Busto
de Hugo Chávez de 85 centímetros de altura
a la venta en la web Mercado Libre: 150.000 bolívares (1.180 euros al cambio
del mercado negro). Su autor, César González, ha descubierto en el extendido
culto al fallecido político venezolano una gran oportunidad de negocio. No es la
obra de un escultor devoto de su revolución bolivariana ni el particular modo
de sentir su pronta partida. Se siente en sus aplomadas palabras y en la
implacable lógica de sus enunciados comerciales. “Nosotros esculpíamos imágenes
de los próceres de la independencia venezolana, pero advertimos que el público
se inclinaba por Chávez y el libertador Simón Bolívar. Desde entonces solo los
fabricamos a ellos. Tenemos varias versiones”.
César
González elabora junto a su hermano Juan Carlos estas piezas desde 2007, que
también se venden en tiendas de artesanía popular. Por estos días, González
está más atareado que en otras épocas del año porque se acerca la Navidad. El
busto en falso bronce del comandante eterno, además de un presente folclórico,
es prueba de la fe chavista. Dice González que las gobernaciones y alcaldías
oficialistas, y muchos militares lo adquieren para lucirlo sobre sus
escritorios. González produce mensualmente unas 250 réplicas de la escultura de
19 centímetros que cabe en la palma de la mano y es la más demandada.
Cualquier
persona que visite Caracas podría comprobar que Chávez,fallecido en
marzo de 2013 a causa del cáncer, si camina por la avenida
Libertador, le asalta con su mirada dibujada en las inmensas torres
residenciales de la Gran Misión Vivienda Venezuela. En una de las paredes
también está impresa su rúbrica encima de su inconfundible letra capitular de
trazos gruesos. A quien le guste Chávez se sentirá protegido y comprometido en
completar su inacabado proyecto; a quien no, podría sentirse intimidado y
agobiado por su ubicua presencia: pendones en las fachadas de los ministerios y
dependencias públicas, microespacios sobre su vida política transmitidos cada
día a través del canal oficial Venezolana de Televisión (VTV) o la versión
instrumental de Patria Querida, la canción que interpretó en
su última alocución pública, como coletilla que anuncia la convocatoria de las intervenciones
de su sucesor, Nicolás Maduro, que transmiten a todo el país por radio y
televisión.
Chávez nuestro que estas en el
cielo, en la tierra, en el mar y en nosotros, los y las delegadas, santificado
sea tu nombre, venga a nosotros tu legado para llevarlo a los pueblos de aquí y
de allá (…) Danos hoy tu luz para que nos guíe cada día, no nos dejes caer en
la tentación del capitalismo, mas líbranos de la maldad de la oligarquía, del
delito del contrabando porque de nosotros y nosotras es la patria, la paz y la
vida. Por los siglos de los siglos amén. Viva Chávez.
Hay más:
cada domingo a las once de la mañana VTV repone el programa Aló, presidente, que en casi 13 años sumó
378 ediciones. En las tardes dominicales, a eso de las seis, el canal de la
Fuerza Armada Nacional lo ofrece también. Casi siempre los programadores tienen
el tino de seleccionar emisiones que refuerzan alguna idea referida por Maduro
durante la semana. Además, el actual presidente entregó el 17 de octubre pasado
unos reconocimientos a los participantes de la Misión Robinson, un programa
social para combatir el analfabetismo, y los certificados llevaban impresa la
firma del comandante eterno, como lo llaman sus fieles.
Chávez
tiene un mausoleo propio —el Cuartel de la Montaña— desde donde dirigió su
fallida intentona golpista el 4 de febrero de 1992; un instituto en ciernes
para el estudio de su pensamiento; una capilla en el barrio 23 de enero e
incluso dos oraciones: Creo en Chávez, un escrito que se
repartió impreso en una estampita durante la Semana Santa de 2013, y la Oración
del delegado, una versión del Padre nuestro que
sustituye las menciones a Dios por el nombre de Hugo Chávez, leída por María
Estrella Uribe, una de las asistentes al III Congreso del Partido Socialista
Unido de Venezuela el pasado julio.
Su cara
está también en los pendones que cuelgan del alumbrado público del paseo de Los
Próceres, donde se celebran las fechas patrias con desfiles militares: Chávez
—se lee en los afiches— es un hombre familiar (sale retratado abrazando a su
madre); un estratega (señala algo no identificado en la fotografía); un tipo
solidario (lo ilustra una imagen suya con el presidente de Bolivia, Evo
Morales, pasándole la mano por el hombro); Chávez también es cantante (la
fotografía lo muestra en trance, vestido con una guerrera azul, con la boca
abierta en forma de o, como en el lance final de alguna canción folclórica).
Sin
proponérselo, el escultor González revela por qué sus bustos gustan tanto: la
imagen del caudillo bolivariano encarna el mensaje político que el Gobierno
quiere transmitir. Esa idea le da pie a un planteamiento del sociólogo Tulio
Hernández: el de Chávez, dice, es un culto bien planificado y que encaja
perfectamente en una sociedad —la única de América Latina, según Hernández— ya
entrenada en la liturgia que rinde tributo a los padres fundadores de la República.
Sus herederos políticos exacerban ese culto para poder subsistir como
gobernantes, porque cada vez que mencionan a Chávez se están ratificando como
los intérpretes autorizados de su legado. Esa compulsión ha sido documentada en
el portal web madurodice.com, que lleva un registro de las veces que el actual
gobernante venezolano ha nombrado a su padre político. Hasta el jueves 23 de
octubre, 7.401 veces.
“La
presentación de Chávez como hombre providencial se copia de la glorificación de
Bolívar, quien fue presentado como un heraldo de la divinidad, como el enviado
de Dios para la creación de las repúblicas americanas. Se proclama lo mismo de
Chávez, cuando se le relaciona con un destino metafísico que debía encarnar en
su persona fatalmente, como resultado de los tropiezos (o pecados) de la
sociedad”, asegura el historiador Elías Pino Iturrieta, quien ha estudiado la
relación del principal prócer venezolano con la sociedad local en su
libro El divino Bolívar.
De Chávez también existe un
dibujo animado. Sobre un prado verde lo esperan, además de Bolívar, el Che
Guevara, Salvador Allende y Eva Perón, en una escena que representa su llegada
al cielo, recreado como el panteón de la izquierda latinoamericana. Todos ellos
tienen en común una muerte prematura que, para Hernández, termina por
convertirse en una victoria. “Todos ellos trascienden el juicio acerca de su
obra y tienen garantizado un porvenir inmaculado”, explica. El culto a los
héroes no admite mácula.
Vía El País. España
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