CÉSAR TINOCO | EL UNIVERSAL
miércoles 16 de febrero de 2011 03:06 PM
De acuerdo con El Universal, el pasado martes 8/Febrero, al salir de la interpelación en la Asamblea Nacional a los ministros del gabinete político, la diputada María Corina Machado afirmó que (sic): "Si en verdad se han invertido 350 mil millones de dólares para resolver los problemas sociales de la nación, se impone hacer una evaluación de los resultados. Pues preocupa que después de toda esa inversión los indicadores de pobreza estructural y violencia en lugar de disminuir, han aumentado".
Sobre los indicadores de violencia me referiré en otra oportunidad. Sin embargo, en cuanto a la pobreza, ¿Es descabellado afirmar que la misma ha aumentado en un entorno deteriorado y en donde la inversión social total del gobierno viene disminuyendo desde hace rato largo?
Visitando el portal del Sistema Integrado de Indicadores Sociales de Venezuela, uno encuentra que la Inversión Pública Social como porcentaje del PIB (IPS), alcanzó la magnitud de 21,8% el año 2006 y luego comenzó a disminuir pasando a 21,2% (2007) y luego a 19,5% (2008) y allí se detuvo el reporte de cifras. Tal secuencia revela que la IPS, a pesar de que en términos absolutos y en bolívares nominales venía creciendo, en términos comparativos con el PIB, venía disminuyendo. Ello en un entorno de precios del crudo creciendo y en el que aún no se había manifestado la crisis del capitalismo para la cual por cierto, estábamos "blindados". Ya que los entes oficiales no han publicado a la fecha (10/Febrero/2011) cifras actualizadas, una sencilla estimación lineal nos llevaría a la cifra de 16,5% para finales de 2010, lo cual se traduce en que hemos retrocedido a un nivel de inversión pública social similar a la del año 2003, año posparo petrolero.
Desde la perspectiva de lo aportado por Pdvsa al desarrollo social, también podemos tener una idea del volátil y recientemente precario aporte del gobierno. En efecto y de acuerdo con la información publicada en su portal, sus aportes alcanzaron un máximo de US$ 15.110 millones en 2008, para luego caer a US$ 3.083 millones en 2009. Para los seis primeros meses de 2010, el aporte alcanzaba los US$ 5.157 millones, pero a costa de dejar de pagarle a sus proveedores y al fisco la cantidad de US$ 8.752 millones, un orden de magnitud similar al de sus cuentas por cobrar iguales a US$ 9.480 millones. La disminución del aporte de Pdvsa tuvo lugar en un marco de alta inflación que, de acuerdo con los datos del propio Banco Central, ha venido afectando al sector socio-económico de más bajos ingresos.
El punto es que bajo tales condiciones de empeoramiento en la inversión social recogidas en cifras oficiales, la sospechosa falta de actualización de las mismas, y un ambiente social y económico sensiblemente deteriorado, resulta hasta de sentido común conjeturar que hace algún tiempito ya, la pobreza ha comenzado a repuntar en Venezuela. Elías Eljuri no es el único que sabe del tema. Por allí anda también Luis Pedro España, coordinador del Proyecto Pobreza de la Universidad Católica Andrés Bello, quien ha cuestionado las estadísticas que maneja el INE. Y es sencillo, los cálculos del organismo oficial no solamente ignoran variables con las cuales también se mide la calidad de vida, sino que se sustentan en función del ingreso, deteriorado por la inflación, y en función de una canasta alimentaria que evoluciona por debajo del Índice de Precios al Consumidor.
Sobre los indicadores de violencia me referiré en otra oportunidad. Sin embargo, en cuanto a la pobreza, ¿Es descabellado afirmar que la misma ha aumentado en un entorno deteriorado y en donde la inversión social total del gobierno viene disminuyendo desde hace rato largo?
Visitando el portal del Sistema Integrado de Indicadores Sociales de Venezuela, uno encuentra que la Inversión Pública Social como porcentaje del PIB (IPS), alcanzó la magnitud de 21,8% el año 2006 y luego comenzó a disminuir pasando a 21,2% (2007) y luego a 19,5% (2008) y allí se detuvo el reporte de cifras. Tal secuencia revela que la IPS, a pesar de que en términos absolutos y en bolívares nominales venía creciendo, en términos comparativos con el PIB, venía disminuyendo. Ello en un entorno de precios del crudo creciendo y en el que aún no se había manifestado la crisis del capitalismo para la cual por cierto, estábamos "blindados". Ya que los entes oficiales no han publicado a la fecha (10/Febrero/2011) cifras actualizadas, una sencilla estimación lineal nos llevaría a la cifra de 16,5% para finales de 2010, lo cual se traduce en que hemos retrocedido a un nivel de inversión pública social similar a la del año 2003, año posparo petrolero.
Desde la perspectiva de lo aportado por Pdvsa al desarrollo social, también podemos tener una idea del volátil y recientemente precario aporte del gobierno. En efecto y de acuerdo con la información publicada en su portal, sus aportes alcanzaron un máximo de US$ 15.110 millones en 2008, para luego caer a US$ 3.083 millones en 2009. Para los seis primeros meses de 2010, el aporte alcanzaba los US$ 5.157 millones, pero a costa de dejar de pagarle a sus proveedores y al fisco la cantidad de US$ 8.752 millones, un orden de magnitud similar al de sus cuentas por cobrar iguales a US$ 9.480 millones. La disminución del aporte de Pdvsa tuvo lugar en un marco de alta inflación que, de acuerdo con los datos del propio Banco Central, ha venido afectando al sector socio-económico de más bajos ingresos.
El punto es que bajo tales condiciones de empeoramiento en la inversión social recogidas en cifras oficiales, la sospechosa falta de actualización de las mismas, y un ambiente social y económico sensiblemente deteriorado, resulta hasta de sentido común conjeturar que hace algún tiempito ya, la pobreza ha comenzado a repuntar en Venezuela. Elías Eljuri no es el único que sabe del tema. Por allí anda también Luis Pedro España, coordinador del Proyecto Pobreza de la Universidad Católica Andrés Bello, quien ha cuestionado las estadísticas que maneja el INE. Y es sencillo, los cálculos del organismo oficial no solamente ignoran variables con las cuales también se mide la calidad de vida, sino que se sustentan en función del ingreso, deteriorado por la inflación, y en función de una canasta alimentaria que evoluciona por debajo del Índice de Precios al Consumidor.
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