así en un conflicto en el cual no tenemos ni arte ni parte.
Con periódica frecuencia estallaron enfrentamientos en los países islámicos productores de petróleo que amenazaron el suministro de ese vital agente energético. Esos conflictos se originaron siempre en circunstancias completamente ajenas a nuestra idiosincrasia y que se remontan al alba misma de la historia. Desde Éxodo hasta el Holocausto, pasando por el asesinato de Hussein nieto de Mahoma -en el año 680- en Karbala que desató el milenario enfrentamiento entre chiíes y suníes; el desmembramiento del Imperio Otomano en 1918 -que desestabilizó para siempre todo el Medio Oriente- y la creación por parte de la ONU del Estado de Israel en 1947. Todo ello ha conducido durante siglos al derramamiento insensato de sangre.
Ciertamente en 1947 en las Naciones Unidas votamos a favor de la creación simultánea de un Estado judío y uno palestino. Fueron estos últimos los que no aceptaron la decisión en aquel momento. Se desarrolló a partir de allí una inmensa catástrofe humana.
En efecto, hasta ahora Venezuela se había declarado neutral en conflictos tales como la Guerra que en 1956 se desató entre Egipto contra Israel, Francia e Inglaterra por la nacionalización del Canal de Suez; la Guerra de los Seis Días en 1967 y su consecuencia, el bloqueo de Canal de Suez entre 1967 y 1975; el derrocamiento del rey Idris por parte de Gadafi en 1969 y el posterior embargo petrolero libio a Europa en 1970; la Guerra del Yom Kippur en 1973 y su desenlace que no fue otro que el Embargo petrolero Árabe en 1974; el derrocamiento del Sha de Irán en 1979, que produjo el advenimiento de la revolución islámica en Irán y el "segundo shock petrolero"; la guerra entre Irak e Irán de 1980 a 1988 que finalmente desembocó en la Invasión de Irak a Kuwait en 1991, etc.
Cada uno de esos eventos representó una situación de gran tensión para la paz mundial en medio de la Guerra Fría que estaba en pleno auge entre EEUU y la URSS, y acarreo graves situaciones para la economía mundial que se vio privada de petróleo.
Sin embargo en todas y cada una de esas crisis Venezuela actuó de manera neutral tal y como convenía a sus intereses. De hecho, cada vez que pudimos, incrementamos nuestra producción petrolera ayudando así a un mundo que estaba ávido de hidrocarburos. Nuestra política internacional siempre fue manejada con prudencia, al margen de posiciones ideológicas y poniendo por delante las conveniencias del país. Nunca nos mezclamos en problemas ajenos ni amenazamos a nadie, con lo cual reforzamos nuestra bien adquirida reputación como el abastecedor más seguro y confiable del mundo.
Sin embargo nos encontramos ahora frente a un Irán donde impera desde 1979 una feroz dictadura teocrática encabezada por el Ayatollah Jamenei, cuya propia población ha puesto en duda la legalidad de la reelección del presidente Ahmadinejad, quien de paso no cesa de repetir que hay que barrer del mapa a Israel y quien adelanta planes nucleares -según él con fines pacíficos- pero cuya palabra el mundo pone en duda. Un Ahmadinejad que está enfrentado a la mayoría de las naciones árabes, excepto a la Siria de Bashar Al Assad, donde se está produciendo un baño de sangre. Un Ahmadinejad a quien tanto EEUU como Europa aplican sanciones cada vez más severas, que pudieran alcanzar a quienes negocien con el país persa. Un Irán que amenaza con bloquear el Estrecho de Ormuz por donde transitan cerca de 18 millones de barriles diarios de petróleo, y que está probando misiles de largo alcance capaces de alcanzar a Israel. Un Ahmadinejad que podría llegar a crear un conflicto capaz de desembocar en una III Guerra Mundial. Ese es el Irán al cual pretenden acercarnos cada vez más.
Una alianza entre Chávez y Ahmadinejad sería vista como una amenaza simultánea al petróleo que transita por el Estrecho de Ormuz y a la vez a las inmensas reservas petroleras de Venezuela. ¿Cuáles pueden ser los beneficios para Venezuela?: ¡Ninguno!
Repito, no tenemos arte ni parte en ese conflicto. Sólo una mente trastornada podría pretender forzar al país a involucrarse en semejante barbaridad.
