Carlos Raúl Hernández
sábado 15 de octubre de 2011 12:00 AM
"Día de la resistencia indígena". Esa monserga se origina en falsificaciones de hace unos lustros. Según ellas "no hubo descubrimiento de América", sino "un encuentro", como si en medio del Atlántico se toparan las carabelas de Cristóbal Colón con unos yates capitaneados por Huayna Cápac rumbo a Palos. Los indígenas, además, vivían en un Edén comunista de high culture del que los arranca la invasión colonial. Lo grave es que ahora no lo afirman unos intelectuales alumbrados, sino mandatarios que llevan sus países por la senda de los estados forajidos. Lejos de tales maravillas, las comunidades precolombinas eran lo que Marx denominaba "modos de producción asiático", o "despotismo asiático", abominables tiranías burocráticas.
La estatua de Colón en el paseo caraqueño que lleva su nombre desapareció, igual que la del parque El Calvario y el "Colón en Golfo Triste" de De La Cova, ejecutadas por la barbarie. La peligrosa jerga oficial rompe records de racismo e ignorancia. Reniega de la sangre latinoamericana, para José Vasconcelos "cósmica" por integrar europeos, indígenas y negros.
Utiliza una historia mítica de las depredaciones coloniales e imperiales y una epistemología del rencor: el "eurocentrismo". Cierto que los europeos cometieron terribles crueldades en América, aunque jamás peores que las que los indígenas se hacían entre sí. Pero el balance de la conquista arroja que con Iberoamérica surge una nueva y poderosa rama de la civilización. Nuestro papel en el planeta. Envenenar el pasado es cosa de esa seudoizquierda descolgada del tiempo.
No existe una hectárea de territorio en el mundo que no fuera una vez o varias colonizada y una o varias colonizadora. Las relaciones tribales eran y son de servidumbre. La civilización democrática sabe y debe olvidar, mirar hacia delante -a veces se le pasa el ojo-, precisamente para desentenderse de las serpientes de la inquina histórica. Franceses, españoles, alemanes, británicos y belgas no están en guerra con Italia por las tropelías del Imperio Romano, ni los ingleses viven indignados por la violación de aquella reina celta y sus hijas. No se cobran las facturas de la Primera ni de la Segunda Guerra. Su costo ya fue demasiado alto.
Hernán Cortés tomó Tenochtitlán, una ciudad de 250.000 almas y acabó con el imperio con sólo seiscientos soldados, porque dirigió la primera guerra de liberación nacional de América, el levantamiento de decenas de tribus oprimidas contra el colonialismo de los Aztecas. Enterado de que éstos sacrificaban periódicamente miles de indígenas vecinos, preguntó a Moctezuma por qué derramaban tanta sangre. Según Anatole France, el infeliz respondió: "los dioses tienen sed".
En su clímax con Huayna Cápac, el Tahuantinsuyo tuvo un millón de kilómetros cuadrados y doce millones de habitantes. Los incas sometieron a sangre y fuego las poblaciones desde Quito hasta cerca de Antofagasta en Chile y el norte de Argentina. Los "hijos del sol" aplastaron con mano de hierro la cadena de levantamientos de pueblos oprimidos y aplastaron chibchas, aymarás, cara, pasto, panzaleo, cañarí, puruchas, chavín y muchos más. Si Europa tuvo la Inquisición, los Incas no se quedaron atrás. Con la mitima secuestraban todos los varones de los pueblos ocupados, desde niños hasta ancianos, y los llevaban a trabajos forzados a miles que kilómetros de sus hogares, donde no podían comunicarse. Nunca volverían a ver sus familias
Nada más cruel que el tratamiento que dio Atahualpa a su propio hermano Huáscar. Luego de derrotarlo, hizo eviscerar ante el prisionero uno por uno sus hijos, mujeres, cuñadas, amigos, para que sufriera el tormento de sus seres queridos. Luego lo degollaron.
Es probable que cualquier persona civilizada desestime necedades como lo de la "resistencia indígena" y los "quinientos años de ignominia" por extravagantes, pero el asunto es mucho más grave: es una incitación en tiempo real para que una parte de la ciudadanía se considere hostil y actúe contra otra de piel más clara, lo que tal vez ayudaría a comprender el incremento de la criminalidad y los casos "atroces" en Venezuela. Es la vieja estrategia totalitaria de quebrar la sociedad en grupos enemigos, héroes y villanos, ricos y pobres, destinados a enfrentarse.
