ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
viernes 4 de noviembre de 2011 12:00 AM
El comandante conoce bien a la FAN. Aunque muchos de sus seguidores renieguen del incremento salarial a los militares, Chávez sabe bien qué lo ha motivado. Sus críticos en Aporrea alegan que en los cuarteles todos se redondean "el pan" a través de los zigzagueantes caminos de la corrupción. Para ellos, el conjunto de prebendas aprobadas representan un sinsentido que contradice las prioridades de un gobierno socialista, cuya deuda con los menos afortunados acumula altos intereses por morosidad. Sin embargo, el Presidente sabe lo que hace, aunque al hacerlo desdiga todo cuanto ha señalado acerca del trato irrespetuoso que sus antecesores le prodigaban a la FAN. A la luz de estos esmerados "agasajos" a los militares, Chávez se ha igualado con todos los anteriores gobiernos, a los que él mismo acusa de haber degradado la dignidad del "pueblo en armas".
Quienes cuestionan la iniciativa desde el campo revolucionario, parten de una premisa falsa que su líder desmiente al adoptar la decisión. No es cierto que todos los integrantes de la institución armada hayan sucumbido ante el pillaje y la rapacidad. Tampoco es verdad que este aumento reduce definitivamente las tensiones que tienen lugar en el aparato castrense, donde las prerrogativas son recibidas de buen modo, pero con la convicción de que éstas procuran la compra de las conciencias de sus beneficiarios. Y es que, si bien el Presidente ha asumido que el saqueo no es majestad en la FAN, sí abraza la esperanza de que los favorecidos tengan un precio y de que, por tanto, se transformen en lo que hoy no son.
Desde esa perspectiva, tal vez tengan razón quienes, desde Aporrea, han cuestionado el otorgamiento de regalías que también buscan abultar el protagonismo y el compromiso del factor militar en "el proceso". La desconfianza de los críticos, como se observa, trasciende de la simple concesión de ventajas económicas y llega justo al escenario en el cual civiles y militares hoy forcejean por el poder, en una sorda lucha que, por razones obvias, la enfermedad del mandatario ha carburado.
Los hechos son la confirmación de una realidad: aunque algunos jefes militares se muestren al desnudo como aves de rapiña, la pirámide corporativa no está completamente minada por los depredadores. Los generosos privilegios que Chávez ha concedido a la FAN son el reconocimiento de las molestias que se han acumulado en sus viejos pateaderos. Como en sus tiempos de militar activo, se anidan allí profundos rencores en contra de las jerarquías corrompidas. Desde luego, son también una admisión de la muy mala opinión que "el proceso" tiene de la llamada Fuerza Armada Bolivariana. A juzgar por las canonjías, sus miembros tienen un precio. ¿No es eso lo que pensaría Chávez si fuera un digno capitán activo?
Quienes cuestionan la iniciativa desde el campo revolucionario, parten de una premisa falsa que su líder desmiente al adoptar la decisión. No es cierto que todos los integrantes de la institución armada hayan sucumbido ante el pillaje y la rapacidad. Tampoco es verdad que este aumento reduce definitivamente las tensiones que tienen lugar en el aparato castrense, donde las prerrogativas son recibidas de buen modo, pero con la convicción de que éstas procuran la compra de las conciencias de sus beneficiarios. Y es que, si bien el Presidente ha asumido que el saqueo no es majestad en la FAN, sí abraza la esperanza de que los favorecidos tengan un precio y de que, por tanto, se transformen en lo que hoy no son.
Desde esa perspectiva, tal vez tengan razón quienes, desde Aporrea, han cuestionado el otorgamiento de regalías que también buscan abultar el protagonismo y el compromiso del factor militar en "el proceso". La desconfianza de los críticos, como se observa, trasciende de la simple concesión de ventajas económicas y llega justo al escenario en el cual civiles y militares hoy forcejean por el poder, en una sorda lucha que, por razones obvias, la enfermedad del mandatario ha carburado.
Los hechos son la confirmación de una realidad: aunque algunos jefes militares se muestren al desnudo como aves de rapiña, la pirámide corporativa no está completamente minada por los depredadores. Los generosos privilegios que Chávez ha concedido a la FAN son el reconocimiento de las molestias que se han acumulado en sus viejos pateaderos. Como en sus tiempos de militar activo, se anidan allí profundos rencores en contra de las jerarquías corrompidas. Desde luego, son también una admisión de la muy mala opinión que "el proceso" tiene de la llamada Fuerza Armada Bolivariana. A juzgar por las canonjías, sus miembros tienen un precio. ¿No es eso lo que pensaría Chávez si fuera un digno capitán activo?
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