En: http://www.lapatilla.com/site/2014/10/11/gustavo-tovar-arroyo-como-murio-arrechito/
Gustavo Tovar-Arroyo
El sabio proverbio del “arrechito”
Así como los chinos tienen sus sabios proverbios los venezolanos
también tenemos nuestra sabiduría popular, más llana y picante, pero
sabiduría al fin y al cabo.
Con la brutal balacera ocurrida entre miembros de los colectivos
chavistas contra el brazo armado del madurismo que representan tanto el
Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC)
como el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) hay un
dicho venezolano que brinca inclemente sobre nosotros: “Arrechito murió
cagando”.
Murió Chávez quien era el más arrecho de todos los chavistas pidiendo
clemencia a diosito y a todos los santos (quienes por alguna razón no
lo escucharon); murió Robert Serra el más estridente chavista de la
Asamblea Nacional consumido por el pánico ante la saña y maldad de sus
verdugos; y acaba de morir emboscado el ultra chavista José Odremán
minutos después de manifestar amenazante (arrechísimo) que si le sucedía
cualquier cosa el culpable de su muerte sería, nada más y nada menos,
que Miguel Rodríguez Torres.
En Venezuela ante el despelote que ha impuesto Maduro ni siquiera los chavistas más arrechos se salvan. Nadie.
¿Seguiremos muriendo como arrechitos?
La mortal victoria del madurismo frente al chavismo.
Estoy más convencido que nunca de que Hugo Chávez fue asesinado por
una conspiración de Fidel Castro con Nicolás Maduro, su intención fue la
de controlar las riquezas de nuestro país -y al país-, y lo han
logrado.
La evidencia es palpable: ¿Por qué los presidentes Dilma, Lula o Lugo
logran sobrevivir a sus gravísimos cánceres y Chávez no lo logra pese a
que su enfermedad era menor? ¿Qué pasó en Cuba? ¿Por qué tantas
mentiras y secreto en cuanto a su tratamiento y muerte?
¡Lo mataron!
Chávez nunca volvió a aparecer públicamente después de la última
locución en la que proclamó como sucesor a su amado, “como la luna
llena”, Nicolás. Nada se supo sobre él, lo único que sabemos es que
regresó inesperadamente al país y habló durante 5 horas con Nicolás
Maduro estando entubado en terapia intensiva.
Chávez debía desaparecer na vez anunciada la sucesión, como ocurrió.
Inventaron una y otra parodia, acusaron disparatadamente a quien les
vino en gana y salieron victoriosos. Derramando sangre de chavistas
arrechos el madurismo se consolida.
No buscan la verdad, buscan consolidarse en el poder a cualquier precio.
Luego de las muertes de Juancho Montoya, Robert Serra y José Odremán,
y de observar las demenciales imputaciones que han inventado para
señalar a la oposición como culpable, minutos después de conocidos los
hechos, llegamos a la conclusión de que todo estaba anticipadamente
planificado.
Un chavista furibundo (muy arrecho) como es Mario Silva lo advirtió
en su momento. No lo mataron físicamente, lo mataron moralmente que es
acaso la peor de muerte.
¿Quién traicionó a Silva? Un cubano, lo que demuestra que Fidel Castro y su patético madurismo ganan la guerra.
La guerra del fin del mundo
En Latinoamérica tenemos varias obras imprescindibles en la
literatura, una de ellas es “La guerra del fin del mundo” del Nobel
peruano Mario Vargas Llosa.
Junto a “Rayuela” de Cortazar, “Sobre héroes y tumbas” de Sábato,
“Cien años de soledad” de García Márquez, “El Aleph” de Borges y “La
región más transparente” de Fuentes, “La guerra del fin del mundo” marca
un hito descriptivo de nuestra cultura a un tiempo graciosa y sublime,
bochornosa y sangrienta.
Su vigencia y relación con el pandemonio que vivimos en Venezuela, en
especial con la disparada demencia asesina de la última semana en
Caracas, es abrumador. Recomiendo leerla cuanto antes y repasarla si ya
lo han hecho, se sorprenderán.
En “La guerra del fin del mundo” Vargas Llosa narra un evento real
-pero mágico, como la actual Venezuela- conocido como la Guerra de los
Canudos que se vivió en el recién independizado Brasil de finales del
siglo XIX.
La trama muestra una nación flagelada por la hambruna, las pestes, la
criminalidad y el caos (como la actual Venezuela), en la que surge un
líder carismático que se hace pasar por el Cristo de los pobres (como
Chávez lo hizo) y quien crea entorno a él una secta socioreligiosa
compuesta por bandoleros, asesinos y dementes llamados los Canudos (el
chavismo de hoy) para colectivamente reivindicar las glorias perdidas de
un pasado monárquico y la supremacía de emperador Pedro II (una especie
de Fidel Castro de nuestra época).
Los canudos -los chavistas- rechazaban la Independencia brasileña y
tenían como enemiga más acérrima a la recientemente creada república,
veneraban a su Mesías y por él estaban dispuestos a morir y a matar.
Eran muy arrechitos y murieron como tales.
El caudillismo es una constante vergonzosa en la historia política
latinoamericana, pero el mesianismo (como el chavista) también lo es.
Suerte de hipnosis colectiva, el mesianismo lo único que ha traído a
nuestra amada Latinoamérica es guerra, orfandad, llanto y pobreza, es
decir involución moral y material, dolor, como en el Brasil de los
canudos y en la Venezuela de los chavistas.
El delirio, el frenesí, insisto, la hipnosis colectiva es
cinematográfica. Los loquitos -los hipnotizados- repiten consignas y
actuaciones, aunque éstas sean devorarse entre sí como está sucediendo
entre maduristas y chavistas en estos días, sin siquiera darse cuenta,
sin estar conscientes, del espectáculo apocalíptico.
Por ejemplo, sale un pedazo de loco, un chiste humano, una gracia de
manicomio que se hace pasar por el Ché Guevara (pobre Ché, Dios mío,
pobre Ché) diciendo ante las cámaras de televisión -¡Sí, las cámaras de
televisión, el mejor show del siglo señores!- que va a matar a medio
mundo, que va a descuartizar al país y el país en vez de reaccionar,
coloca la imagen en el Facebook, en el Twitter y en el Instagram y
obtiene sopotocientos “Me gusta”.
Insólito, lo único que nos queda decir es que más que hipnotizados
estamos absurdamente locos como los canudos, los chavistas y los
asesinos que se instalan en el poder: los maduristas.
La arrechera, los arrechitos, el arrecherismo político de los
chavistas y de los maduristas cobrará sus vidas, ya lo está haciendo, lo
triste es saber que Venezuela -y los venezolanos- si sigue en manos de
estos dementes, morirá como bien señala nuestra sabiduría popular:
cagando.
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