Un sicópata muy peligroso, Frantz Fanon -entre él y el Che está el título de primer teórico latinoamericano del terrorismo-, prologado por otro psicópata, Sartre, escribe que "el oprimido" se "humaniza" cuando "asesina un opresor".
La estatua de Colón en el paseo caraqueño que lleva su nombre desapareció, igual que la del parque El Calvario y el "Colón en Golfo Triste" de De La Cova, ejecutadas por la barbarie. La peligrosa jerga oficial rompe records de racismo e ignorancia. Reniega de la sangre latinoamericana, para José Vasconcelos "cósmica" por integrar europeos, indígenas y negros.
Utiliza una historia mítica de las depredaciones coloniales e imperiales y una epistemología del rencor: el "eurocentrismo". Cierto que los europeos cometieron terribles crueldades en América, aunque jamás peores que las que los indígenas se hacían entre sí. Pero el balance de la conquista arroja que con Iberoamérica surge una nueva y poderosa rama de la civilización. Nuestro papel en el planeta. Envenenar el pasado es cosa de esa seudoizquierda descolgada del tiempo.
No existe una hectárea de territorio en el mundo que no fuera una vez o varias colonizada y una o varias colonizadora. Las relaciones tribales eran y son de servidumbre. La civilización democrática sabe y debe olvidar, mirar hacia delante -a veces se le pasa el ojo-, precisamente para desentenderse de las serpientes de la inquina histórica. Franceses, españoles, alemanes, británicos y belgas no están en guerra con Italia por las tropelías del Imperio Romano, ni los ingleses viven indignados por la violación de aquella reina celta y sus hijas. No se cobran las facturas de la Primera ni de la Segunda Guerra. Su costo ya fue demasiado alto.
Hernán Cortés tomó Tenochtitlán, una ciudad de 250.000 almas y acabó con el imperio con sólo seiscientos soldados, porque dirigió la primera guerra de liberación nacional de América, el levantamiento de decenas de tribus oprimidas contra el colonialismo de los Aztecas. Enterado de que éstos sacrificaban periódicamente miles de indígenas vecinos, preguntó a Moctezuma por qué derramaban tanta sangre. Según Anatole France, el infeliz respondió: "los dioses tienen sed".
En su clímax con Huayna Cápac, el Tahuantinsuyo tuvo un millón de kilómetros cuadrados y doce millones de habitantes. Los incas sometieron a sangre y fuego las poblaciones desde Quito hasta cerca de Antofagasta en Chile y el norte de Argentina. Los "hijos del sol" aplastaron con mano de hierro la cadena de levantamientos de pueblos oprimidos y aplastaron chibchas, aymarás, cara, pasto, panzaleo, cañarí, puruchas, chavín y muchos más. Si Europa tuvo la Inquisición, los Incas no se quedaron atrás. Con la mitima secuestraban todos los varones de los pueblos ocupados, desde niños hasta ancianos, y los llevaban a trabajos forzados a miles que kilómetros de sus hogares, donde no podían comunicarse. Nunca volverían a ver sus familias
Nada más cruel que el tratamiento que dio Atahualpa a su propio hermano Huáscar. Luego de derrotarlo, hizo eviscerar ante el prisionero uno por uno sus hijos, mujeres, cuñadas, amigos, para que sufriera el tormento de sus seres queridos. Luego lo degollaron.
Es probable que cualquier persona civilizada desestime necedades como lo de la "resistencia indígena" y los "quinientos años de ignominia" por extravagantes, pero el asunto es mucho más grave: es una incitación en tiempo real para que una parte de la ciudadanía se considere hostil y actúe contra otra de piel más clara, lo que tal vez ayudaría a comprender el incremento de la criminalidad y los casos "atroces" en Venezuela. Es la vieja estrategia totalitaria de quebrar la sociedad en grupos enemigos, héroes y villanos, ricos y pobres, destinados a enfrentarse.
Un sicópata muy peligroso, Frantz Fanon -entre él y el Che está el título de primer teórico latinoamericano del terrorismo-, prologado por otro psicópata, Sartre, escribe que "el oprimido" se "humaniza" cuando "asesina un opresor".
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