Editorial de El Nacional
No sin
cierto dejo de ironía, algunos medios extranjeros han dejado entrever que las
retaliaciones diplomáticas contra Estados Unidos anunciadas por Maduro durante
una no muy concurrida ni muy entusiasta “marcha antiimperialista”, financiada
con dineros públicos, forma parte de su faramalla para ocultar problemas.
Son una
suerte de efectos especiales para adornar una política exterior caracterizada
por la pérdida de influencia, prestancia y prestigio del chavismo y de su, por
ahora, máxima voz cantante, quien se ha llenado la boca diciendo que hay una
“lista de prohibiciones” que se aplicará no sólo a funcionarios y dirigentes
hostiles a su gobierno, como George W. Bush (asumimos que se refiere al hijo,
porque el padre, aficionado a la pesca era quien buscaba atrapar agujas azules
en nuestro mar Caribe), Dick Cheney, Ileana Ross-Lethinen y Marco Rubio, entre
otros “indeseables” que conspirarían para defenestrarlo y hasta asesinarlo,
sino también al estadounidense común y corriente que deberá tramitar un
burocrático visado para poder echarse una escapadita a estas tierras de sun
& beach.
Lo
insólito, sin embargo, no es únicamente el veto a los congresistas y políticos
del norte, sino el tono y el contenido del mensaje mediante el cual se pretende
que Barack Obama acate las majaderas recomendaciones del sucesor quien afirmó
que el mandatario estadounidense “se ha dejado meter en un callejón sin salida
con respecto a Venezuela”, y recalcó que se trata de “un error histórico que lo
dejaría marcado como quedó Richard Nixon con Chile”. Pura retórica, regresiva y
mal hilvanada, para la galería que, seguramente, coreaba insolentes y ripiosas
consignas del tipo “Maduro, Maduro, al yanqui dale duro”.
Lo menos
que se puede decir en relación con tales desplantes es que, además de exacerbar
la pena ajena que sentimos los venezolanos por los desatinos de quien dice
gobernarnos es que, o no hay sentido de las proporciones entre los que
aconsejan a Maduro o, definitivamente, nos encontramos frente a una aguda
carencia generalizada de información, sensatez e inteligencia.
Si no
¿cómo explicar la irrupción en el Instituto Cervantes, en Nueva Delhi, de siete
funcionarios de nuestra embajada en la capital india para abuchear al
periodista del ABC de España Ramón Pérez-Maura cuando dictaba
una conferencia sobre el auge del populismo en Europa, una cayapa comandada por
una encargada de negocios con el conveniente nombre de Capaya Rodríguez?
Pero,
volviendo a la fulana marcha, la misma fue diseñada con doble intencionalidad:
eclipsar mediáticamente la masiva, luctuosa e indignada protesta del pueblo
tachirense por la ola de represión que costó la vida de un niño de 14 años de
edad, y boicotear la jornada de recolección de firmas en apoyo al acuerdo para
la transición propuesto por López, Ledezma y Machado, convocada por la
oposición.
De allí la obligatoria
concurrencia de empleados públicos que, nuevamente, fueron nariceados para
participar como extras en una película que ya no les concierne.
Vía El Nacional
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