Carta
a Elías Pino Iturrieta
EL NACIONAL 24 DE OCTUBRE 2014 - 00:01
Querido Elías:
Revisando por estos días los materiales del
Festival Malpensante con la idea de revivirlo en 2015, tu nombre pasó dos o
tres veces frente a mis ojos. Viniste a la versión de 2008 y te esforzaste
entonces en responder una pregunta irrespetuosa para un historiador de fuste:
“¿Es la historia también un asunto de poetas?”.
Sin embargo, no te escribo por eso, sino
porque leí la “Carta abierta” que en estos días te dirigió desde prisión
Leopoldo López. Te cuento que quedé estupefacto con su idea de convocar una
asamblea constituyente en la Venezuela de hoy. Leopoldo es un líder
carismático, lo que, como se sabe, con frecuencia quiere decir irreflexivo.
¿Entiende López que al intentar sepultar la Constitución de Chávez está
pidiendo simple y llanamente la capitulación del régimen? O sea, los chavistas
solo permitirán que se arroje el famoso “librito” de don Hugo a la basura
cuando de ellos no quede ni el raspado. Antes lo intentarán todo –y quisiera
enfatizar en ese todo– con tal de no ver a su caudillo humillado de semejante
manera.
López no parece entender que las
constituyentes exitosas se convocan al final de los procesos históricos, cuando
un régimen ha sido no solo enterrado, sino velado durante largo tiempo y ha
surgido un nuevo bloque hegemónico. En Chile, para poner un ejemplo obvio,
todavía rige la Constitución que promulgó Pinochet en 1980, pese a que la
Concertación gobernó 20 años, con la breve interrupción de Piñera. Y la recién
reelegida Michelle Bachelet, que hizo campaña con la idea de que el país
necesitaba dejar atrás el legado del dictador, ya dijo que ni siquiera ella se
le mide a convocar una constituyente.
Uno de los problemas de la Constitución
colombiana de 1991 fue justamente que se redactó en medio de la crisis brutal desatada por el asesinato de Luis Carlos Galán y
demás magnicidios del momento. Sin embargo, las uvas estaban verdes y la
Constitución ha resultado inestable y en ocasiones difícil de defender. No por
otra razón ha padecido de una constante reformitis que delata sus problemas
congénitos. En fin, ya se sabe lo difícil que es escarmentar en piel ajena y la
carta de López lo confirma.
Desde lejos uno no entiende la impaciencia
de la oposición venezolana. El tiempo les está dando la razón. El precio del
petróleo va hacia abajo, lo que en muy corto plazo podría conducir a la quiebra
del régimen. Hoy se ve con claridad cuán ridículo era pretender desarrollar una
revolución estatista –porque ni siquiera era comunista–, basándose en la
expectativa de que el más capitalista de los commodities, el petróleo, iba a
tener precios altos para siempre. En semejante contexto la Constitución es lo
de menos, pues por más sesgados que sean sus artículos o las interpretaciones
que les den, ninguna carta resiste la potencial debacle electoral del partido
en el poder. En otras palabras, hay que empezar por ganarles en forma
inapelable unas elecciones.
¿Por qué no dejan que sea el propio Maduro,
o quien se atreva a reemplazarlo, el que tenga que empezar a revesar los
desatinos del chavismo, en vez de intentar un proceso constituyente que casi
con seguridad unirá de forma férrea a sus partidarios? No tiene sentido, Elías
querido. Incluso hay un peligro: que al unificar el chavismo en defensa de la
Constitución de Chávez, simplemente le estén regalando votos para las
elecciones parlamentarias que vienen.
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