Con periódica frecuencia estallaron enfrentamientos en los países islámicos productores de petróleo que amenazaron el suministro de ese vital agente energético. Esos conflictos se originaron siempre en circunstancias completamente ajenas a nuestra idiosincrasia y que se remontan al alba misma de la historia. Desde Éxodo hasta el Holocausto, pasando por el asesinato de Hussein nieto de Mahoma -en el año 680- en Karbala que desató el milenario enfrentamiento entre chiíes y suníes; el desmembramiento del Imperio Otomano en 1918 -que desestabilizó para siempre todo el Medio Oriente- y la creación por parte de la ONU del Estado de Israel en 1947. Todo ello ha conducido durante siglos al derramamiento insensato de sangre.
Ciertamente en 1947 en las Naciones Unidas votamos a favor de la creación simultánea de un Estado judío y uno palestino. Fueron estos últimos los que no aceptaron la decisión en aquel momento. Se desarrolló a partir de allí una inmensa catástrofe humana.
En efecto, hasta ahora Venezuela se había declarado neutral en conflictos tales como la Guerra que en 1956 se desató entre Egipto contra Israel, Francia e Inglaterra por la nacionalización del Canal de Suez; la Guerra de los Seis Días en 1967 y su consecuencia, el bloqueo de Canal de Suez entre 1967 y 1975; el derrocamiento del rey Idris por parte de Gadafi en 1969 y el posterior embargo petrolero libio a Europa en 1970; la Guerra del Yom Kippur en 1973 y su desenlace que no fue otro que el Embargo petrolero Árabe en 1974; el derrocamiento del Sha de Irán en 1979, que produjo el advenimiento de la revolución islámica en Irán y el "segundo shock petrolero"; la guerra entre Irak e Irán de 1980 a 1988 que finalmente desembocó en la Invasión de Irak a Kuwait en 1991, etc.
Cada uno de esos eventos representó una situación de gran tensión para la paz mundial en medio de la Guerra Fría que estaba en pleno auge entre EEUU y la URSS, y acarreo graves situaciones para la economía mundial que se vio privada de petróleo.
Sin embargo en todas y cada una de esas crisis Venezuela actuó de manera neutral tal y como convenía a sus intereses. De hecho, cada vez que pudimos, incrementamos nuestra producción petrolera ayudando así a un mundo que estaba ávido de hidrocarburos. Nuestra política internacional siempre fue manejada con prudencia, al margen de posiciones ideológicas y poniendo por delante las conveniencias del país. Nunca nos mezclamos en problemas ajenos ni amenazamos a nadie, con lo cual reforzamos nuestra bien adquirida reputación como el abastecedor más seguro y confiable del mundo.
Sin embargo nos encontramos ahora frente a un Irán donde impera desde 1979 una feroz dictadura teocrática encabezada por el Ayatollah Jamenei, cuya propia población ha puesto en duda la legalidad de la reelección del presidente Ahmadinejad, quien de paso no cesa de repetir que hay que barrer del mapa a Israel y quien adelanta planes nucleares -según él con fines pacíficos- pero cuya palabra el mundo pone en duda. Un Ahmadinejad que está enfrentado a la mayoría de las naciones árabes, excepto a la Siria de Bashar Al Assad, donde se está produciendo un baño de sangre. Un Ahmadinejad a quien tanto EEUU como Europa aplican sanciones cada vez más severas, que pudieran alcanzar a quienes negocien con el país persa. Un Irán que amenaza con bloquear el Estrecho de Ormuz por donde transitan cerca de 18 millones de barriles diarios de petróleo, y que está probando misiles de largo alcance capaces de alcanzar a Israel. Un Ahmadinejad que podría llegar a crear un conflicto capaz de desembocar en una III Guerra Mundial. Ese es el Irán al cual pretenden acercarnos cada vez más.
Una alianza entre Chávez y Ahmadinejad sería vista como una amenaza simultánea al petróleo que transita por el Estrecho de Ormuz y a la vez a las inmensas reservas petroleras de Venezuela. ¿Cuáles pueden ser los beneficios para Venezuela?: ¡Ninguno!
Repito, no tenemos arte ni parte en ese conflicto. Sólo una mente trastornada podría pretender forzar al país a involucrarse en semejante barbaridad.
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